‘No show’ o la peor gente del mundo

Por
Álvaro Boro
11/10/2024

No hay mejor filtro para distinguir a los gilipollas que observar su comportamiento con una copa de vino en la mano mientras se trincan el primer plato.

La gente se comporta en la barra del bar o en un restaurante como realmente es, y no hay mejor filtro para distinguir a los gilipollas que observar su comportamiento con una copa de vino en la mano mientras se trincan el primer plato. Quizá sea por el instinto tan primigenio que es comer y reunirse alrededor de la mesa; o no, vayan a saber, pero esta criba no falla.

Tampoco voy a ponerme exquisito, porque todos alguna vez contestamos mal a un camarero o tuvimos algún problema en algún garito: la emoción, el alcohol, el estrés, las prisas… Hay mil razones, que sólo pueden justificarse por ser una excepción, un hecho muy aislado en un océano de bares. Porque si esto les pasa a menudo, no se engañen: es que forman parte del amplio grupo de gilipollas.

Dentro de todos los desplantes, líos y malentendidos que se pueden tener, hay uno que se lleva la palma: el ‘no show’. El ‘no show’ es como se llama ahora a reservar mesa en un restaurante y faltar sin avisar, o haciéndolo con muy poca antelación respecto a la hora cerrada. Cada vez se está haciendo algo más común, dejando claro que la palabra dada y el compromiso ya no importan en este presente líquido. No logro entender la poca consideración de los que hacen esto frente al trabajo de los demás, un trabajo el del personal de un restaurante que consiste en alimentarte y hacerte feliz. ¿Qué calaña de peña es la que actúa así? Pues la peor, muy cerca de los terroristas, dictadores y genocidas.

“Un ‘no show’ te rompe el día, te lleva a pérdidas. Nosotros trabajamos casi todo con reserva, de ahí planificamos las compras y organizamos al personal y el trabajo. Y luego están todos aquellos a los que no pudiste atender por esa reserva que no se presenta”, dice Mariano González Solórzano, gerente de La Ferrada (Noreña).

El no presentarse (o avisar con poca antelación) genera graves problemas para los restaurantes, de ahí que muchos hayan decidido cobrar una parte por anticipado si esto ocurre. Es algo que nos puede fastidiar e incomodar, pero no podemos echar la culpa a los hosteleros, los únicos culpables son todos aquellos fantoches que dejan sus mesas vacías. La falta de educación de unos cuantos está generando que la hostelería se defienda y se haga respetar, abusos que se dieron y se generalizaron en el pasado no pueden permitirse ahora ni deberían darse. Teniendo claro siempre que puede surgir algún imprevisto, nadie está libre de caer en las garras de la desgracia, y espero que los establecimientos estén a la altura y actúen acorde a lo sucedido.

El mundillo de la cocina está evolucionando con unas directrices muy claras: tratando de conciliar los horarios con una vida familiar, mimando y valorando el producto de proximidad y minimizando su impacto en el medio. Si ellos se están poniendo las pilas, no seamos los clientes los que nos quedemos atrás.

Si no vas: avisa. Es fácil y sencillo. Y si faltas y no avisas, al menos házselo al hostelero cabrón que abusa de sus empleados, se queja mucho de que no gana pasta y siempre tiene mala cara.

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Gastronomía

‘No show’ o la peor gente del mundo

No hay mejor filtro para distinguir a los gilipollas que observar su comportamiento con una copa de vino en la mano mientras se trincan el primer plato.

Por
Álvaro Boro
11/10/2024

La gente se comporta en la barra del bar o en un restaurante como realmente es, y no hay mejor filtro para distinguir a los gilipollas que observar su comportamiento con una copa de vino en la mano mientras se trincan el primer plato. Quizá sea por el instinto tan primigenio que es comer y reunirse alrededor de la mesa; o no, vayan a saber, pero esta criba no falla.

Tampoco voy a ponerme exquisito, porque todos alguna vez contestamos mal a un camarero o tuvimos algún problema en algún garito: la emoción, el alcohol, el estrés, las prisas… Hay mil razones, que sólo pueden justificarse por ser una excepción, un hecho muy aislado en un océano de bares. Porque si esto les pasa a menudo, no se engañen: es que forman parte del amplio grupo de gilipollas.

Dentro de todos los desplantes, líos y malentendidos que se pueden tener, hay uno que se lleva la palma: el ‘no show’. El ‘no show’ es como se llama ahora a reservar mesa en un restaurante y faltar sin avisar, o haciéndolo con muy poca antelación respecto a la hora cerrada. Cada vez se está haciendo algo más común, dejando claro que la palabra dada y el compromiso ya no importan en este presente líquido. No logro entender la poca consideración de los que hacen esto frente al trabajo de los demás, un trabajo el del personal de un restaurante que consiste en alimentarte y hacerte feliz. ¿Qué calaña de peña es la que actúa así? Pues la peor, muy cerca de los terroristas, dictadores y genocidas.

“Un ‘no show’ te rompe el día, te lleva a pérdidas. Nosotros trabajamos casi todo con reserva, de ahí planificamos las compras y organizamos al personal y el trabajo. Y luego están todos aquellos a los que no pudiste atender por esa reserva que no se presenta”, dice Mariano González Solórzano, gerente de La Ferrada (Noreña).

El no presentarse (o avisar con poca antelación) genera graves problemas para los restaurantes, de ahí que muchos hayan decidido cobrar una parte por anticipado si esto ocurre. Es algo que nos puede fastidiar e incomodar, pero no podemos echar la culpa a los hosteleros, los únicos culpables son todos aquellos fantoches que dejan sus mesas vacías. La falta de educación de unos cuantos está generando que la hostelería se defienda y se haga respetar, abusos que se dieron y se generalizaron en el pasado no pueden permitirse ahora ni deberían darse. Teniendo claro siempre que puede surgir algún imprevisto, nadie está libre de caer en las garras de la desgracia, y espero que los establecimientos estén a la altura y actúen acorde a lo sucedido.

El mundillo de la cocina está evolucionando con unas directrices muy claras: tratando de conciliar los horarios con una vida familiar, mimando y valorando el producto de proximidad y minimizando su impacto en el medio. Si ellos se están poniendo las pilas, no seamos los clientes los que nos quedemos atrás.

Si no vas: avisa. Es fácil y sencillo. Y si faltas y no avisas, al menos házselo al hostelero cabrón que abusa de sus empleados, se queja mucho de que no gana pasta y siempre tiene mala cara.

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