Daniela lleva dos años y tres meses soltera. No es que tenga un contador pero, sin darse cuenta, su entorno se encarga de recordárselo cuando a veces le preguntan en qué mes de qué año lo dejó con su último novio. ¿Hace más de dos años? Wow. Siempre que queda con sus otras amigas solteras se acaban preguntando por qué ellas no y a otras sí. Por qué parece que a otras sí las escogen los hombres buenos, comprometidos y con ganas de una relación y a ellas no.
Elegir es un gran verbo, ser elegido es una expresión muy distinta. Para ahondar en el tema te confesaré que quise documentarme porque en mi cabeza había una nebulosa con el término ‘pick me girl’. Leí un artículo de Harpers Baazar de hace un tiempo y descubrí que fue la mismísima Meredith Grey la que acuñó el término al pedirle al doctor Derek Sheperd que la eligiese a ella. Que dejase a su mujer y que apostase por ella. Me remito a la definición: a 'pick-me girl' often seeks validation from others, especially men*, in order to feel worthy.’ En el artículo de Harpers, Clara Ferrero dice: Porque una 'pick me girl' nunca viste de rosa, ni se maquilla, ni le gusta ir de compras. Prefiere ver el fútbol, echar unas viciadas en la Play y tener amigos hombres porque ellos son "menos envidiosos y menos malos que las mujeres". Una 'pick me girl' jamás sería la animadora. Ella es la chicazo, la rara o la friki. Y por eso mismo "es mejor que el resto".
A partir de entonces se distingue, para mí, entre ser una ‘pick me’ y querer que te elijan. Si bien las ‘pick me girls’ se jactan de acercarse a lo masculino desde una complicidad basada en ser poco dadas a lo femenino… el hecho de que ‘te elijan’ lo percibo como una problemática universal. Hay muchas mujeres en contra de las ‘pick me girls’ porque perciben que esas chicas renuncian a parte de quiénes son sólo por gustar, pero no conozco a casi ninguna a la que no sobrevuele sutilmente el deseo de ser elegida.
He estado presente en conversaciones, he participado de ellas y las he escuchado de lejos. ¿Por qué no me eligen? ¿Qué hago mal? ¿Tengo algo en el pelo? ¿Me río demasiado alto? ¿Debería demostrar menos entusiasmo? ¿Regularme?
El hecho de que te elijan es algo, además, que inunda todas las áreas de la vida, aunque se evidencie de forma notable en las relaciones más emocionales y sexuales. Queremos ser elegidas en el trabajo, que los profesores nos digan que somos las mejores estudiantes, que alguien te diga que lo has hecho bien - quién sea, que tu presentación sea perfecta y la elegida. No quieres tener una cita, quieres ser la mejor cita. Que alguien te escoja a ti y no a otra persona.
Todo conduce a un delirio por ‘gustar’ que llega a sustituir el espacio mental de lo que te gusta a ti. Llegas incluso a dejar de preguntártelo. Sólo quieres gustar tú. Es lo importante, es tu valía en juego, tu belleza, tu reputación. Si no te eligen es un fracaso: se habrán ido con otra mejor.
Pero, ¿por qué siento, mientras te lo cuento, que es una pregunta eminentemente femenina?
Como no quería quedarme con la duda pregunté a un amigo. Me dijo que le gustaba que le eligiesen pero no era nada traumático si no lo hacían, y que el hecho de que no le eligiesen de inicio le suponía un reto añadido del cuál gustaba. Asentí y anoté.
Si nos pasamos los años pensando en que queremos ser la persona elegida, acabamos por olvidarnos que nosotros también podemos elegir. Elegir como concepto amplio, elegir irnos de un lugar, elegir no jugar a ese juego, elegir no estudiar para el examen, incluso elegir suspender. No sólo estar esperando a que nos suspendan. Se nos olvida que no nos eligen porque seamos mejores, por nuestro pelo, nuestra forma de mover las manos, si reímos alto, nos gusta ver películas malas o andamos descalzas. Las personas no somos catálogos o listados de checks y por suerte en la mayoría de los casos no funciona así: es más errático, más químico. El amor va más de estómago y de intuición. Pero si no existe ninguna fórmula, ¿por qué nos empeñamos en cumplirla?
Ahora, entre vinos, desde mi ventana parisina desde la que escribo hoy, te confesaré algo: pensé en Rayuela y en Cortázar mientras escribía esto. «Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque-la-aman, yo creo que es al verse. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto.»