Hay un cuento de mi prima Amaia Renedo que dice: “En sueños lo habíamos conseguido. Hablar sin decir una sola palabra”.
La complicidad me fascina desde que sé qué se asocia al crimen y al grupo Cómplices y a su canción de es por ti que soy un duende cómplice del tiempo1. ¿Cómo vas a ser cómplice del tiempo? ¿Os imagináis que las únicas personas en la historia de la humanidad que han conseguido ser cómplices del tiempo2 han sido Teo y María, de Cómplices? ¿Qué pasaría si dejaran de ser cómplices entre sí? ¿O si perdieran su condición de duendes? ¿Se rompería el tiempo, como un reloj estampado contra el suelo de la entropía?
No soy músico, y siempre me ha fascinado ese momento en el que el guitarrista se acerca al bajista y ambos tocan al unísono, para hacerse los chulos, para presumir de coleguismo, de sintonía. El Paco y yo somos los mejores. La complicidad, a veces, requiere de admiradores externos que la refuercen, que la sellen, que la certifiquen. Subes una foto a insta y te dicen ay que monos y te ponen corazones. Otras no, otras es ajenófoba. Mi hermana y yo compartimos un lenguaje de humor imbécil, apoyados en referencias meméticas propias. Y ella, de pequeña, estaba tan contenta con ese hallazgo que pretendía compartirlo con el mundo. Marina no entendía que nuestra capacidad para encontrar a Wally en un capítulo ramdom de la octava temporada de Los Simpson era un dialecto patrimonial Gómez Garrido. Que no era un chiste para contar en alto y así reírnos todos. Crear un lenguaje es shitposting. Es estar encantado de conocerse a sí mismo pero con otros. Desde dentro es euforia, desde fuera confusión.
Termina su microcuento mi prima Amaia Renedo. “Aunque fue aquella noche cuando nos besamos por primera vez, en sueños habíamos creado un lenguaje”
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1 Sé que es del viento, pero de pequeño me la aprendí mal y Dios escribe con renglones torcidos.
2 Carlo Rovelli sugiere en El órden del tiempo que no existe una variable tiempo a nivel “fundamental”, y que la “temporalidad” está profundamente ligada al “desenfoque”.
