Carretera y playlist

Escuchar música mientras conduces. La mezcla de soledad (o la compañía correcta), concentración, paisaje y momento: una dimensión que lo abarca todo.

No somos los primeros, obvio, en pensar en esto. Quique González cantándole a la N-634, Sports Teams a la M5, cualquier grupo que se te ocurra ( aquí nos quedamos con The Thrills) cantándole a la Big Sur: escuchar música mientras conduces va más allá de cualquier experiencia musical que hayas podido tener nunca. La mezcla de soledad ( o, bueno, la compañía correcta), concentración, paisaje y momento: una dimensión que lo abarca todo y que irá unida irremediablemente, a las canciones que sonaban mientras huías de algo o, quizá, te pillaron de camino a un principio. Quizá, también, pueda ser algo tan mundano como el camino que te lleva a la rutina cada día y que la rompe. 

¿Es un cambio de rasante postrock? ¿Pondrías salsa para encadenar una serie de curvas?¿Con qué canción rozarías la multa por exceso de velocidad? ¿Prefieres canciones desconocidas en una carretera conocida o viceversa?


Pau Martí -  Ruta 5 (5號幹綫)

En 2023, tuve la oportunidad de vivir unos meses en Hong Kong como estudiante de intercambio. Rápidamente me enamoré de la idiosincrasia tan especial del Puerto Fragante y su riquísima cultura que hoy poco a poco se desvanecen; eso incluye también, naturalmente, la música.

Dice Calamaro en la canción homónima con C. Tangana que «lo que no hay en Hong Kong es que no existe», y ese tema de El madrileño ciertamente encapsula el maravilloso caos del lugar, donde un paseo normal y corriente podía convertirse en cualquier plan. Ya sólo coger cada día el minibús hacia el metro era una aventura, volando entre carreteras de montaña y rascacielos; con el volante en manos de señores de cincuentaylargos que serpenteaban entre el tráfico a toda velocidad con profesional indiferencia.

De entre todos los Shazams y recomendaciones, si me quedo con un descubrimiento fue la música que estos conductores escuchaban mientras trabajaban: viejas glorias del cantopop y el mandopop; el equivalente local a nuestros Nino Bravo o Julio Iglesias. Una maravilla.

Ahora vozarrones como el de Leslie Cheung me acompañan en mi día a día, y escucharlos me hace volver a esos tiempos tan frenéticos y felices. ¡Espero que les gusten!


Amaya Sánchez - A-4

La Autovía del Sur parte de Madrid, atraviesa la Mancha y se extiende hasta los campos salpicados por olivares de Andalucía. Me conozco esta ruta como la palma de mi mano y podría caminarla con los ojos cerrados de tantas veces que la he recorrido. Desde que tengo conciencia he estado en áreas de servicio de la A-4 descansando con mi familia, comiendo roscos de vino y tortillitas de San José que preparaba mi abuela. Me crié entre dos paisajes, muy distintos y muy secos los dos: La Mancha y Andalucía. Los largos trayectos por esta autovía que unía las dos casas me remiten a mi infancia, mi familia y la comida de mi tierra, Córdoba. Por el camino, mi padre se encargaba de la música, tenía una colección de discos admirable en la guantera. Camarón de la Isla, Paco de Lucía, Extremoduro, AC/DC, Van Halen, Evanescence, Radio Futura y tantos otros se reunían en la misma disquetera gastada de tanto viaje. Si escuchábamos la radio era siembre Rock FM, aunque mi madre prefería Los40 Principales, Amy Winehouse, Aretha Franklin, Maná y Eros Ramazotti. Todo lo que sé sobre música se lo debo a ellos. Mi padre giraba la rueda del volumen de la radio hacia la izquierda y nos preguntaba —mirándonos a los dos pequeños hermanos por el retrovisor con los ojos chisporroteando— ¿sabéis quién canta? Esta es una selección musical de aquellos momentos.

Raül López - R-3

Una vez alguien me dijo que lo mejor de Madrid es la facilidad para salir de Madrid. En el caso de querer tirar dirección Valencia sería cierto si quitásemos los viernes por la tarde, sábados, festivos, puentes nacionales, puentes locales, fallas, fallas, semana santa, navidad y cualquier fin de semana entre mayo y octubre dónde el Mediterráneo esté mínimamente bañable. Si uno enfila la Autovía Nacional del Este aka carretera de Valencia aka A-3 en esas ventanas temporales sabe que, en la “curva-derecha-4-ras” en bajada a la altura de Rivas-Vaciamadrid, las posibilidades de ir a más de 8km/h son nulas. Esta curva coincide con las coordenadas más occidentales dónde uno puede escuchar un “putos madrileños (sic)”. Es por eso que siempre tomo la R-3. Si algún día escribiese la Guía del Autopistista Ibérico, la R-3 abriría el libro. Cuesta 3,35€ por unos 30km. No hay radares. El firme está perfecto. 20-25 minutos de tramo. Te ahorra unos 5 minutos con tráfico normal y hasta 30 en caso de atasco rivense. NO hay radares. Permite salir de Madrid, rápido. La playlist adjunta refleja esa constelación de emociones y excitación que uno siente cuando está escapando el corazón de la bestia, por fin, rumbo a la terreta.

Marina Munar - A-7

Setecientos noventa y seis kilómetros es la distancia que separa Barcelona y Almería en coche. Si consideramos la baja frecuencia de vuelos y sus elevados precios para viajar entre estas dos ciudades —o entre Almería y casi cualquier otra ciudad, en realidad—, esos setecientos noventa y seis kilómetros hasta parecen pocos.

Por herencia familiar, me ha tocado hacer ese trayecto como mínimo, y siendo tacaña, cuatro veces al año desde que nací. Por muy pesado que pueda parecer, no lo es tanto si te lo vendo como la transición a mi otro yo. Esa distancia me permite adentrarme en mi yo veraniego poco a poco, cogiendo carrerilla para empezar de verdad las vacaciones, las de no hacer nada. Y también es la transición a la vuelta a la rutina, a mi yo más serio y con menos salero —con permiso de mis amigos andaluces—.

En esas tropecientas mil horas he llegado a perfeccionar cómo repartir el ocio, los líquidos y el sueño para que se haga lo más liviano posible y esta playlist está entre los esenciales del viaje de ida. No tengo muchos pins en Google Maps, pero los que tengo son efectivos: como la gasolinera buena que hay en Zaragoza de camino al norte o esta de aquí para hacer la bocata-pipí-pausa de turno en la Comunidad Valenciana a mitad de trayecto. Siempre dicen que si hay camioneros, es un buen sitio, pero el viaje ya es demasiado pesado cómo para ir buscando un buen sitio a la brava. 

Fernando López-Pita
- Grosvenor Rd

Debido a una cadena de decisiones cuestionables, me quedé en Londres durante el Coronavirus. Bueno, las elecciones no eran quizá tan cuestionables, dado que en España la cerrazón era total, y que quise arrimar el hombro en el curro. El caso es que allí varé mi barco, trabajando más horas que un reloj sin apenas salir de casa. Vinieron al rescate libros gordos (como Los Detectives Salvajes) y espectrales paseos en bici hasta los parques (como Battersea Park). En esa época, hice esta lista de canciones para mi madre, pero que pronto se extendió bastante entre amistades y familia. Él único hilo conductor es que me ponían de un necesario buen humor. Pero no de un humor limpio y perfecto (Show de Truman, Grand Prix del Verano), sino más bien de un humor de vuelta, del optimismo que viene tras la resignación completa ante una situación de mierda. Conviven Emilio José, Prefab Sprout, John Cale o Fela Kuti. Un jaleo.

Al final, huí de Inglaterra, pero siempre asociaré esta lista a alquilar a mano izquierda una bici y empezar al pedalear por el carril equivocado, no sin antes despedirme (see ya, mate) de la estación eléctrica a mano derecha: tales eran mis ganas de hablar con quien fuera.

María Olmedo - Ma-601

Y, aunque llevo dos años sin conducir (por un accidente estúpido con un patinete eléctrico del que aún no he superado la fobia y no he conseguido coger un volante), tengo una carretera preciosa en la que es imposible no romantizar la vida —y no sólo lo consigo hacer yo, aunque soy una romántica empedernida, como alguna vez me ha chivado mi Spotify Wrapped—, y ponerse o bien una playlist de los clásicos de 4/40 o el disco de la mejor artista italiana del mundo: Gianna Nannini, concretamente Grazie y la canción:


Claudia Carrasco - Carretera de Extremadura

Cada vez que viajo a mi pueblo me hace mucha gracia la idea de llevarme a estos dos chicos Noruegos tan simpáticos. Algo así como si llevara de visita a unos amigos del Erasmus para que conocieran la Extremadura profunda. Me los imagino comiendo jamón, aunque seguramente sean vegetarianos, atragantándose con el hueso de las aceitunas y comiéndose un buen plato de migas con la voz de Robe de fondo y me hace reír. Pocas cosas me parecen más cómicas que imaginarme a Kings of Convenience llegando a Los Santos de Maimona, así que me los llevo conmigo, aunque sea en espíritu.


Mj Bernáldez
- N-630. Pk 552 - Pk 510

La N-630 recrea, atravesando España desde el puerto de Sevilla al puerto de Gijón, la Ruta de la Plata por la que los romanos iban y venían de Norte a Sur. Como todas las nacionales, la aparición de las autovías atravesando y vaciando aún más algunos tramos le quitó el lustre y el sentido de la aventura de antaño para dejar paso a la eficiencia y la velocidad un par de kilómetros más allá. De su desaparición en el tramo más al norte y las secuelas de esas heridas Óscar García Sierra, por ejemplo, ya ha editado dos libros fantásticos. La parte más al sur sobrevive, a día de hoy, por la belleza de las sierras del sur de Extremadura, del norte de Sevilla y toda parte aprovechable de los cerdos que habitan en ellas, entre otras cosas. 

Pero mi infancia transcurrió en la zona que desapareció cuando lo hizo el tráfico que le daba vida. Durante más de una década, cada viernes, cada domingo, el coche familiar recorría, del Km 510 al 552. Los viernes hacia el sur. Los domingos, de vuelta al norte. Una pesadilla inexorable que transcurría entre anuncios locutados por Pepe Domingo Castaño, adelantamientos de infarto entre camiones con el cartel de Veículo Longo portugueses, canciones de Los Panchos y un par de toros de Osborne. Odiaba ese camino. Con todas mis ganas. Había días en las que tardábamos 30 minutos. Había tardes de casi 100. Para cuarenta y dos kilómetros. 

El único momento de belleza que permitía la carretera eran las curvas del Tajo . En realidad atravesábamos dos ríos, el Tajo y el Almonte, pero el Alagón siempre fue un afluente menor que no entraba en la geolocalización. No hacía falta. De repente las masas de agua de los ríos y los embalses hacían más suave la tarde llena de curvas, frenazos y amagos de vómito. Si ese año había llovido mucho, soñábamos con que, por fin, parábamos para bañarnos en el río, sin prisa por ir ni volver a ningún sitio. Si era año de sequía, mis hermanos y yo jugábamos a adivinar cuánto se vería de las torres escondidas bajo el agua embalsada. Si teníamos suerte, además, si mi padre había calculado bien, en la pared rocosa contraria al agua, el tren.

La playlist con la que invito a recorrerla ahora no está, para nada, llena de nostalgia noventera. Esas canciones, como la vida que había en esa carretera, quedaron atrás. La mirada con la que la recorro ahora es otra: la de ir despacio no porque no te queda más remedio, sino porque lo has elegido tú. Me tomo mi tiempo para elegir qué quiero escuchar, canciones con un brochazo de épica, que recuerdan el paso de rito a la vida adulta, el duelo, la pérdida pero, sobre todo, la sensación de pertenencia.

Para atravesar la provincia de Cáceres de norte a sur, ahora tenemos una autovía, la A-66, un poco más lejos de los embalses y, definitivamente, sin curvas. Tampoco se ve el nuevo tren, prometido desde hace años, pero con las vías vacías esperándolo. 

Ahora, que todo es más fácil, elijo atravesar la provincia por la nacional, sabiendo que tendré que ir más despacio, que maldeciré a todos y cada uno de los ciclistas que me iré encontrando, como si fueran camiones portugueses. Cada curva del Tajo será sólo mía durante ese rato, sin prisa, frenando para que las canciones coincidan con los puntos geográficos que me interesan, para que la memoria los fije, como si fueran recuerdos de la infancia, como las marcas de agua de las torres que se esconden bajo los embalses.

sustrato, como te habrás dado cuenta ya, es un espacio diferente. No hacemos negocio con tus datos y aquí puedes leer con tranquilidad, porque no te van a asaltar banners con publicidad.

Estamos construyendo el futuro de leer online en el que creemos: ni clickbait ni algoritmo, sino relación directa con escritores sorprendentes. Si te lo puedes permitir y crees en ello, te contamos cómo apoyarnos aquí:
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Música

Carretera y playlist

Escuchar música mientras conduces. La mezcla de soledad (o la compañía correcta), concentración, paisaje y momento: una dimensión que lo abarca todo.

No somos los primeros, obvio, en pensar en esto. Quique González cantándole a la N-634, Sports Teams a la M5, cualquier grupo que se te ocurra ( aquí nos quedamos con The Thrills) cantándole a la Big Sur: escuchar música mientras conduces va más allá de cualquier experiencia musical que hayas podido tener nunca. La mezcla de soledad ( o, bueno, la compañía correcta), concentración, paisaje y momento: una dimensión que lo abarca todo y que irá unida irremediablemente, a las canciones que sonaban mientras huías de algo o, quizá, te pillaron de camino a un principio. Quizá, también, pueda ser algo tan mundano como el camino que te lleva a la rutina cada día y que la rompe. 

¿Es un cambio de rasante postrock? ¿Pondrías salsa para encadenar una serie de curvas?¿Con qué canción rozarías la multa por exceso de velocidad? ¿Prefieres canciones desconocidas en una carretera conocida o viceversa?


Pau Martí -  Ruta 5 (5號幹綫)

En 2023, tuve la oportunidad de vivir unos meses en Hong Kong como estudiante de intercambio. Rápidamente me enamoré de la idiosincrasia tan especial del Puerto Fragante y su riquísima cultura que hoy poco a poco se desvanecen; eso incluye también, naturalmente, la música.

Dice Calamaro en la canción homónima con C. Tangana que «lo que no hay en Hong Kong es que no existe», y ese tema de El madrileño ciertamente encapsula el maravilloso caos del lugar, donde un paseo normal y corriente podía convertirse en cualquier plan. Ya sólo coger cada día el minibús hacia el metro era una aventura, volando entre carreteras de montaña y rascacielos; con el volante en manos de señores de cincuentaylargos que serpenteaban entre el tráfico a toda velocidad con profesional indiferencia.

De entre todos los Shazams y recomendaciones, si me quedo con un descubrimiento fue la música que estos conductores escuchaban mientras trabajaban: viejas glorias del cantopop y el mandopop; el equivalente local a nuestros Nino Bravo o Julio Iglesias. Una maravilla.

Ahora vozarrones como el de Leslie Cheung me acompañan en mi día a día, y escucharlos me hace volver a esos tiempos tan frenéticos y felices. ¡Espero que les gusten!


Amaya Sánchez - A-4

La Autovía del Sur parte de Madrid, atraviesa la Mancha y se extiende hasta los campos salpicados por olivares de Andalucía. Me conozco esta ruta como la palma de mi mano y podría caminarla con los ojos cerrados de tantas veces que la he recorrido. Desde que tengo conciencia he estado en áreas de servicio de la A-4 descansando con mi familia, comiendo roscos de vino y tortillitas de San José que preparaba mi abuela. Me crié entre dos paisajes, muy distintos y muy secos los dos: La Mancha y Andalucía. Los largos trayectos por esta autovía que unía las dos casas me remiten a mi infancia, mi familia y la comida de mi tierra, Córdoba. Por el camino, mi padre se encargaba de la música, tenía una colección de discos admirable en la guantera. Camarón de la Isla, Paco de Lucía, Extremoduro, AC/DC, Van Halen, Evanescence, Radio Futura y tantos otros se reunían en la misma disquetera gastada de tanto viaje. Si escuchábamos la radio era siembre Rock FM, aunque mi madre prefería Los40 Principales, Amy Winehouse, Aretha Franklin, Maná y Eros Ramazotti. Todo lo que sé sobre música se lo debo a ellos. Mi padre giraba la rueda del volumen de la radio hacia la izquierda y nos preguntaba —mirándonos a los dos pequeños hermanos por el retrovisor con los ojos chisporroteando— ¿sabéis quién canta? Esta es una selección musical de aquellos momentos.

Raül López - R-3

Una vez alguien me dijo que lo mejor de Madrid es la facilidad para salir de Madrid. En el caso de querer tirar dirección Valencia sería cierto si quitásemos los viernes por la tarde, sábados, festivos, puentes nacionales, puentes locales, fallas, fallas, semana santa, navidad y cualquier fin de semana entre mayo y octubre dónde el Mediterráneo esté mínimamente bañable. Si uno enfila la Autovía Nacional del Este aka carretera de Valencia aka A-3 en esas ventanas temporales sabe que, en la “curva-derecha-4-ras” en bajada a la altura de Rivas-Vaciamadrid, las posibilidades de ir a más de 8km/h son nulas. Esta curva coincide con las coordenadas más occidentales dónde uno puede escuchar un “putos madrileños (sic)”. Es por eso que siempre tomo la R-3. Si algún día escribiese la Guía del Autopistista Ibérico, la R-3 abriría el libro. Cuesta 3,35€ por unos 30km. No hay radares. El firme está perfecto. 20-25 minutos de tramo. Te ahorra unos 5 minutos con tráfico normal y hasta 30 en caso de atasco rivense. NO hay radares. Permite salir de Madrid, rápido. La playlist adjunta refleja esa constelación de emociones y excitación que uno siente cuando está escapando el corazón de la bestia, por fin, rumbo a la terreta.

Marina Munar - A-7

Setecientos noventa y seis kilómetros es la distancia que separa Barcelona y Almería en coche. Si consideramos la baja frecuencia de vuelos y sus elevados precios para viajar entre estas dos ciudades —o entre Almería y casi cualquier otra ciudad, en realidad—, esos setecientos noventa y seis kilómetros hasta parecen pocos.

Por herencia familiar, me ha tocado hacer ese trayecto como mínimo, y siendo tacaña, cuatro veces al año desde que nací. Por muy pesado que pueda parecer, no lo es tanto si te lo vendo como la transición a mi otro yo. Esa distancia me permite adentrarme en mi yo veraniego poco a poco, cogiendo carrerilla para empezar de verdad las vacaciones, las de no hacer nada. Y también es la transición a la vuelta a la rutina, a mi yo más serio y con menos salero —con permiso de mis amigos andaluces—.

En esas tropecientas mil horas he llegado a perfeccionar cómo repartir el ocio, los líquidos y el sueño para que se haga lo más liviano posible y esta playlist está entre los esenciales del viaje de ida. No tengo muchos pins en Google Maps, pero los que tengo son efectivos: como la gasolinera buena que hay en Zaragoza de camino al norte o esta de aquí para hacer la bocata-pipí-pausa de turno en la Comunidad Valenciana a mitad de trayecto. Siempre dicen que si hay camioneros, es un buen sitio, pero el viaje ya es demasiado pesado cómo para ir buscando un buen sitio a la brava. 

Fernando López-Pita
- Grosvenor Rd

Debido a una cadena de decisiones cuestionables, me quedé en Londres durante el Coronavirus. Bueno, las elecciones no eran quizá tan cuestionables, dado que en España la cerrazón era total, y que quise arrimar el hombro en el curro. El caso es que allí varé mi barco, trabajando más horas que un reloj sin apenas salir de casa. Vinieron al rescate libros gordos (como Los Detectives Salvajes) y espectrales paseos en bici hasta los parques (como Battersea Park). En esa época, hice esta lista de canciones para mi madre, pero que pronto se extendió bastante entre amistades y familia. Él único hilo conductor es que me ponían de un necesario buen humor. Pero no de un humor limpio y perfecto (Show de Truman, Grand Prix del Verano), sino más bien de un humor de vuelta, del optimismo que viene tras la resignación completa ante una situación de mierda. Conviven Emilio José, Prefab Sprout, John Cale o Fela Kuti. Un jaleo.

Al final, huí de Inglaterra, pero siempre asociaré esta lista a alquilar a mano izquierda una bici y empezar al pedalear por el carril equivocado, no sin antes despedirme (see ya, mate) de la estación eléctrica a mano derecha: tales eran mis ganas de hablar con quien fuera.

María Olmedo - Ma-601

Y, aunque llevo dos años sin conducir (por un accidente estúpido con un patinete eléctrico del que aún no he superado la fobia y no he conseguido coger un volante), tengo una carretera preciosa en la que es imposible no romantizar la vida —y no sólo lo consigo hacer yo, aunque soy una romántica empedernida, como alguna vez me ha chivado mi Spotify Wrapped—, y ponerse o bien una playlist de los clásicos de 4/40 o el disco de la mejor artista italiana del mundo: Gianna Nannini, concretamente Grazie y la canción:


Claudia Carrasco - Carretera de Extremadura

Cada vez que viajo a mi pueblo me hace mucha gracia la idea de llevarme a estos dos chicos Noruegos tan simpáticos. Algo así como si llevara de visita a unos amigos del Erasmus para que conocieran la Extremadura profunda. Me los imagino comiendo jamón, aunque seguramente sean vegetarianos, atragantándose con el hueso de las aceitunas y comiéndose un buen plato de migas con la voz de Robe de fondo y me hace reír. Pocas cosas me parecen más cómicas que imaginarme a Kings of Convenience llegando a Los Santos de Maimona, así que me los llevo conmigo, aunque sea en espíritu.


Mj Bernáldez
- N-630. Pk 552 - Pk 510

La N-630 recrea, atravesando España desde el puerto de Sevilla al puerto de Gijón, la Ruta de la Plata por la que los romanos iban y venían de Norte a Sur. Como todas las nacionales, la aparición de las autovías atravesando y vaciando aún más algunos tramos le quitó el lustre y el sentido de la aventura de antaño para dejar paso a la eficiencia y la velocidad un par de kilómetros más allá. De su desaparición en el tramo más al norte y las secuelas de esas heridas Óscar García Sierra, por ejemplo, ya ha editado dos libros fantásticos. La parte más al sur sobrevive, a día de hoy, por la belleza de las sierras del sur de Extremadura, del norte de Sevilla y toda parte aprovechable de los cerdos que habitan en ellas, entre otras cosas. 

Pero mi infancia transcurrió en la zona que desapareció cuando lo hizo el tráfico que le daba vida. Durante más de una década, cada viernes, cada domingo, el coche familiar recorría, del Km 510 al 552. Los viernes hacia el sur. Los domingos, de vuelta al norte. Una pesadilla inexorable que transcurría entre anuncios locutados por Pepe Domingo Castaño, adelantamientos de infarto entre camiones con el cartel de Veículo Longo portugueses, canciones de Los Panchos y un par de toros de Osborne. Odiaba ese camino. Con todas mis ganas. Había días en las que tardábamos 30 minutos. Había tardes de casi 100. Para cuarenta y dos kilómetros. 

El único momento de belleza que permitía la carretera eran las curvas del Tajo . En realidad atravesábamos dos ríos, el Tajo y el Almonte, pero el Alagón siempre fue un afluente menor que no entraba en la geolocalización. No hacía falta. De repente las masas de agua de los ríos y los embalses hacían más suave la tarde llena de curvas, frenazos y amagos de vómito. Si ese año había llovido mucho, soñábamos con que, por fin, parábamos para bañarnos en el río, sin prisa por ir ni volver a ningún sitio. Si era año de sequía, mis hermanos y yo jugábamos a adivinar cuánto se vería de las torres escondidas bajo el agua embalsada. Si teníamos suerte, además, si mi padre había calculado bien, en la pared rocosa contraria al agua, el tren.

La playlist con la que invito a recorrerla ahora no está, para nada, llena de nostalgia noventera. Esas canciones, como la vida que había en esa carretera, quedaron atrás. La mirada con la que la recorro ahora es otra: la de ir despacio no porque no te queda más remedio, sino porque lo has elegido tú. Me tomo mi tiempo para elegir qué quiero escuchar, canciones con un brochazo de épica, que recuerdan el paso de rito a la vida adulta, el duelo, la pérdida pero, sobre todo, la sensación de pertenencia.

Para atravesar la provincia de Cáceres de norte a sur, ahora tenemos una autovía, la A-66, un poco más lejos de los embalses y, definitivamente, sin curvas. Tampoco se ve el nuevo tren, prometido desde hace años, pero con las vías vacías esperándolo. 

Ahora, que todo es más fácil, elijo atravesar la provincia por la nacional, sabiendo que tendré que ir más despacio, que maldeciré a todos y cada uno de los ciclistas que me iré encontrando, como si fueran camiones portugueses. Cada curva del Tajo será sólo mía durante ese rato, sin prisa, frenando para que las canciones coincidan con los puntos geográficos que me interesan, para que la memoria los fije, como si fueran recuerdos de la infancia, como las marcas de agua de las torres que se esconden bajo los embalses.

sustrato, como te habrás dado cuenta ya, es un espacio diferente. No hacemos negocio con tus datos y aquí puedes leer con tranquilidad, porque no te van a asaltar banners con publicidad.

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