Cuando llega septiembre ordenamos de nuevo nuestras vidas, nos refugiamos en la rutina, reiniciamos la lista de propósitos, por suerte ya nadie se acuerda de los que prometimos en enero. El moreno empieza a desaparecer, los alumnos regresan al colegio, los quioscos se llenan con los cromos de la liga, y con ellos aparecen las primeras pulsiones coleccionistas entre los niños. Ese taco de cromos repetidos sujetos con una goma elástica se convierte en su tesoro más preciado. Lo mejor de los cromos de la liga, más allá de completar la plantilla de tu equipo, eran los últimos fichajes. Esta sección iba del uno al 60, y se desdoblaba a medida que se cerraban movimientos en el mercado. 1B, 34B, 59C, y así hasta que todos los rezagados iban encontrando su hueco en un pequeño rectángulo. Ya podías tener completa la plantilla del Racing (con Munitis, Pinillos, Žigić, …) y del Recreativo de Huelva (ojalá acordarme de algún nombre), que si faltaba alguno de los últimos fichajes, tu colección no valía nada. Creo que en mi vida llegué a completar dos colecciones: la 06/07 y la 07/08. Ya que han pasado más de 15 años puedo confesar que tuve que hacer una pequeña trampa para conseguirlo.
Los domingos en el rastro de Madrid —en la plaza del Campillo del Mundo Nuevo concretamente— se reunían, y todavía se reúnen, cientos de niños acompañados por sus padres para intercambiar cromos. Aquellos domingos no costaba madrugar con tal de pasar la mañana avanzando en la colección después de haber pasado la tarde anterior confeccionando la lista con todos los cromos que faltaban para tacharlos con orgullo al día siguiente. Hasta aquí todo correcto.
Como es normal, algunos malvados, tanto niños como adultos, se acercaban a la plaza con la intención de hacer negocio. En vez de coleccionar, compraban los sobres para comerciar con los cromos más complicados de conseguir. Uno de aquellos domingos, a falta de un par de cromos para completar la colección, recurrimos a uno de estos chantajistas con pocos escrúpulos y pagamos por ellos lo que en su momento parecía una fortuna: dos euros. Decidimos coger un atajo a golpe de talonario, todavía recuerdo aquello con cierto remordimiento, sirva esto como una confesión.
Otra de las cosas que vuelven en Septiembre son las pachangas. Vuelven las ligas donde el fútbol se transforma en furbo, donde el veinteañero se mide con el cincuentón en igualdad de condiciones, donde un delantero palomero se convierte en un dolor de cabeza, donde al portero no le distingue del resto unos mejores reflejos sino haber llegado el último al partido y tener que fastidiarse, y donde una mejor condición física solo asegura que cuando más rápido corras más fuerte será la patada que recibas. Como sucede con los cromos, en septiembre surge una prisa inesperada por completar las plantillas de estos equipos.
De un año a otro, el ariete del equipo, el jugador que ha conseguido mantener el equipo a flote durante la temporada anterior, decide que prefiere dedicarse a correr y a completar triatlones. Ha leído que el fútbol es un deporte de alto impacto, y prefiere cuidarse en salud. ¿Qué decir ante eso? ¿Cómo tratar de explicarle que el fútbol no es un deporte de alto impacto cuando no sabes qué es un deporte de alto impacto? Lo mejor es dejarlo marchar y activar cuanto antes la maquinaria para buscar una nueva referencia. Se comienza recurriendo a primos, a hermanos, a compañeros de trabajo o de universidad, y se termina escribiendo a un pobre hombre que te dijo en una boda que le gustaba jugar al fútbol, o a un jugón que te comentó que llevaba tiempo pensando en volver a Madrid porque se había cansado del ritmo de Londres; quizás una oferta del séptimo equipo del grupo H de la liga de los domingos le haga decantarse definitivamente por un cambio de aires.
Lo cierto es que no dejo de emocionarme cuando uno de esos fichajes da el visto bueno y el resto del equipo acepta su incorporación sin reconocimiento médico alguno, solo con la esperanza de haber dado con una leyenda del mundo pachanguero. No puedo evitar imaginarlos dando toques nerviosos el día de su presentación y con su rostro en un cromo de los últimos fichajes. Ojalá existiera un álbum con los últimos fichajes de la liga de los domingos. Creo que volvería a caer, volvería a pagar dos euros por completar esa colección.