La semana pasada visité la Galería de los Uffizi, en Florencia, y me impresionó el conjunto de los paneles de las siete virtudes, de Sandro Botticelli y Piero del Pollaiolo. Acabo de ver la rueda de prensa de José Luis Ábalos en la que ha anunciado que no renuncia a su acta de diputado debido al escándalo de las mascarillas y su asesor/chófer Koldo, sino que más bien se va a instalar cómodamente en el grupo mixto. Tratando de entender por qué nos ha convencido tanto a todos la actuación de JLA, se me ha ocurrido listar las cuatro virtudes cardinales (las otras tres son teológicas) y relacionarlas con el hombre del día; puede que de la década.
Fortaleza
Ábalos es dueño de una rara cualidad: parece un adulto. Su rostro es un retrato robot de padre español nacido entre el 55-70. No en vano, JLA tiene cinco hijos de tres matrimonios, siendo el propio Jose Luis el séptimo vástago de “Carbonerito”, matador de toros. Todo este bagaje, unido a su profesión de maestro de primaria en excedencia, ha salido a relucir. Si uno cierra los ojos, se lo puede imaginar enseñando tablas de multiplicar o acertando con proyectiles de tiza sobre díscolos alumnos del fondo de la clase. O tomándose muy en serio la alineación y charla táctica previa al partidillo de final de curso de 3ºA contra 3ºB.
Existen otros indicadores de fortaleza como su afición por la bebida y por el tabaco, en las que no me detengo pero que no quería dejar de mencionar.
“Me enfrento a todo el poder político” llegó a decir. “Y lo tengo que hacer solo”.
Templanza
Fue y dijo lo que tenía que decir. Nadie se imagina a JLA perdiendo los papeles, salvo quizá si le regatean en algún hotel o restaurante, montando el clásico “pollo” de boomer ibérico.
Su prosodia, en peligro de extinción, es la de ese médico o profesor que, más que hablar, emite un ronroneo AMSR que te deja cómodamente pegado la silla de la consulta o de la clase.
Estuvo sensible pero firme, dice un amigo. Esta flema (y fortaleza) nos agrada mucho a los votantes de 30 a 60 años. A veces, parece que la comunicación política se decanta por engatusar a jovencitos impresionables o a venerables mayores cazapensiones. La estrategia es inteligente: a los primeros se les convence con gasto público y con políticos que se parezcan a sus colegas; a los segundos, con gasto público y con políticos que se parezcan a sus nietos. Los del medio salimos más caros, pues es más difícil que cambiemos el sentido de nuestro voto (no consumimos tantos servicios públicos, sino que más bien los sufragamos). Pero, ay, en ocasiones suspiramos por políticos engominados, mesurados, antiguo régimen, que a veces incluso conecten ideas al hablar, que usen palabras no tan sobadas; por ellos quizá nos podríamos dejar convencer, todo ello es lo que JLA representa.
Prudencia
"Me hubiera gustado tener el beneficio del compañerismo y haber compartido una reflexión por la senda del sosiego y la ponderación". Estas palabras, casi mantra tibetano, no invitan sino a acompañar a José Luis a reflexionar por una tranquila senda de cerezos en flor y arroyos cristalinos. A enterrar el hacha de guerra y compartir una sosegada taza de té o un whisky con hielo mientras se conversa sin prisas.
Prudente también es medir sus amenazas y su “tirar de la manta”. Al fin y al cabo, apuntar a la Jefatura del Estado no suele ser conveniente si uno es alérgico al veneno o a los accidentes de helicóptero. Prudente Ábalos.
Justicia
Sea o no culpable, JLA encontró un silogismo lógico impecable: si dimito ahora - acto que se verá como de asunción de culpa - y más adelante se demuestra mi inocencia, ¿cuál es el plan para restituir mi honor? Ábalos resumiendo el problema moral de toda cancelación (en realidad resuelto desde el derecho romano). Y de paso asegurándose un sueldito porque - recordemos - tiene nada menos que cinco hijos a su cargo.
No sabemos cómo es José Luis Ábalos en realidad, no sabemos si ha robado mucho poco o incluso nada. Pero si sabemos una cosa: nos ha enseñado algo sobre nosotros mismos.