No sex 11: Love, actually

Y entonces pensé en mi love language y en cómo alguien que me quisiese debería, sin lugar a dudas, ver Love Actually conmigo.

Va a ser una historia cursi, romanticona, te lo advierto, deja de leer aquí si no quieres empalagarte. Estoy pegajosa como unos dedos después de arrancar a pedazos el panettone, estoy dejando rastro en las copas de cava, no quiero ser discreta, quiero que todos sepan que he comido. 

Empieza así:

"Siempre que me siento pesimista por cómo está el mundo pienso en la puerta de llegadas del aeropuerto de Heathrow. La opinión general da a entender que vivimos en un mundo de odio y egoísmo, pero yo no lo entiendo así. A mí me parece que el amor está en todas partes. A menudo no es especialmente decoroso ni tiene interés periodístico, pero siempre está ahí. Padres e hijos, madres e hijas, maridos y esposas, novios, novias, viejos amigos... Cuando los aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas que yo sepa ninguna de las llamadas telefónicas de los que estaban a bordo fue de odio y venganza; todas fueron mensajes de amor. Si lo buscáis, tengo la extraña sensación de que descubriréis que el amor en realidad está en todas partes."

Continúo: 

¿Qué es para ti el amor? ¿Cómo lo demuestras? ¿Cómo necesitas que te lo demuestren? Me obsesioné con esto cuando, a medida que crecía, me daba cuenta de que cuántas más personas conocía más me daba cuenta de que el amor tomaba formas de lenguajes distintos, algunos se parecían, otros eran opuestos. Yo necesitaba cosas que otros no me daban, otros necesitaban cosas que yo no era capaz de dar de forma orgánica.

Amarse es particular, es intransferible. Pero entonces: ¿hasta qué punto es legítimo pedir a alguien que te quiera como tú necesitas? ¿Hasta cuanto el otro debe esforzarse en llegar dónde el otro pide?

Creo que a todos nos ha pasado alguna vez. Pasas meses viéndote con alguien que no tiene ni medio gesto de lo que tú necesitas. No sé, no lee las columnas que escribes. Pero para ti es importante y piensas: bueno pero es que claro, no lee habitualmente prensa. Lo justificas y tiras adelante porque te gusta, pero se genera un poso, algo no acaba de encajar porque ¿no estás viendo que leerme es gratis y demuestra interés por mí?, te cuesta cinco minutos, ¿de verdad no puedes hacerlo? Deberías hasta pagar por ello, claro. Eso se acaba y al tiempo empiezas con otra persona que se suscribe a tu newsletter después de la primera cita. 

Mi amigo Luis escribió el otro día en twitter: Miércoles, 11 de la noche, 3  grados. Liga de Entrevías. 18 matados jugando al fútbol 7 y la novia de uno de ellos en la grada viendo a su chico. Esto es amor, quien lo probó lo sabe.

Ves, no es tan difícil. Bueno, no es difícil la palabra. Quizás la palabra es voluntad, voluntad unida a deseo y a interés. Uno va: busca el hueco. Uno pregunta: qué estás leyendo y quizás ni siquiera lee tantísimo. Uno dice: si quieres vamos a ver la última de Sorrentino juntos porque sé que te encanta. Y a ti, ni fu ni fa. Uno responde: te espero abajo, traigo café calentito. No digo que siempre haya que adaptarse, pero nunca hacerlo no es, definitivamente, tampoco es la respuesta.

El love language no es tanto compartir exactamente necesidades de cuidado y cariño. Se pueden desear tipos de cuidados distintos pero está en nuestras manos querer al otro como quiere que le quieran y también explicarle nuestra forma de amar: para que el otro también sepa que ‘le estamos queriendo’. La conexión inicial sirve para crear un vínculo de la nada, para ganar intimidad y para decidir hacia dónde ir si es que se quiere ir a algún lugar, pero sin un esfuerzo por entender el idioma del otro es muy difícil construir algo duradero y de verdad.

Hay quiénes abrazan, quiénes son más de besar, hay quiénes necesitan que el otro esté presente o que se acuerde de los ‘buenos días’. Hay quiénes necesitan menos mensajes pero más acción, hay quiénes quieren, sin dudar, siempre el mensaje después de la cita. El amor fluye, sí, pero el amor, queridos, también se trabaja. No conozco ninguna relación de ningún tipo que no haya tenido renuncias, esfuerzos y adaptaciones para poder seguir caminando juntos. 

El amor es errático, va de estómago, pero no sobrevive si no se alimenta el fuego con la madera adecuada. El fuego puede quemar o calentar siendo el mismo.  El amor debería dar certezas porque ya muy incierto es el resto del mundo. El amor debería disipar dudas.

Y entonces pensé en el mío, en mi love language y en cómo alguien que me quisiese debería, sin lugar a dudas, ver Love Actually conmigo en los días de Navidad por vez vigésima aunque la odiase, aunque le pareciese cursi. Porque en este mundo incierto y rápido, saber que Hugh Grant llegará a tiempo y que Colin Firth correrá a buscar a la chica portuguesa después de todo es un alivio. Una certeza de la que no querría escapar nunca: el amor está en todas partes. Me lo dijo una peli, lo vi en un aeropuerto, lo sentí. Lo prometo.

sustrato, como te habrás dado cuenta ya, es un espacio diferente. No hacemos negocio con tus datos y aquí puedes leer con tranquilidad, porque no te van a asaltar banners con publicidad.

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No sex 11: Love, actually

Y entonces pensé en mi love language y en cómo alguien que me quisiese debería, sin lugar a dudas, ver Love Actually conmigo.

Va a ser una historia cursi, romanticona, te lo advierto, deja de leer aquí si no quieres empalagarte. Estoy pegajosa como unos dedos después de arrancar a pedazos el panettone, estoy dejando rastro en las copas de cava, no quiero ser discreta, quiero que todos sepan que he comido. 

Empieza así:

"Siempre que me siento pesimista por cómo está el mundo pienso en la puerta de llegadas del aeropuerto de Heathrow. La opinión general da a entender que vivimos en un mundo de odio y egoísmo, pero yo no lo entiendo así. A mí me parece que el amor está en todas partes. A menudo no es especialmente decoroso ni tiene interés periodístico, pero siempre está ahí. Padres e hijos, madres e hijas, maridos y esposas, novios, novias, viejos amigos... Cuando los aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas que yo sepa ninguna de las llamadas telefónicas de los que estaban a bordo fue de odio y venganza; todas fueron mensajes de amor. Si lo buscáis, tengo la extraña sensación de que descubriréis que el amor en realidad está en todas partes."

Continúo: 

¿Qué es para ti el amor? ¿Cómo lo demuestras? ¿Cómo necesitas que te lo demuestren? Me obsesioné con esto cuando, a medida que crecía, me daba cuenta de que cuántas más personas conocía más me daba cuenta de que el amor tomaba formas de lenguajes distintos, algunos se parecían, otros eran opuestos. Yo necesitaba cosas que otros no me daban, otros necesitaban cosas que yo no era capaz de dar de forma orgánica.

Amarse es particular, es intransferible. Pero entonces: ¿hasta qué punto es legítimo pedir a alguien que te quiera como tú necesitas? ¿Hasta cuanto el otro debe esforzarse en llegar dónde el otro pide?

Creo que a todos nos ha pasado alguna vez. Pasas meses viéndote con alguien que no tiene ni medio gesto de lo que tú necesitas. No sé, no lee las columnas que escribes. Pero para ti es importante y piensas: bueno pero es que claro, no lee habitualmente prensa. Lo justificas y tiras adelante porque te gusta, pero se genera un poso, algo no acaba de encajar porque ¿no estás viendo que leerme es gratis y demuestra interés por mí?, te cuesta cinco minutos, ¿de verdad no puedes hacerlo? Deberías hasta pagar por ello, claro. Eso se acaba y al tiempo empiezas con otra persona que se suscribe a tu newsletter después de la primera cita. 

Mi amigo Luis escribió el otro día en twitter: Miércoles, 11 de la noche, 3  grados. Liga de Entrevías. 18 matados jugando al fútbol 7 y la novia de uno de ellos en la grada viendo a su chico. Esto es amor, quien lo probó lo sabe.

Ves, no es tan difícil. Bueno, no es difícil la palabra. Quizás la palabra es voluntad, voluntad unida a deseo y a interés. Uno va: busca el hueco. Uno pregunta: qué estás leyendo y quizás ni siquiera lee tantísimo. Uno dice: si quieres vamos a ver la última de Sorrentino juntos porque sé que te encanta. Y a ti, ni fu ni fa. Uno responde: te espero abajo, traigo café calentito. No digo que siempre haya que adaptarse, pero nunca hacerlo no es, definitivamente, tampoco es la respuesta.

El love language no es tanto compartir exactamente necesidades de cuidado y cariño. Se pueden desear tipos de cuidados distintos pero está en nuestras manos querer al otro como quiere que le quieran y también explicarle nuestra forma de amar: para que el otro también sepa que ‘le estamos queriendo’. La conexión inicial sirve para crear un vínculo de la nada, para ganar intimidad y para decidir hacia dónde ir si es que se quiere ir a algún lugar, pero sin un esfuerzo por entender el idioma del otro es muy difícil construir algo duradero y de verdad.

Hay quiénes abrazan, quiénes son más de besar, hay quiénes necesitan que el otro esté presente o que se acuerde de los ‘buenos días’. Hay quiénes necesitan menos mensajes pero más acción, hay quiénes quieren, sin dudar, siempre el mensaje después de la cita. El amor fluye, sí, pero el amor, queridos, también se trabaja. No conozco ninguna relación de ningún tipo que no haya tenido renuncias, esfuerzos y adaptaciones para poder seguir caminando juntos. 

El amor es errático, va de estómago, pero no sobrevive si no se alimenta el fuego con la madera adecuada. El fuego puede quemar o calentar siendo el mismo.  El amor debería dar certezas porque ya muy incierto es el resto del mundo. El amor debería disipar dudas.

Y entonces pensé en el mío, en mi love language y en cómo alguien que me quisiese debería, sin lugar a dudas, ver Love Actually conmigo en los días de Navidad por vez vigésima aunque la odiase, aunque le pareciese cursi. Porque en este mundo incierto y rápido, saber que Hugh Grant llegará a tiempo y que Colin Firth correrá a buscar a la chica portuguesa después de todo es un alivio. Una certeza de la que no querría escapar nunca: el amor está en todas partes. Me lo dijo una peli, lo vi en un aeropuerto, lo sentí. Lo prometo.

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