El pasado viernes 26 Biznaga llenaron La Riviera. Durante el concierto se dieron un homenaje a sí mismos y a todos sus seguidores, celebrando un rito tan calculado como gozoso. Una de sus mayores virtudes es tenerlo todo muy bien pensado y, sutilmente, consiguieron algo dificilísimo: hacer una actuación que fuera un repaso a lo que han hecho hasta ahora y, a la vez, estar completamente comprometidos con el presente.
Sobre su trayectoria
A la hora de hablar de los detalles, conviene mencionar que Biznaga marcó parte de mi educación musical durante mis 20, así que no voy a ser en absoluto objetivo. Pero qué decir cuando invitan a Sistema de Entretenimiento para abrir (pena que sonaran bajito) y, sobre todo, a detalles como la música que escogieron para que sonara antes de salir a tocar. Primero, “Solución suicida”, de una leyenda underground de los 80 en Coruña, mi ciudad, los grandísimos Viuda Gómez e hijos. Segundo, “Estafas”, de ese tótem llamados Los Claveles de Marcos Rojas. Para ser generacional, signifique lo que signifique eso, un grupo tiene que estar pendiente a su entorno y compartir las referencias. Biznaga lo hacen y se lo agradecemos.
En el primer tercio de concierto, tras abrir con “Mediocridad y confort” (gran canción para establecer un estado de ánimo; siempre contradictorio ver a gente grabándola con el móvil), hicieron un primer parón para hablar del pasado y denunciar el cierre de la Rock Palace (sala que siempre recordaremos con cariño), agradecieron a los que llevaban años siguiéndoles e hicieron “Divino fracaso"1 eny “Las brigadas enfadadas”, piedras angulares de esa obra maestra llamada “Centro Dramático Nacional”.
Continuaron haciendo un repaso a los últimos dos discos, los más coreados. Mención aparte merece lo bien que tocan y suenan, cosa que ya pasaba en los tiempos rockpalacianos, pero que han llevado a otro nivel en la voz (esos agudos?!), las guitarras y la demoledora pero a la vez saltimbanqui (powerpop) sección rítmica. No solo eso, sino que suma mucho la incorporación de Torete, sangre nueva del 99 (eso de ser una banda generacional que se fija en el entorno), y un animal de escenario que hasta se arrancó con un momento iolololó terereré Freddie Mercury (tope divertido y de óptima duración, mejor no alargarlo, cesó justo cuando empezaba el runrún de nuestros amigos punkies vieja escuela).
Setlist: “No lugar”. Dio la casualidad de que fui a orinar durante esta canción; y para “no lugar” los baños de hombres de La Riviera. Decenas de cabizbajos señores miccionando en silencio, insertos en un pasillo con luz blanca y horrible alicatado gris, mientras la música se escucha de fondo no más fuerte que un ligero rumor. Mis vecinos de letrina y yo estuvimos de acuerdo: por favor instalen ahí abajo, señores de La Riviera, un altavoz bluetooth o cualquier cosa que meta un poco de ruido.
A la salida nos fuimos ya directos al agradable y benigno pogo.
Setlist: Adalides de la nada, un absoluto himno de los 2010 en Madrid, y parón. Primer final de concierto, el que mira al pasado.
Sobre el presente
Hay que hablar de lo que significa llenar La Riviera: es evidente que entre 2.500 personas tiene que haber gente de todo tipo. Nosotros (hasta ingresar definitivamente en el pogo) teníamos detrás un grupo de punkis con camisetas de Bad Brains o Eskorbuto; delante jerséis caros y ropajes en tonos granate y caqui. Y que más da, prejuzgar en estas cosas es del todo absurdo. La realidad fue siempre de fraternidad y sudor puño en alto. Es una rara virtud de Biznaga la de conseguir esta comunión de público variopinto2, y sospecho que es porque, al menos estrictamente en las canciones, su mensaje y estética no apela tanto a acciones políticas concretas sino a una moral más universal: rebeldía, tocapelotismo; defensa del débil frente al fuerte, categorías morales a las que uno se tiene que adherir si o si. Porque recordad: los punks son buena gente yendo de malos; los hippies son mala gente yendo de buenos:
No obstante, durante el concierto, fueron más explícitos en su compromiso con el presente, cosa que les honra, es coherente y que fueron capaces de llevar a cabo sin hacer que la música perdiera protagonismo. Lo hicieron mediante una bandera palestina en el escenario, ahí arriba desde el principio para zanjar las dudas que hubiere, y a través de lo que pasó a continuación:
Setlist: Tras “Adalides de la nada”, invitan al escenario al sindicato de inquilinas de Madrid. “Los barrios son para quien las habitan y punto”. “Nos explota el jefe y nos roba el casero”, dicen.
Mientras el público canta “un desalojo otra ocupación”, comienzan los acordes de “Madrid nos pertenece”: qué bonito y qué apropiado. Como os decía, se las apañaron para hacer dos finales de concierto, uno mirando hacia atrás y ,este otro, anclado de manera innegociable en el compromiso con el presente.
Setlist: “Una ciudad cualquiera” ultimísima canción y, como hablar de la parca está bien para acabar un concierto, eso hacen. Broche perfecto, postre final.
Al acabar, se hace inevitable pensar en el futuro: un grupo punk, ¿Dónde tocan después de llenar La Riviera? ¿Qué es lo siguiente? ¿O, dicho de otra manera, cómo escapar a lo que ellos mismos decían en “Mediocridad y confort”, hoy vanguardia, mañana decoración? Muchas ganas de ver cómo consiguen evitar ser colgados en la pared del salón.
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1 Me han chivado que se va a volver a poner de moda “El Desencanto” de Jaime Chávarri, lo que quizá permita disfrutar a más gente del contexto de aquella frase de gélida belleza, como todas las líneas que escribió Leopoldo María: “señora, su hijo, puede ser todo o nada”
2 Sobre cierta ppresencia en el bolo prefiero no hablar para no regalarle a esos tipos lo que quieren, que no es más atención y confrontación.