Eva Illouz en el Festival de las ideas

Si el objetivo (compartido) es hacer lo posible en la dirección de que cesen los asesinatos, entonces no entiendo por qué se deberían pisar los dos métodos: el de la pancarta y el de la denuncia desde dentro.

Acudí al Círculo de Bellas Artes de Madrid para escuchar la charla titulada “En busca del móvil”, con la participación de los ponentes Xavier Casanovas, Susana Martín y Margot Rot. El evento se enmarca dentro de la celebración de la primera edición del flamante Festival de las ideas, una especie de feria de variedades filosófica organizada por La Fábrica y el propio Círculo de Bellas Artes. 

Se desataba cierta polémica, en la jornada inaugural del Festival, por la presencia y participación en el main stage Plaza de España, de la socióloga y pensadora franco-israelí Eva Illouz, quien parece ser que se las apaña para ser una referente en la investigación sobre la  relación entre amor, afectos y capitalismo. La señora Illouz se ha visto envuelta en recientes cornadas intelectuales a raíz de su posición con respecto a la guerra de Gaza —se la acusa de no querer llamarla genocidio—, pese a su oposición frontal al Gobierno de Netanyahu, entre otros posibles atenuantes1. También parece que no se entiende que haya manifestado su decepción por la no reacción del establishment de la izquierda mundial tras los ataques del 7 de octubre2 (este es, no en vano, el tema de su último libro, aún inédito en España). Pero el debate se centra, de nuevo, en torno a la definición o más bien la denuncia del genocidio contra los gazatíes3. Eva Illouz pelea en esa colina, afirmando que todo el asunto no es más que una confusión semántica: «una respuesta militar desproporcionada es una cosa muy distinta de un genocidio» llegó a afirmar4. El grado de escándalo visceral (o, en cambio, de la conveniencia de la asepsia abstracta) que puede provocar hablar de semántica mientras mueren inocentes lo dejo a la apreciación de mi querido lector.

Sea como fuere, la señora Illouz fue interpelada y abucheada por un grupo de pacíficos manifestantes en el escenario de Plaza de España, a la vez que se provocó y avivó un debate en redes sobre la conveniencia de invitar a cocacolas o incluso de cancelar la obra de determinados pensadores —por otro lado, amplia y entusiastamente citados e idolatrados por el mismo sector que ahora, y tras Gaza, los dan de lado, querrían silenciar y/o arrojar objetos contundentes sobre sus sionistas cabezas. 

Yo, mientras tanto —hasta entonces ajeno a esta polémica, motivo por el cual he recopilado las largas notas al pie que espero que os sean de ayuda para navegar el asunto, queridos y numerosos lectores— fui testigo de cómo Margot Rot, al ser dada la palabra en el Círculo de Bellas Artes, decía lo siguiente:

(Para los que no queráis abrir la red social fka twitter, torpemente resumo la intervención de Margot:

  • Que sopesó seriamente declinar la invitación del Festival al comprobar cómo Illouz venía calificando repetidamente el asunto de Gaza como «guerra» y no como «genocidio»
  • Que Illouz tampoco fue, la víspera, lo suficientemente clara con el dolor de los gazatíes
  • Que, pese a todo, pensó que era mejor venir y decir, a no venir en absoluto, y que eso es parte del «trabajo del pensamiento»
  • Que también le molestaron ciertas dinámicas del Festival, y en particular del mal gusto de anunciantes como BMW intentando vender coches de lujo a un público precarizado
  • Que, por último, existen hombres de la organización acusados —pero no denunciados por miedo—, de acoso sexual a compañeras de la academia)

Dicha captura de pantalla — intervención que estaba a punto de pronunciar— la mandaba Margot a un tal lavandadelpatio, delator anónimo que la acusaba de «publicitar espacios donde va peña que legitima el estado de israel y toda su violencia». Al usuario lavandadelpatio le parecían insuficientes las palabras de Margot, a las que calificaba de «una tibieza increíble». Margot respondía, elegante: «Lo comprendo, de veras».

Haciendo lo imposible e intentando dejar de lado lo visceral del asunto, lo cierto es que el debate sobre los cauces de la acción política es eternamente interesante. Yo tiendo a pensar como Margot (o más bien a elegir según el caso, fijaos como Margot deja claras sus enormes dudas). Aunque su discurso denunciando los problemas e incoherencias del festival impactara directamente a unas escasas 50 personas, lo cierto es que ese impacto se produjo ante una audiencia más o menos mayor en edad y que, probablemente o al menos no toda, piense como ella en este asunto. Y, lo más importante, con parte de la organización del Festival presente. Respecto a Gaza, respecto lo del cutrerío publicitario de las marcas y, sobre todo, respecto los abusos sexuales, me parece —señalar desde dentro— un significativo y puede que útil acto de protesta. No en vano, Margot fue ovacionada largamente; seguro que provocó alguna conversación o al menos un carraspeo entre los gerifaltes del flamante Festival.

Si el objetivo (compartido) es hacer lo posible en la dirección de que cesen los asesinatos, entonces no entiendo por qué se deberían pisar los dos métodos: el de la pancarta y el de la denuncia desde dentro. De hecho, y de manera utilitarista, parece más probable que a Illouz escuche o le llegue el rebufo del alegato de Margot, simultáneamente le dé el viento del suroeste y que milagrosamente pueda llegar a reconsiderar su «confusión semántica», a que esto ocurra a raíz de otro escrache público. Es más, censurar la coexistencia paralela de ambos métodos se parece peligrosamente a los raíles de un tren bala que suele acabar en la estación de la violencia. Lo que da cierta rabia es que, además, la gente con pseudónimos en redes no suele hacer nada en absoluto en la dirección de ayudar a la causa que defienden, más que practicar ese virtue signaling de la violencia (si es que tal cosa existe):

Por fin, la charla versó en torno al uso de las tecnologías móvil, con Margot enfrentándose a la entente Susana/Xavier, quienes lideran interesantes iniciativas contra el abuso de smartphones en adolescentes. Utilizó Susana, hacia el final de la charla, una explosiva imagen: el gobierno de Nueva Zelanda publicó una campaña publicitaria en la que dos actores porno llamaban al timbre de una casa en las afueras para visitar a la hija adolescente de una ojiplática madre. El eslogan era algo como: «¿Los dejarías entrar en casa? ¿Entonces, por qué no controlas su móvil?». Ante esta maniquea y catastrofista propuesta nos reímos un poco los millennials presentes y también Margot; el resto del coloquio consistió en ella y parte del público explicando cosas menos lúbricas y mejores que pueden llamar a la puerta de internet: música, afectos, lecturas, compañía, aficiones raras.

Pero, ¿qué más cosas pueden entrar por la puerta de internet? A mi me parecía y hubiera dichoa allí (seguramente con buen criterio, no me dieron el micrófono) que la propia presencia y discurso de Margot —quien es más o menos célebre online, además de su labor académica—, es precisamente testimonio de que se puede permear la academia, la cultura hegemónica o los medios de comunicación partiendo de las heterogéneas posibilidades de lo online. Y hacerlo sin el concurso sine qua non de edad, nepotismo, dineros o capital social previo. Convendría ser capaces de alentar estas posibilidades, en lugar de torpedearlas por envidia.



1 Febrero, 2024, Ctxt:
«En primer lugar, me parece que el antisionismo no es legítimo. Me cuesta entender por qué los palestinos y los jordanos tienen derecho a un Estado y no los judíos. Si se hace una excepción para los judíos, considero que eso se debe al antisemitismo. Soy la primera en pensar que el actual gobierno israelí está compuesto por unos cretinos y que algunos de sus dirigentes son fascistas, pero que desde hace 20 o 30 años la palabra sionista se haya convertido en un insulto resulta el fruto de la propaganda islamo-antisemita. Y una parte de la izquierda sufre cierta miopía respecto a los discursos islamistas»

2 ABC, entrevistada por Bruno Pardo, 19 de octubre del 2024:
«La respuesta (a los atentados de Hamás del 7 de octubre) ha dividido a la izquierda. Está la izquierda que se ha identificado con Hamás y está la izquierda, mi izquierda, que cree que deberíamos ayudar a los palestinos pero que Hamás es una organización terrorista y que lo que ocurrió en octubre fue un ataque terrorista, una masacre. La diferencia es muy significativa. Hay un nuevo antisemitismo, y está en la izquierda. El antisemitismo de la derecha existe, y lo conocemos: sabemos cómo es y cuál es su discurso, que tiene cien años de historia. Y antes había antisemitismo en la izquierda, pero era diferente y menor. Lo que tenemos ahora es un tipo de izquierda para la que el antisionismo es fundamental para su identidad. Esto es nuevo. Ahora hay una izquierda que piensa que Israel no es el epicentro del mal del mundo, y otra que sí lo cree, que habla de los judíos como si estos llevaran el mal dentro de sí mismos.»

3 Febrero, 2024, Ctxt acerca de la resolución de las Naciones Unidas en la que se calificaba de genocidio a las acciones del ejército israelí:
«Este conflicto está siendo una catástrofe humanitaria para Gaza … Sí, exacto. A nivel internacional, esta respuesta militar está siendo un desastre para Israel. Aunque la Corte Penal Internacional no pidió una interrupción de los combates, la palabra genocidio ha quedado asociada al nombre de Israel. Por ahora, el Gobierno de Netanyahu lleva a cabo una guerra catastrófica, tanto para los gazatíes como para los israelíes»

4 Cito solo un párrafo de su columna de opinión “Irán, Israel y la confusión moral” del 18 de abril del 2024 en El País (las he contado y escribe 6 veces confusión, 3 de ellas con el apellido semántica y dos de ellas moral):

«La respuesta militar carecía de toda visión, de cualquier plan real. Por eso no es extraño que, ante la enorme destrucción de hogares e infraestructuras y de la población civil —incluidos niños y mujeres— y la catástrofe humanitaria, con la consiguiente situación de hambruna, ahora se juzgue a Israel a través de las inmensas confusiones semánticas creadas por el antisionismo en las últimas décadas: se ha convertido en una entidad genocida. El presidente brasileño Lula recurrió incluso a una analogía indecente, al afirmar que esta desproporcionada acción militar era una nueva Shoah, como si un país cuyo territorio sufre un ataque tan brutal no tuviera derecho a reaccionar contra sus atacantes. Una respuesta militar desproporcionada es una cosa muy distinta de un genocidio»

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Eva Illouz en el Festival de las ideas

Si el objetivo (compartido) es hacer lo posible en la dirección de que cesen los asesinatos, entonces no entiendo por qué se deberían pisar los dos métodos: el de la pancarta y el de la denuncia desde dentro.

Acudí al Círculo de Bellas Artes de Madrid para escuchar la charla titulada “En busca del móvil”, con la participación de los ponentes Xavier Casanovas, Susana Martín y Margot Rot. El evento se enmarca dentro de la celebración de la primera edición del flamante Festival de las ideas, una especie de feria de variedades filosófica organizada por La Fábrica y el propio Círculo de Bellas Artes. 

Se desataba cierta polémica, en la jornada inaugural del Festival, por la presencia y participación en el main stage Plaza de España, de la socióloga y pensadora franco-israelí Eva Illouz, quien parece ser que se las apaña para ser una referente en la investigación sobre la  relación entre amor, afectos y capitalismo. La señora Illouz se ha visto envuelta en recientes cornadas intelectuales a raíz de su posición con respecto a la guerra de Gaza —se la acusa de no querer llamarla genocidio—, pese a su oposición frontal al Gobierno de Netanyahu, entre otros posibles atenuantes1. También parece que no se entiende que haya manifestado su decepción por la no reacción del establishment de la izquierda mundial tras los ataques del 7 de octubre2 (este es, no en vano, el tema de su último libro, aún inédito en España). Pero el debate se centra, de nuevo, en torno a la definición o más bien la denuncia del genocidio contra los gazatíes3. Eva Illouz pelea en esa colina, afirmando que todo el asunto no es más que una confusión semántica: «una respuesta militar desproporcionada es una cosa muy distinta de un genocidio» llegó a afirmar4. El grado de escándalo visceral (o, en cambio, de la conveniencia de la asepsia abstracta) que puede provocar hablar de semántica mientras mueren inocentes lo dejo a la apreciación de mi querido lector.

Sea como fuere, la señora Illouz fue interpelada y abucheada por un grupo de pacíficos manifestantes en el escenario de Plaza de España, a la vez que se provocó y avivó un debate en redes sobre la conveniencia de invitar a cocacolas o incluso de cancelar la obra de determinados pensadores —por otro lado, amplia y entusiastamente citados e idolatrados por el mismo sector que ahora, y tras Gaza, los dan de lado, querrían silenciar y/o arrojar objetos contundentes sobre sus sionistas cabezas. 

Yo, mientras tanto —hasta entonces ajeno a esta polémica, motivo por el cual he recopilado las largas notas al pie que espero que os sean de ayuda para navegar el asunto, queridos y numerosos lectores— fui testigo de cómo Margot Rot, al ser dada la palabra en el Círculo de Bellas Artes, decía lo siguiente:

(Para los que no queráis abrir la red social fka twitter, torpemente resumo la intervención de Margot:

  • Que sopesó seriamente declinar la invitación del Festival al comprobar cómo Illouz venía calificando repetidamente el asunto de Gaza como «guerra» y no como «genocidio»
  • Que Illouz tampoco fue, la víspera, lo suficientemente clara con el dolor de los gazatíes
  • Que, pese a todo, pensó que era mejor venir y decir, a no venir en absoluto, y que eso es parte del «trabajo del pensamiento»
  • Que también le molestaron ciertas dinámicas del Festival, y en particular del mal gusto de anunciantes como BMW intentando vender coches de lujo a un público precarizado
  • Que, por último, existen hombres de la organización acusados —pero no denunciados por miedo—, de acoso sexual a compañeras de la academia)

Dicha captura de pantalla — intervención que estaba a punto de pronunciar— la mandaba Margot a un tal lavandadelpatio, delator anónimo que la acusaba de «publicitar espacios donde va peña que legitima el estado de israel y toda su violencia». Al usuario lavandadelpatio le parecían insuficientes las palabras de Margot, a las que calificaba de «una tibieza increíble». Margot respondía, elegante: «Lo comprendo, de veras».

Haciendo lo imposible e intentando dejar de lado lo visceral del asunto, lo cierto es que el debate sobre los cauces de la acción política es eternamente interesante. Yo tiendo a pensar como Margot (o más bien a elegir según el caso, fijaos como Margot deja claras sus enormes dudas). Aunque su discurso denunciando los problemas e incoherencias del festival impactara directamente a unas escasas 50 personas, lo cierto es que ese impacto se produjo ante una audiencia más o menos mayor en edad y que, probablemente o al menos no toda, piense como ella en este asunto. Y, lo más importante, con parte de la organización del Festival presente. Respecto a Gaza, respecto lo del cutrerío publicitario de las marcas y, sobre todo, respecto los abusos sexuales, me parece —señalar desde dentro— un significativo y puede que útil acto de protesta. No en vano, Margot fue ovacionada largamente; seguro que provocó alguna conversación o al menos un carraspeo entre los gerifaltes del flamante Festival.

Si el objetivo (compartido) es hacer lo posible en la dirección de que cesen los asesinatos, entonces no entiendo por qué se deberían pisar los dos métodos: el de la pancarta y el de la denuncia desde dentro. De hecho, y de manera utilitarista, parece más probable que a Illouz escuche o le llegue el rebufo del alegato de Margot, simultáneamente le dé el viento del suroeste y que milagrosamente pueda llegar a reconsiderar su «confusión semántica», a que esto ocurra a raíz de otro escrache público. Es más, censurar la coexistencia paralela de ambos métodos se parece peligrosamente a los raíles de un tren bala que suele acabar en la estación de la violencia. Lo que da cierta rabia es que, además, la gente con pseudónimos en redes no suele hacer nada en absoluto en la dirección de ayudar a la causa que defienden, más que practicar ese virtue signaling de la violencia (si es que tal cosa existe):

Por fin, la charla versó en torno al uso de las tecnologías móvil, con Margot enfrentándose a la entente Susana/Xavier, quienes lideran interesantes iniciativas contra el abuso de smartphones en adolescentes. Utilizó Susana, hacia el final de la charla, una explosiva imagen: el gobierno de Nueva Zelanda publicó una campaña publicitaria en la que dos actores porno llamaban al timbre de una casa en las afueras para visitar a la hija adolescente de una ojiplática madre. El eslogan era algo como: «¿Los dejarías entrar en casa? ¿Entonces, por qué no controlas su móvil?». Ante esta maniquea y catastrofista propuesta nos reímos un poco los millennials presentes y también Margot; el resto del coloquio consistió en ella y parte del público explicando cosas menos lúbricas y mejores que pueden llamar a la puerta de internet: música, afectos, lecturas, compañía, aficiones raras.

Pero, ¿qué más cosas pueden entrar por la puerta de internet? A mi me parecía y hubiera dichoa allí (seguramente con buen criterio, no me dieron el micrófono) que la propia presencia y discurso de Margot —quien es más o menos célebre online, además de su labor académica—, es precisamente testimonio de que se puede permear la academia, la cultura hegemónica o los medios de comunicación partiendo de las heterogéneas posibilidades de lo online. Y hacerlo sin el concurso sine qua non de edad, nepotismo, dineros o capital social previo. Convendría ser capaces de alentar estas posibilidades, en lugar de torpedearlas por envidia.



1 Febrero, 2024, Ctxt:
«En primer lugar, me parece que el antisionismo no es legítimo. Me cuesta entender por qué los palestinos y los jordanos tienen derecho a un Estado y no los judíos. Si se hace una excepción para los judíos, considero que eso se debe al antisemitismo. Soy la primera en pensar que el actual gobierno israelí está compuesto por unos cretinos y que algunos de sus dirigentes son fascistas, pero que desde hace 20 o 30 años la palabra sionista se haya convertido en un insulto resulta el fruto de la propaganda islamo-antisemita. Y una parte de la izquierda sufre cierta miopía respecto a los discursos islamistas»

2 ABC, entrevistada por Bruno Pardo, 19 de octubre del 2024:
«La respuesta (a los atentados de Hamás del 7 de octubre) ha dividido a la izquierda. Está la izquierda que se ha identificado con Hamás y está la izquierda, mi izquierda, que cree que deberíamos ayudar a los palestinos pero que Hamás es una organización terrorista y que lo que ocurrió en octubre fue un ataque terrorista, una masacre. La diferencia es muy significativa. Hay un nuevo antisemitismo, y está en la izquierda. El antisemitismo de la derecha existe, y lo conocemos: sabemos cómo es y cuál es su discurso, que tiene cien años de historia. Y antes había antisemitismo en la izquierda, pero era diferente y menor. Lo que tenemos ahora es un tipo de izquierda para la que el antisionismo es fundamental para su identidad. Esto es nuevo. Ahora hay una izquierda que piensa que Israel no es el epicentro del mal del mundo, y otra que sí lo cree, que habla de los judíos como si estos llevaran el mal dentro de sí mismos.»

3 Febrero, 2024, Ctxt acerca de la resolución de las Naciones Unidas en la que se calificaba de genocidio a las acciones del ejército israelí:
«Este conflicto está siendo una catástrofe humanitaria para Gaza … Sí, exacto. A nivel internacional, esta respuesta militar está siendo un desastre para Israel. Aunque la Corte Penal Internacional no pidió una interrupción de los combates, la palabra genocidio ha quedado asociada al nombre de Israel. Por ahora, el Gobierno de Netanyahu lleva a cabo una guerra catastrófica, tanto para los gazatíes como para los israelíes»

4 Cito solo un párrafo de su columna de opinión “Irán, Israel y la confusión moral” del 18 de abril del 2024 en El País (las he contado y escribe 6 veces confusión, 3 de ellas con el apellido semántica y dos de ellas moral):

«La respuesta militar carecía de toda visión, de cualquier plan real. Por eso no es extraño que, ante la enorme destrucción de hogares e infraestructuras y de la población civil —incluidos niños y mujeres— y la catástrofe humanitaria, con la consiguiente situación de hambruna, ahora se juzgue a Israel a través de las inmensas confusiones semánticas creadas por el antisionismo en las últimas décadas: se ha convertido en una entidad genocida. El presidente brasileño Lula recurrió incluso a una analogía indecente, al afirmar que esta desproporcionada acción militar era una nueva Shoah, como si un país cuyo territorio sufre un ataque tan brutal no tuviera derecho a reaccionar contra sus atacantes. Una respuesta militar desproporcionada es una cosa muy distinta de un genocidio»

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