Si de algo podemos presumir, y presumimos, los asturianos, tanto en casa como allá dónde vamos, es de nuestra gastronomía. “Como en Asturias no se come en ningún sitio”, repetimos una y otra vez. Pero es que tenemos razón. Sin caer en localismos ni regionalismos absurdos, la gastronomía asturiana es una de las más ricas y variadas. En este pequeño trozo de tierra al norte de España podemos encontrar una amplia variedad de productos de una calidad altísima y que se prestan a ser elaborados de todas las formas posible e imaginables; siempre que se haga bien y no destrozando la materia prima, que de todo hay en la viña del Señor.
Tenemos platos típicos y emblemáticos como la fabada o el pote de berzas, pescados y mariscos magníficos, quesos a mansalva, una carne que de sólo verla uno ya babea, postres, el maldito cachopo, que aunque no sea santo de mi devoción hay que reconocer que se ha hecho hueco en todas las cartas, y una sidra y vinos únicos con los que acompañar todo estos manjares. Pero quizá de todos estos platos, hasta ahora, el más desconocido por los turistas y algún que otro asturiano despistado, y sin embargo el más antiguo en el llar, sea el pote asturiano. Pero la cosa está cambiando.
Cada vez es más desatada la pasión por el pote, sobre todo entre los más jóvenes, porque a quién no le van a gustar unas berzas con patatas y compango. A las que según mi criterio, para ser de nota, también sumaría unas fabas. Es pensar en ello y las tripas empiezan a rugir. La fabada, hija noble de éste, empieza a verse arrinconada en las comandas, el pote es el rey de los platos de cuchara. Pero aquí no vamos a andar con caxigalines, que somos grandones, si hay posibilidad de pedir y comer un poco de cada, hay que entregarse a ello. A los vicios siempre de cabeza y con método. Y ojo que estamos aún en época de pote de castañas, que es distinto pero lo mismo: un manjar, otro más.
Al pote, que sin ser el más famoso aguantó desde tiempos inmemoriales, le espera un gran porvenir copando las mesas de los restaurantes, saciando el apetito y llenando de felicidad a todos los que nos llevemos la cuchara a la boca. El pote asturiano es lo que peta, la berza es el futuro.