El metro es un no lugar. Un no lugar es como los rimbombantes apodamos a los sitios incómodos. Los no lugares, como aprendimos con la ciénaga de Shrek, pueden des-negarse. Una chica canta Llorona en Diego de León. No sé quién fue Diego de León. Lo malo de pasar a la Historia como parada de metro es que pasas a la historia como parada de metro. Al despertar Diego de León, tras un sueño intranquilo, se encontró convertido en un transbordo. La gente no odia los transbordos. La gente odia el metro. Si les gustara los disfrutarían. Nadie va al parque de atracciones y se monta solo en la lanzadera. En las aplicaciones de ligar (que son un no-ligar) hago fortuna al señalar que no me gusta leer de pié en el metro. Pero cuando me siento sueño con comprar un piso sobre plano y echar raíces en la circular. Que me salgan canas en la línea gris. A Gregorio Samsa no le horrorizaba despertar, sino despertar como cucaracha. Si te cruzas con la chica que canta Llorona, Diego de León deviene en diente y soplas y pides un deseo. Lo dijo Ska P antes que Rebeca Solnit: del paraíso al infierno hay un paso nada más. El metro es un no lugar porque no es un multiverso. Si lo fuera, en todos los vagones todos podrían escucharla, al suburbano le llamaríamos tiny desk y nadie escribiría textos como éste. Le voy a dar un euro y a soplar mi Diente de León, a ver si hay suerte.