- A las 5:30 la alarma me despierta. Remoloneo un rato en la cama, mientras escucho el sonido de la lluvia. Corro las cortinas para comprobar si llueve o estoy escuchando el sonido de las goteras. No acierto a distinguirlo. La calle está tranquila, un hombre con mochila de trekking camina solo hacia la estación de tren. Lleva un abrigo verde con capucha. Llueve. Miro el reloj, quedan 20 minutos para las 6. A esa hora he quedado en la entrada del hostal. Me había olvidado que debía ducharme. Me levanto, voy al baño y abro la ducha para que el agua se caliente. Salgo a la habitación para tomar el neceser y me desnudo. Levanto la vista y una anciana con poncho y el rostro cobrizo me observa seria desde su balcón. Su mirada no me incomoda, pero me tapo por pudor, corro las persianas y regreso al baño. Me ducho en un par de minutos.
- Al bajar del tren, una chica joven nos recoge para llevarnos al hostal. De camino, subiendo una larga cuesta, le pregunto cuál es el gentilicio de Aguascalientes. Me mira y sonríe, pero no responde. De el Perú, peruano. De España, español. Le digo. Asiente. ¿Y de Aguascalientes? Me sonríe y sigue caminando. Internet me contesta que los habitantes de Aguascalientes se llaman hidrocálidos. Después de desempaquetar, nos sentamos en una terraza y pedimos tres Pilsens. Jugamos al tangram mientras hablamos de trabajo y de gentilicios.
- Machupicchu significa montaña vieja. Iti significa sol. También hay una montaña joven y una montaña negra. Todo nos lo explica Iván con una dicción que le hubiera convertido en el contador de historias de cualquier poblado. Él no es un contador de historias. Su familia vive en Cusco y el trabaja de guía en Aguascalientes donde pasa diez días seguidos recorriendo el lugar sagrado. Pasados los diez días retorna a Cusco para pasar un par de días junto a su familia.
- Recibo un mensaje de WhatsApp: “Descálzate en ese lugar sagrado, y pide a la madre naturaleza por nosotros”. Bloqueo el móvil y continúo el recorrido. Estudio las posibilidades reales de descalzarme bajo la lluvia y enredar el césped entre mis dedos. Calculo que me habrían hecho falta unas ocho setas mágicas de las que ofrecen en la Plaza de Armas de Cuzco para montar esa escena. Dejo pasar cinco minutos, desbloqueo el móvil y contesto al mensaje: “Hecho”.

- El cóndor, el puma y la serpiente. Los animales sagrados de los incas. Cuando mueren, un cóndor los recoge y los lleva junto a su Dios a la vida eterna. Machupicchu está repleto de trapecios, su geometría les protege de los sismos. En la típica postal se puede observar una cara tumbada.
- Cacahuete en peruano se dice maní. A Espe en su familia le llaman Mani. Ají significa chile. Palta significa guacamole. Jalar significa tirar. Nomás significa solamente. Pe significa pues.
- Paseo por un mercado en Aguascalientes y pienso en comprar un jersey de alpaca. Regateo por primera vez en mi vida, me siento mal al hacerlo. No compro. Me tienta un ajedrez de madera con piezas de incas enfrentándose a los españoles. También me tienta una flauta de pan.
- A la vuelta de Machupicchu nos sentamos en un restaurante cerca del río. Pedimos Cusqueñas y una causita con pollo. El plato lleva palta, es el mejor que he probado. Lo como y se derrite, parece mantequilla.
- "Si tienes lunas, aquí la policía no te molesta". Lo escuchamos de un músico ambulante en una tienda en la que compramos cervezas cuando preguntamos si se puede beber en la calle. Intuyo que luna significa dólar, por oposición al sol peruano.
- En el autobús de vuelta una pareja se besa apasionadamente. La mujer que se encarga de revisar los pasaportes, terminado su trabajo, se sienta en la penúltima fila, justo delante de mí. Enciende un ordenador y abre un Excel, lo observa sin hacer nada. Pone música sin auriculares, aunque se escucha bajo y no molesta. Todo canciones de Rihanna, y cada poco tiempo tararea una estrofa. Es enjuta y está peinada con una coleta apretada. El pelo negro le brilla. Lleva un uniforme azul marino con cuello y ribetes amarillos. Cuando se hace de noche, enciendo la luz para seguir leyendo. No funciona. Le pregunto a la azafata del autobús que se sienta en la asiento de delante cómo se enciende. Prueba a encender las luces un par de veces. "Parece que están desactivadas, señor. Ahorita le digo al conductor que las active, ¿ya?". Le contesto que no se preocupe, que no es necesario. Cierro el libro y paso la última media hora mirando por la ventana, escuchando a la muchacha tararear, aguantando los baches, observando el tráfico por la ventana.
- Trato de trabajar en el autobús de ida. Por suerte, pronto se agota la batería. De camino pobreza, construcciones precarias, perros vagando desatendidos, olor a basura húmeda. Entre la ruina unos niños juegan al fútbol. En los tejados una figuritas cuidando de la casa: un toro y una vaca.
- Bebo Inka Cola y guardo la botella. También guardo unos sobres de mate de coca como marcapaginas de un libro que compro un día en que me despierto a las cinco de la mañana para encontrar una librería antes de entrar a la oficina. Cada vez que abro el libro me viene el aroma de la coca. El libro se llama Generación Cochebomba.
- Un restaurante en la carretera que se llama Pollon Brass. Camisetas con el Llamasutra. Prostitutas en una calle tranquila a plena luz del día.

- De vuelta en Lima, regreso a la habitación del hotel, y encuentro una carta debajo de la puerta. Señor Goez escrito con bolígrafo negro. Soy adulto y lo olvido con facilidad. Es un mensaje sin importancia de recepción, pero no puedo dejar de pensar en el sobre hasta que duermo.
- Llegando a Cusco veo fuegos artificiales en la distancia. Imagino una escena de un libro. Una banda de chungos prende fuegos artificiales y aprovecha el ruido para disparar a sangre fría.
- Historimento: Sentimiento de culpa que se siente por unos actos que cometieron compatriotas en el país pasado.
- Cenamos en un restaurante muy bueno. Se llama Oculto. Pedimos Pisco Sour. Tomo ceviche de trucha. En un par de sorbos transformo el mal de altura en un achispamiento feliz.
- El domingo a las 10 de la mañana me cruzo con un acto institucional en la Plaza de Armas de Cusco. Unas cuantas de policias con gorras verdes con la palabra POLICÍA en amarillo aguardan al inicio de la ceremonia con un instrumento en la mano. Unos llevan trompetas, otros timbales, otros saxofones. Recuerdo el libro que estoy leyendo sobre Sendero y me entran escalofríos. Comienzan a interpretar el himno y los instrumentos suenan desafinados. Alguien da un pequeño discurso sobre brigadas, fuerzas nacionales y similares y cuando terminan izan una gran bandera del Perú que ondea en el cielo soleado de la ciudad.
- En Cusco, la calle Siete Ventanas cruza con la calle Warankalki. La calle Ruinas con la calle Choquechaka. El castellano cruza con el quechua. En Coquechaka me cruzo con una pareja de mujeres vestidas con el vestido folclórico de los Andes. Prendas coloridas tejidas con lana de alpaca. Una de ellas es anciana y apenas levanta un metro del suelo. La otra es joven y lleva en la mano una correa para controlar una Alapaca que camina por la calles.
- En la Plaza de Armas de Cusco, un tienda de The North Face y una de Patagonia. Otra de Columbia. Un KFC también. Ni siquiera un rincón remoto en los Andes es capaz de esconderse de las grandes corporaciones. Abundan las tiendas de souvenirs, de prendas de alpaca y de masajes que son ofrecidos por chicas demasiado jóvenes.
- Entramos en el mercado de San Pedro. Es un mercado enorme con una estructura metálica diseñada por Gustavo Eiffel. Dentro huele a frutas, a queso de alpaca, a col. Un anciano empuja su silla ruedas mientras ofrece caramelos a quien cruza con él. De la mano le acompaña un niño de unos tres años para recoger las propinas. También vemos cuys braseados, el fuego ha quemado sus bigotes.
- Huaypo. A la vuelta hemos parado en este paraje. Las alpacas pastaban, también había ovejas, y un puesto de café, y bocadillos de palta y jamón. He fumado un cigarro cerca de la orilla del lago. Cumbres nevadas en la distancia. Unas cuantas cabañas desperdigadas. Un anciano con sombrero de ala ancha y poncho negro cobraba a los turistas que querían pasar al baño. Dos soles por una meada. Iti empezaba a esconderse.
