No sex in the city

Creímos estar inventando nuevas reglas, pero no entendemos las reglas que nos hemos inventado

"Welcome to the age of lost innocence, no one has breakfast at Tiffany’s, and no one has unforgettable romances... Instead, we have breakfast at 7 a.m. and we deal with affairs we try to forget as soon as possible” Carrie Bradshaw dixit.

Ahora nos parece que Carrie se equivocaba tremendamente dándole 35 oportunidades a Mr. Big —siempre pensé que todo es más fácil verlo desde el balcón ajeno y sin aplicar la perspectiva que da el enamoramiento inevitable— pero a finales de los 90 cuatro mujeres hablando de sexo fueron una revolución y, desde luego, un punto de quiebre de un discurso monopolizado sobre lo que debía ser el amor romántico. 

Han pasado 25 años desde el estreno de la serie y han irrumpido tantos elementos nuevos en nuestra vida que el hecho de que somos distintos es completamente innegable e inequívoco. No nos comunicamos igual, no nos relacionamos igual y no nos vinculamos siguiendo las mismas reglas.

Creímos estar inventando nuevas reglas, pero no entendemos las reglas que nos hemos inventado. Con mis amigas hablamos de ello todas las semanas hasta que el otro día Andrea me dijo en la cocina de casa que por qué no hacía una columna sobre el tema al más puro estilo Carrie Bradshaw pero con el ‘no’ delante. Las dos estábamos de acuerdo en que hay algo que bloquea los vínculos hoy. Sofía nos lanzó esta pregunta que a mí me sirvió para empezar mi tesis: ‘¿el punto intermedio entre el matrimonio católico siglo XIX y el desapego neoliberal dónde se encuentra, por favor?’ Hemos dejado de conocernos, no entendemos al otro pero no hacemos por entenderlo, vamos en línea recta, la nuestra, queremos cariño pero no sé hasta qué punto estamos dispuestos a renunciar a qué cosas para tenerlo. Si nadie renuncia, nadie consigue. Elegir es renunciar pero qué hacer cuándo se puede elegir todo y, a la vez, acabar teniendo nada. La paradoja de la elección de Barry Schwartz describe perfecto cómo el ser humano tiende a estar menos satisfecho con las decisiones que toma cuantas más alternativas tenga donde elegir.

Welcome to the age of lost innocence. Pudiste tenerlo todo y no estás sabiendo qué quieres tener. Y, mientras, desaparecen las situaciones progresivas y balanceadas. Hoy todo parece ser como un chute de droga, te lleva a lo más alto y desaparece. Sin vínculos pero dejando rastros, rastros que aplicas para la siguiente: esta vez tampoco confiarás tanto porque, ya sabes, acaba esfumándose. 

Hemos creado el círculo virtuoso pero a la inversa. Nadie quiere buscar pero todos están buscando. Y cuando encontramos qué. Que podría haber algo mejor. Quizás lo encuentre en el supermercado o en la librería pero espera, no, justo ahí recuerdo que ese amor romántico de las pelis de los 90 no sirve ya, que eso resulta que no era real, que nadie pierde el avión por alguien. Que yo tampoco estaría dispuesta a perderlo.

Entro a twitter y la palabra ‘situationship’ me asalta como un ladrón a medianoche, a primera hora, a todas las horas. Me mandan constantemente memes sobre gente likeando stories como forma de lenguaje pero nadie habla. Hablar para qué. Mejor creamos hipótesis de todo lo que está sucediendo: escenarios surreales en los que cada uno se ha montado su película y es protagonista y no hay más huecos. Conozco gente atragantada de no decir de verse porque la última vez ella inició la conversación. O que escribe con menos signos de exclamación para no parecer demasiado entusiasmado. ¿Quiénes somos? Nos convertimos en personas públicas en la intimidad, no exponernos ni mostrarnos vulnerables es lo que nos protege del siguiente ‘ghosting’.

En fin, en mis notas del teléfono conviven mis reflexiones del amor y otras teorías, mi lista de la compra, los libros que leí este año y recordatorios para no perder las llaves. Supongo que eso lo explica un poco todo. Perdimos la inocencia, nadie desayuna en Tiffany’s pero tampoco es que nadie quiera irse al bar de enfrente. Estamos en un limbo viendo catálogos de personas, perdiéndonos lo que tenemos delante y renunciando al romance casi tanto como anhelándolo. 

Por eso lo he llamado ‘no sex in the city’.

*En el siguiente si queréis hablamos de la situationship. Que da para un libro.

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No sex in the city

Creímos estar inventando nuevas reglas, pero no entendemos las reglas que nos hemos inventado

"Welcome to the age of lost innocence, no one has breakfast at Tiffany’s, and no one has unforgettable romances... Instead, we have breakfast at 7 a.m. and we deal with affairs we try to forget as soon as possible” Carrie Bradshaw dixit.

Ahora nos parece que Carrie se equivocaba tremendamente dándole 35 oportunidades a Mr. Big —siempre pensé que todo es más fácil verlo desde el balcón ajeno y sin aplicar la perspectiva que da el enamoramiento inevitable— pero a finales de los 90 cuatro mujeres hablando de sexo fueron una revolución y, desde luego, un punto de quiebre de un discurso monopolizado sobre lo que debía ser el amor romántico. 

Han pasado 25 años desde el estreno de la serie y han irrumpido tantos elementos nuevos en nuestra vida que el hecho de que somos distintos es completamente innegable e inequívoco. No nos comunicamos igual, no nos relacionamos igual y no nos vinculamos siguiendo las mismas reglas.

Creímos estar inventando nuevas reglas, pero no entendemos las reglas que nos hemos inventado. Con mis amigas hablamos de ello todas las semanas hasta que el otro día Andrea me dijo en la cocina de casa que por qué no hacía una columna sobre el tema al más puro estilo Carrie Bradshaw pero con el ‘no’ delante. Las dos estábamos de acuerdo en que hay algo que bloquea los vínculos hoy. Sofía nos lanzó esta pregunta que a mí me sirvió para empezar mi tesis: ‘¿el punto intermedio entre el matrimonio católico siglo XIX y el desapego neoliberal dónde se encuentra, por favor?’ Hemos dejado de conocernos, no entendemos al otro pero no hacemos por entenderlo, vamos en línea recta, la nuestra, queremos cariño pero no sé hasta qué punto estamos dispuestos a renunciar a qué cosas para tenerlo. Si nadie renuncia, nadie consigue. Elegir es renunciar pero qué hacer cuándo se puede elegir todo y, a la vez, acabar teniendo nada. La paradoja de la elección de Barry Schwartz describe perfecto cómo el ser humano tiende a estar menos satisfecho con las decisiones que toma cuantas más alternativas tenga donde elegir.

Welcome to the age of lost innocence. Pudiste tenerlo todo y no estás sabiendo qué quieres tener. Y, mientras, desaparecen las situaciones progresivas y balanceadas. Hoy todo parece ser como un chute de droga, te lleva a lo más alto y desaparece. Sin vínculos pero dejando rastros, rastros que aplicas para la siguiente: esta vez tampoco confiarás tanto porque, ya sabes, acaba esfumándose. 

Hemos creado el círculo virtuoso pero a la inversa. Nadie quiere buscar pero todos están buscando. Y cuando encontramos qué. Que podría haber algo mejor. Quizás lo encuentre en el supermercado o en la librería pero espera, no, justo ahí recuerdo que ese amor romántico de las pelis de los 90 no sirve ya, que eso resulta que no era real, que nadie pierde el avión por alguien. Que yo tampoco estaría dispuesta a perderlo.

Entro a twitter y la palabra ‘situationship’ me asalta como un ladrón a medianoche, a primera hora, a todas las horas. Me mandan constantemente memes sobre gente likeando stories como forma de lenguaje pero nadie habla. Hablar para qué. Mejor creamos hipótesis de todo lo que está sucediendo: escenarios surreales en los que cada uno se ha montado su película y es protagonista y no hay más huecos. Conozco gente atragantada de no decir de verse porque la última vez ella inició la conversación. O que escribe con menos signos de exclamación para no parecer demasiado entusiasmado. ¿Quiénes somos? Nos convertimos en personas públicas en la intimidad, no exponernos ni mostrarnos vulnerables es lo que nos protege del siguiente ‘ghosting’.

En fin, en mis notas del teléfono conviven mis reflexiones del amor y otras teorías, mi lista de la compra, los libros que leí este año y recordatorios para no perder las llaves. Supongo que eso lo explica un poco todo. Perdimos la inocencia, nadie desayuna en Tiffany’s pero tampoco es que nadie quiera irse al bar de enfrente. Estamos en un limbo viendo catálogos de personas, perdiéndonos lo que tenemos delante y renunciando al romance casi tanto como anhelándolo. 

Por eso lo he llamado ‘no sex in the city’.

*En el siguiente si queréis hablamos de la situationship. Que da para un libro.

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