Martín y Lucía se conocieron en abril. Las amigas de Lucía conocen a Martín como el chico del barrio. Los amigos de Martín todavía no saben bien quién es Lucía. Es octubre y los dos alguna vez han salido con otras personas pero a Lucía en realidad no le gusta nadie más. El otro día, entre vinos en Gota —lugar para quinta cita pero no para primera—, Lucía le propuso a Martín irse un finde a algún lado y él dijo que sí pero tampoco concretó bien. ¿Se lo vuelve a decir? Lucía no tiene ni idea. Martín piensa que le apetece el finde pero no está del todo convencido. Mejor dejar pasar un tiempo a ver qué ocurre. ¿Si no le apetece un finde es que Lucía no le gusta? Pero Lucía le gusta, quizás no tanto para un finde. Pero entonces: ¿por qué sigue conociéndola? Está bien tenerse pero en realidad no se tienen. Tampoco se sueltan.
Una ‘situationship’, si buscas en google, en prensa, en algún lugar que quieras buscar, se suele definir como un vínculo entre dos personas que no acaban de formalizar su relación. No somos pareja pero tampoco no somos nada, porque entre nosotros hay algo romántico. Una ‘situationship’ es un casi algo. Lo que en otra época fue un rollo, el paso previo al noviazgo, esa etapa en la que te estás conociendo y te estás gustando pero todavía no es serio del todo, todavía no hay una asiduidad pactada tácitamente o una exclusividad hablada.
Sin embargo, el rollo o se cortaba porque no se veía luz al final del túnel o se transformaba de forma progresiva en una relación. La ‘situationship’ triunfa porque es la reina de los limbos, un área gris perfecta para los desapegados, los aversos al compromiso, los amantes de la dispersión y los miedosos de tomar decisiones y, sobre todo, los aterrorizados con las consecuencias de las decisiones que toman. Para los apegos más inseguros, este vínculo puede acabar hiriendo porque genera expectativas sobre un después que no llega. Si vamos a exposiciones juntos, dormimos juntos haciendo la cucharita y hablamos por whatsapp de manera continua… quizás somos novios pero alguno de los dos no lo quiere reconocer.
Ejem.
Un tuit viral que recojo como documentación: ‘oh, you’re in a situationship? Are you the one with commitment issues or the one with low self worth’? Porque, claro, el vínculo ni es lineal ni es uniforme. Hay alguien que se queda esperando, hay otro que ha hecho vida y hay algo que ninguno de los dos ha tenido el valor de hacer: tener una conversación al respecto.
El quid de la cuestión no es el concepto sino el hecho de que ahora sea más común tener estos vínculos borrosos que cualquier otro. En tiempos de impermanencia, la ‘situationship’ nos define y abraza como generación. Estamos en trabajos que no nos acaban de encantar, estamos en ciudades en las que no sabemos si queremos vivir siempre, estamos solteros pero no solteros del todo, pasamos de ellos pero miramos por el rabillo del ojo si ha respondido, nos despertamos juntos (o no?), seguimos sin saber si está bien presentar a los entornos comunes porque para-qué-si todavía no tenemos claro hacia dónde va esto. Nos da miedo hablarlo o, peor, nos sentimos comodísimos evitándolo.
Si no decidimos podemos tenerlo todo: una utopía al alcance de algunos elegidos. Para qué quedarse con un camino y jugársela si se puede ir cambiando de camiseta según se esté dando el partido.
‘Any ‘’situationship’’ that is longer than 3 months is self-harm’ escriben en twitter. Ese es el riesgo. ¿Cuánto tiempo se puede mantener una ‘situationship’? El limbo es placentero para una temporada pero, ¿se puede vivir en el limbo?
Tengo la sensación constante de que nos estamos quedando al borde de las cosas, de que no acabamos de arrancar porque se nos escapan entre los dedos todas las dudas. “Situationship is one of the worst things happened to humanity! Wdym you’re friends but you’re in love too but you’re not together but you can’t live without each other??? WHAT DO YOU MEAN BY THATTTTTT” escribe una chica casi a gritos —las mayúsculas son gritos estamos todos de acuerdo, ¿no?—.
La ‘situationship’ anecdótica puede ser divertida pero poned especial atención a estirar en el tiempo cualquier vínculo que bloquee la magia de tenerlo claro y saber para dónde tirar. Hay poquitas cosas comparables a un sí o a un no contundente. Hay pocas cosas que liberen más que ser un poquito valiente de vez en cuando. O quizás esté equivocada y en realidad sólo me angustia navegar la incertidumbre y tenga que resignarme a que somos nuestras zonas grises mucho más de lo que nos gustaría aceptar. Todavía sigo sin resolverlo.