Los perfiles en redes sociales de Luigi no aclaran su perfil ideológico, sus follows cubren el espectro comprendido entre Alexandria Ocasio-Cortez y Paul Skallas.

Te voy a hacer una pregunta y quiero que contestes con total sinceridad: ¿te atreverías a enseñar tu historial de Chat GPT? Mientras piensas tu respuesta, ya te adelanto la mía: no. 

El catorce de noviembre de 2024 será recordado –si todo va bien para los optimistas– como el día del gran exilio twittero

Cuando todo es sexual, sugerente y algorítmicamente hechizante, nuestro único destino es morir por sobredosis de placer. ¿Acabarán el porno y las vibes con la cultura de occidente?

¿Se puede poner precio al desamor? Lo sorprendente —o quizá sólo inédito para mí— es que hay gente en el mundo que piensa que sí.

En internet no soy nadie, sigo sin ser nadie, pero me expongo a una audiencia global a la que le doy, desde el momento en que aprieto el botón de publicar, el poder de opinar sobre mí, una total desconocida.

Resulta que la pareja perfecta de la Eurocopa, con cuyos videos unos cuantos tuiteros me recordaron que tenía que priorizar tener cuatro hijos a pedir Uber Eats, se va a divorciar. Así que, me dicen otros cuantos tuiteros, el amor ha muerto.

El pasado viernes miles de equipos informáticos sufrieron una caída global debido al sensor Falcon de la plataforma de ciberseguridad CrowdStrike. El mundo digital se apagó, con la mala suerte de hacerlo el mismo día en el que se empezaban a notar los estragos de Mercurio retrógrado. Vaya por Dios.

Como todo buen hombre de la new wave de masculinidad tóxica, paso varias horas semanales mirando Google Maps. Busco zonas para aparcar en ciudades en las que nunca he estado, pueblos rurales con carreteras potencialmente divertidas y el punto peninsular más alejado de cualquier «Casa de las Carcasas».

Es el multitasking.

La semana pasada, Open AI, esa maligna corporación de suaves maneras e intrigantes bambalinas, tipo villanos de James Bond, presentaba Chat GPT-4o, la nueva versión del bicho adivinatorio.

Resulta que Napoleón VII, el heredero al trono de Francia - en disputa con los borbones - es el managing partner de un private equity británico. El fondo se llama, claro, Leon Capital.

Lo digo sin reservas: hoy la mejor comedia se hace en TikTok y en Instagram.

Ha sido a principios de febrero, y todos nos hemos reído con los distintos memes que ha suscitado su lanzamiento: han llegado las Vision Pro, las gafas de realidad aumentada de Apple.

El nivel de escrutinio al que cientos de personas someten a los concursantes de OT es, por ser suave, agotador. Cada gesto, cada sonrisa, cada palabra vale para defender la tesis absurda de los seguidores más obsesionados con analizar el comportamiento de unos chavales que no conocen.

Nada más humillante, en efecto, que cabalgar hacia el vagón y ser tajantemente rechazado en el umbral. Y nada más absurdo, pues en dos o tres minutos otro vendrá a sustituir al previo y perdido metro.

Y me quejo, claro que me quejo, aunque sin subtítulos, porque siento que estoy a media red social más de colapsar, porque no sé si puedo entregarle no creo que mi cuerpo y alma pero desde luego sí mi tiempo a nuevos algoritmos.

Cuentan que hubo un tiempo en el que internet celebraba lo común, lo sencillo, lo puro y lo anónimo. Un internet previo a las redes sociales y las marcas personales, donde no se trataba de demostrar virtudes morales u originalidades gastronómicas sino perseguir un objetivo menos ambicioso: pasar el rato. Pues bien, ese internet costumbrista está de vuelta.

Me di cuenta por fin: a lo que me recuerda el estilo de ChatGPT es a Michel Houellebecq. Analizo los motivos de esta no-casualidad.

Durante la campaña, en un sorprendente giro de los acontecimientos, Pedro Sánchez no sólo no evitó sino que abrazó los memes que previamente analizamos en sustancia, con toda la seriedad que merecían.

Hago un repaso a los memes más populares contra el líder socialista y explico por qué el daño de la última frase de moda puede acabar con el presidente del gobierno, del mismo modo que otras chanzas hicieron mella en grandes personajes de nuestra historia. ¿Resistirá Sánchez el embite del todopoderoso ingenio popular?