Este verano es de y para las chicas de internet. Girls and gays. El público quería divertirse y bailar, dos solistas internacionales detectaron la necesidad y ahora recogen sus frutos: tienen a toda la juventud anglosajona dando bandazos a las tres de la mañana en un gallinero subterráneo para subirlo a TikTok. Charli XCX y Chappell Roan han conseguido revalorizar el clubbing y el drag. Le han puesto nombre al verano y han decidido que será para las chicas desordenadas, ególatras, que se difuminan a propósito el eyeliner y el labial. Para lo descarado, el desastre, el alcohol, la franqueza, las drogas y lo camp.
Y me encanta.
Después de tragar durante los últimos años con álbumes lacrimógenos (los cuales me he comido con patatas porque también me encantan) típicamente pop; ahora que están de moda los productos suaves y las voces aterciopeladas, casi susurradas —como la de Sabrina Carpenter, ex chica Disney que comparte el podio de nueva estrella pop con Olivia Rodrigo y a la que comparan con Taylor Swift— llegan estas dos a mezclar el pop con no se sabe muy bien qué y renegar de la ternura. Reclaman la belleza de la sobreactuación y la risa, exponen sus vergüenzas, establecen los nuevos límites para conceptos tan etéreos como “ser guay” y se coronan como las dos nuevas divas de la subcultura de internet.
La gente ha bebido desesperada de una estética que ofrece naturalidad y rompe con la rigidez esquemática de arquetipos ya antiguos como la clean girl, admirada, con su moño perfecto, sus dos litros de agua al día y su rutina de gimnasio que comienza de madrugada.
La propuesta de Charli XCX y Chappell es férrea también en lo emocional, porque se aleja de las aspiraciones permanentemente correctas en lo moral y ofrece una perspectiva más empática con los errores que hacen que una persona joven sea, pues eso, un humano.
A Roan le da completamente igual dar cringe con sus tocados y sus letras sobre amantes. Se la suda enseñar sus inseguridades. El público la adora por ello, memoriza las coreografías y la mete en el top 10 Global de Spotify. En prácticamente todos los festivales en los que ha actuado ha ido a verla más gente que al cabeza de cartel, fuera quien fuese.
“When you wake up next to him in the middle of the night
With your head in your hands, you're nothing more than his wife
And when you think about me, all of those years ago
You're standing face to face with ‘I told you so”,
dice el puente de su tema más famoso, Good Luck, Babe
Y mientras, el primer cigarro de resaca por la mañana te lo patrocina XCX. La británica hace las paces públicamente con Lorde en una canción colaborativa que habla sobre la feminidad, sobre lo difícil que es entablar una amistad entre dos mujeres alejada de envidias, labrada sobre un apoyo incondicional. La peña pop se ha vuelto loca. Ambas cantantes lo avisan, de hecho, en la letra de la versión, llamada The Girl, So Confusing:
“It's you and me on the coin
The industry loves to spend
And when we put this to bed
The internet will go crazy”
El álbum de XCX, Brat, es precisamente el que da nombre a este verano arrogante y disfrutón. “Paso del hot girl summer y el clean girl summer, o del portuguese summer. Yo solo quiero follar. Vamos todas a tener un brat girl summer”. La frase se repite en todas las redes sociales, que han hecho de la portada un meme. Al igual que su anterior disco, este también bebe de la escena rave underground del Reino Unido. Las canciones, mezcla de tecno e hiperpop, hablan en discotecas sobre la segregada vida nocturna queer, la apatía de la rutina y la desesperación de acercarse a la treintena.
El diseño que rodea a la música de Charli, el producto de marketing en sí, no se puede entender sin internet. El color de la portada, verde neón, es el de la temporada estival. Hace valer a la estética Y2K, que ya está de moda desde hace meses, y que adoptaron primero artistas como Rosalía o Bad Gyal, pero que todavía no es lo suficientemente mainstream como para que deje de ser guay.
Lo del vestuario de Roan podría considerarse directamente drag. Si Joe Biden hubiese querido ser razonable y pirarse, la cantante de 26 años podría haber sido un asset perfecto para la campaña electoral del nuevo candidato demócrata a las elecciones estadounidenses. En serio.
En fin: que bienvenida sea la diversión, el descaro, la fiesta, los pantalones de tiro bajo y las voces nuevas de la música internacional que hacen feliz a mucha gente y la obsesionan con la idealización de un verano seguramente inalcanzable, pero mejor que nada.