Está siendo El Desarme en Oviedo y soy muy feliz. Bueno, en realidad es el sábado, y muchos de ustedes que me leen se preguntarán: “¿Qué coño es El Desarme? Tranquilidad, vamos a ello. Y les va a gustar.
El Desarme se celebra el 19 de octubre, y la costumbre es comer garbanzos con espinacas y bacalao, callos y arroz con leche de postre. Pero ya es una jornada gastronómica y una fiesta que sucede en Oviedo y alrededores y se extiende durante varios días. Este año va del 17 al 27, y yo empecé a celebrarlo.
Hay diversas teorías al respecto, pero la más plausible y extendida tiene que ver con la primera guerra carlista (1833-1839), y concretamente en 1836, cuando los carlistas intentan tomar Oviedo. Entonces, el 10 de octubre -cumpleaños de la Reina Isabel II-, las autoridades deciden dar un rancho extraordinario a los soldados a base de garbanzos, tocino, carne y patatas. El día 19 de ese mismo año se produce un nuevo ataque carlista con numerosos muertos, entre ellos cuatro milicianos, en cuyos estatutos se contempla que los fallecidos de ese cuerpo reciban un homenaje y una compensación para sus familias. En 1841, el Ayuntamiento decreta que todos los 19 de octubre se celebre un acto religioso en San Isidoro con una misa de réquiem y otras actividades, como una descarga de fusilería. A continuación, los milicianos presentes en los actos se iban a comer a sus casas. La costumbre de comer los garbanzos con bacalao procede del final de la contienda carlista (marzo de 1876), cuando para celebrar la "paz" y el "desarme" de la población se ofreció un almuerzo al ejército, pueblo, soldados heridos en los hospitales y enemigos en la cárcel un "rancho extraordinario" que, como quiera se estaba en cuaresma, cambió las carnes y embutidos por el pescado. A finales del siglo XIX comenzó en Oviedo la costumbre de iniciar la temporada de callos el 19 de octubre (frente a otros lugares, que prefieren la festividad de San Martín, coincidiendo con la matanza), ofreciendo los locales de hostelería ambos platos, "desarme" (garbanzos con bacalao) y callos, que terminarán degustándose juntos.
Ayer metí, metimos, unos amigos y yo, El Desarme en el Marcelino: una sidrería mítica en Oviedo y un templo al que siempre hay que peregrinar. Sidra, vino, un choricín a la sidra, garbanzos, callos con patatinas, arroz con leche, café y chupito. Como auténticos chigreros, que es una de nuestras grandes aspiraciones en la vida, dimos fin a este pantagruélico manjar y la tarde siguió. Como tienen que seguir y fluyen las cosas que salen bien y se está a gusto. Esto no ha hecho más que empezar, quedan muchos días y aquí hemos venido a desarmarnos.