Recuerdos entre dos panes

Me gustaría hablar de todos los bocadillos que me he comido: mi primer bocata de calamares del Suso aquel verano en Patos, los que preparaba Gus en su “tenda de barrio” con mozzarella, pesto y dos rodajas gordas de tomate en pan de brioche con pasas de la Bulanxerí, el de setas a la plancha con queso de Toño de la Corredoira, el de bonito, antxoa y piparra de la Bodega Donostiarra, la mini baguette con chocolate de después de natación y tenis, el de tomate seco, mozzarella y rúcula del Certain que no nos curó la resaca pero nos salvó de deambular famélicos (nada peor cuando estás de viaje), el de Queixo do País fundido de la Ultramar que dividimos en cinco o el choriqueso que vendía Maruja en el recreo por el que la gente corría y se pegaba.

Me acuerdo del tortizorza (también denominado zorzilla) del Raíces que nunca probé pero con el que los más chuzas* cerraban la noche de Santiago en la que casi siempre caían chuzos, el vegetal en media chapata de Mari los lunes de instituto, el del Autobán de berenjena asada, hummus y pesto rojo, el de chipirones con alioli del Lareca, el mismo de la entonces Marimorena, ahora Rabuda, o el de tetilla y Savel, también fundidos, en casa, con mantequilla y con Erik. Estos, entre un sinfín de ellos que necesitarían tanto espacio como las esquelas. 

También he comido bocadillos malos; bocadillos que formaban parte del juego de no saber, de los que una tiende a olvidarse y sólo vuelven a la memoria cuando se prueba uno igual o peor. Eso sí, por los que no doy un duro es por los de los aeropuertos, así que yo recomiendo simplemente no pagar por ellos.

En febrero del año pasado, un mes difícil por motivos ajenos a esta causa, preparé cuatro bocadillos sencillos para un viaje largo, en coche, rumbo a una oposición echada a suertes antes de arrancar. Cada uno con su nombre escrito, porque cada uno con sus cosas: ¿currusco?¿picante?¿cuánta hambre?. Rade, Mela, Carlotita, Titardo. Cuando los engullimos en aquella área de servicio inmensa y desértica muy muy lejos del mar, pensé en todos los bocadillos de mi vida. 

Spicy Opo

Un bocadillo que, si no eres un desastre y te alimentas con decencia, puedes hacer casi seguro con lo que tienes en tu cocina. Si eres un desastre, no pasa nada: apunta los ingredientes en tu lista de la compra. Y si no haces lista de la compra, por favor, empieza a hacerla. Te hará la vida más sencilla o, al menos, te dará una ligera sensación de control sobre ella. Un bocadillo para viajes, picnics, excursiones, viernes noche o merendolas. Fácil, rico, jugoso, crujiente, picantón, divertido. Fuera de casa, sabe mejor

Ingredientes para 1 bocadillo

Ordenados por posición entre los panes. Montar de abajo a arriba. Si eres capaz de hacerlo al revés, ¡bravo!. 

Pan bueno y crujiente. ¡20 centímetros! Yo, con currusco

Salsa: 2 cditas.  de mayonesa + 1 cditas.. salsa picante + 1 puntito de mostaza Dijon

3 piparras enteras o troceadas

Un puñado de rúcula 

8 rodajas finas de pepino 

Queso del bueno

2 huevos revueltos (el punto, al gusto)

1/2 aguacate machacado

3 o 4 rodajas gordas de tomate

Más salsa

Pan bueno y crujiente

Elaboración

Abre el pan con destreza y, con tus nociones básicas de construcción y sin miedo al desplome, coloca los ingredientes entre los dos panes en el orden indicado anteriormente. El orden tiene sentido: la salsa enriquecerá la miga, el queso se fundirá con el huevo y todo permanecerá en su sitio más o menos con dignidad en cada bocado. Aliña la rúcula y el pepino en un cuenco aparte con aceite, limón y sal antes de incorporarlo en tu obra. Salpimenta también los huevos, el aguacate y el tomate. Salpimentar es importantísimo.

Recomendaciones

Utilizar un buen queso curado como un Gruyère, Comté o Manchego. 

Puedes sustituir las piparras por otros encurtidos: cebolla, pepinillos, etc. 

Cambia/incorpora/retira lo que necesites, nada en la vida es tan importante. Menos salpimentar.

Haz los huevos revueltos con mantequilla.

Si lo preparas para viajes, picnics, excursiones, viernes noche o merendolas, envuélvelo en papel de aluminio y cómetelo al cabo de unas horas. Sin miedo. 

Si haces esto último y preparas varios para personas a las quieres, levántate de donde quiera que estés al terminar los bocatas y  recoge las bolas de papel de aluminio que guardan entre sus manos. Si no, podrían acabar en sus bolsillos para siempre. La carga que recuerda que se acabó. Es un gesto muy bonito que te llevará a una época que no era mejor, pero en la que sí eras más joven. Acompáñalo con una cerveza. 

Ni un alma.

*borrachos, ciegos, zombies. 

** foto del artículo: Sándwich en A certain café. Fotografía de Yato.

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