Hay cosas que uno aprende a dejar atrás sin drama. Este año, por ejemplo, he aprendido que si un libro o una película no te engancha, no pasa nada por abandonarlo. Lo mismo aplica a un café rancio o una amistad irreconciliable. Como dice Siloé, “¿Qué tal si mandamos todo a tomar por culo?” Esto también incluye la política de la cancelación, que para mí estará muy out en 2025. No soporto cancelar a todo el mundo por algo trivial—¿estornudar?—¿decir algo que no sea socialmente aceptado?—Escuchemos pero no juzguemos, no sé. Como decía Oscar Wilde, criticar a los demás es un modo sutil de confesarnos. Y, tras este prolegómeno, voy a hacer mi pequeña lista de in/out para este 2025.
De lo que me quedo para el 2025 es, por un lado, con aprender a soltar con el fin de ir haciendo huecos para lo que vendrá y tener espacio para lo verdaderamente importa. También me ha gustado eso de escribir cartas. El año pasado inicié el ritual de escribirme una carta para abrirla el 31 de diciembre. No recuerdo qué pensamientos volqué, pero seguro que no cumplí ninguno de los objetivos que me puse, ya os contaré. También he apostado por escuchar los discos enteros y no juzgar al cantante por un single, aunque para eso mejor leer a MJ que de análisis de discos sabe un rato. Otro In para 2025 son los días sin planes, que como dice mi abuela, “a veces también hay que cansarse de no hacer nada”. Me ha encantado caminar en lugar de pedir un Uber, y que eso, de vez en cuando, haya derivado en correr—pero sin pasarnos. Leer a Milena Busquets es otro placer que seguiré explorando en 2025. No hay nada como la elegancia y la introspección, todo en uno. He disfrutado también tragándome una interminable cola para entrar a un museo solo para ver un cuadro y criticarlo si es un clásico. Y mi mayor In es regalar flores, como un acto de resistencia en un mundo donde todo se calcula. Las flores tienen su propia lógica, tan irracional y mágica como la vida misma.
Entre las cosas que dejo atrás, lo primero son los conciertos mastodónticos donde necesitas prismáticos para ver al cantante, tras haber esperado dos años para ir. No más. También quiero dejar atrás el tomarse la vida tan en serio. Perder un tren no es el fin del mundo, ni tampoco lo es que no haya sitio en el restaurante de moda. Calma, calma, calma. Quiero decir adiós a las series interminables, esas de seis temporadas donde lo único nuevo es un personaje anecdótico. ¿Y qué tal si dejamos atrás el “se vienen cositas” y la gente que cree haber inventado algo nuevo? Por favor, basta también de mirar Instagram nada más levantarnos. Nadie se ha hecho más sabio mirando fotos ajenas. Dejemos de buscar la aprobación constante: Lorca y Hemingway sobrevivieron sin seguidores en redes sociales. Tú también puedes. Además, fuera la vergüenza por bailar mal. Hay que hacer las paces con la torpeza. Y, por favor, dejemos atrás el miedo al silencio en las conversaciones. Antonioni construyó personajes que miran al vacío y no pasa nada.
Odio las listas, porque ciertamente se me da mal el orden en exceso. Lo que sí sé es que le pido a este 2025 quedarme con algo más: los pequeños actos de valentía. Brindar, aunque sea martes, bailar, aunque no haya un motivo, llorar cuando lo necesites y reír porque sí. Decir “no” sin culpa o “sí” con miedo, pero decirlo igual. Nuestro devenir es un absurdo glorioso, dice Albert Camus. Por ello, lo mejor que podemos hacer es desafiarlo viviendo. Sin más.