Písame lo fregao

Por
Javier Goez
18/11/2024

Es pisar una mierda de perro y recordar que las suelas de los zapatos existen.

Desconfío de todos los textos que comienzan con la narración de una anécdota idiota que ocurrió el día o la semana anterior. Por eso aclaro que todo lo que voy a contar es ficción —no sé si mentira— y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Ayer pisé una mierda de perro, un buen trozo de mierda. Era tan grande y tan reciente —todavía estaba calentita— que me hizo resbalar y a punto estuve de caer al suelo. Pasado el estupor inicial, miré a mi alrededor para comprobar que nadie lo había visto. Solo un niño rubio me miraba y me señalaba con el dedo índice para constatar que el ridículo no había sido en vano. Gracias, chaval. Hundido en la vergüenza por culpa de un mocoso y de una masa de mierda, me acerqué a un bordillo para deshacerme del zurullo. Una, dos, tres raspadas. Levanté el zapato. Qué cosa más fea. La suela más insulsa del planeta. ¿Alguna vez me había fijado en ella?

Existen objetos, personas y oficios que cumplen su cometido si pasan desapercibidos. El mantenimiento es perfecto si no se menciona en los periódicos. El servicio de basuras funciona si te olvidas de que existe. Las suelas de los zapatos hacen su trabajo si las pisas, las machacas, las pones a prueba varias veces por minuto, y ni siquiera te das cuenta de que soportan tu peso. Tienes que cruzarte de madrugada con un túnel cerrado, con un camión de la basura que corta el paso, para recordar a los que trabajan en la sombra. Tienes que pisar un trozo de mierda para acordarte de tus suelas.

La memoria es caprichosa y aleatoria. Luis Landero cuenta que nunca ha olvidado una frase que escuchó de pequeño en un ultramarinos: "Aquí no guardamos mejillón pequeño". A mi memoria le ha dado por reservar un estante privilegiado para todo lo relacionado con las suelas. Cronológicamente sería algo así:

1. De las películas de mi infancia recuerdo las suelas de Woody y Buzz Lightyear con ANDY escrito en rotulador negro con la N al revés.

2. El día de reyes de mis nueve años di la tabarra con un par de vans, con cualquier par de vans en realidad; lo que me importaba era esa suela con rombos y estrellas, como la que calzaban Tony Alva, Stacey Peralta y Jay Adams en Los Amos de Dogtown

3. Las Munich Gresca molaban —aunque no las llevaran los jugadores de tu equipo favorito— por esa suela marrón que te mantenía pegado al parqué.

4. De entre todas las imágenes icónicas de The Last Dance una se me ha quedado grabada en la retina: la escena en la que Scottie Pippen señala a cámara la suela de sus Air Jordan para pedir a Michael que regrese a los Bulls.

5. Tuve que parar y rebobinar varias veces una secuencia de Kill Bill para comprobar la suela de Beatrix. Al terminar la película me puse a buscar Onitsuka Tiger México 66 amarillas con ese FuckU escrito en la suela de goma, para mi decepción no estaban a la venta.

6. Me tomo un gofre y me viene a la mente la historia de Bill Bowerman (me preocupa no tener que acudir a internet para recordar su nombre) ideando la suela Waffle de Nike con la máquina de hacer gofres de su casa.

No acierto a discernir si lo importante es cuidar dónde pisas, cómo pisas o con qué pisas. La imagen de las suelas desgastadas ha sido utilizada en tantas ocasiones —en la Biblia (“Yo os he conducido durante cuarenta años en el desierto; no se han gastado los vestidos sobre vosotros y no se ha gastado la sandalia en vuestro pie”1), por raperos (“cien mil pasos, más de cien mil pasos en mis pies”2)— que deberíamos estar cansados del cliché. Sin embargo, recupero un par de zapatos antiguos y me hace sonreír ver que las suelas han perdido el dibujo por el uso. Las suelas no engañan, cuentan lo que hemos vivido. Puedes ir a un festival, reventar unas zapatillas, fardar de que llevan un buen trote, pero si miras la suela, ay amigo, las suelas no mienten: las compraste hace dos semanas para frontearlas en el festi.

Quizás el mejor estribillo en castellano de los últimos años dice así: tú te has creído que por ser yo bueno puedes ir pisando por donde friego. Y yo aprovecho y lo completo: pero si lo haces, si me pisas lo fregao, hazlo en condiciones, búscate unos zapatos con una suela decente. Lo que no se ve es lo que más importa.

–––

Si has terminado de leer el artículo y te has mirado la suela, he cumplido mi misión.

1. Deuteronomio 29:5.

2. Fragmento de 100k pasos de Agorazein.

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Es pisar una mierda de perro y recordar que las suelas de los zapatos existen.

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18/11/2024

Desconfío de todos los textos que comienzan con la narración de una anécdota idiota que ocurrió el día o la semana anterior. Por eso aclaro que todo lo que voy a contar es ficción —no sé si mentira— y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Ayer pisé una mierda de perro, un buen trozo de mierda. Era tan grande y tan reciente —todavía estaba calentita— que me hizo resbalar y a punto estuve de caer al suelo. Pasado el estupor inicial, miré a mi alrededor para comprobar que nadie lo había visto. Solo un niño rubio me miraba y me señalaba con el dedo índice para constatar que el ridículo no había sido en vano. Gracias, chaval. Hundido en la vergüenza por culpa de un mocoso y de una masa de mierda, me acerqué a un bordillo para deshacerme del zurullo. Una, dos, tres raspadas. Levanté el zapato. Qué cosa más fea. La suela más insulsa del planeta. ¿Alguna vez me había fijado en ella?

Existen objetos, personas y oficios que cumplen su cometido si pasan desapercibidos. El mantenimiento es perfecto si no se menciona en los periódicos. El servicio de basuras funciona si te olvidas de que existe. Las suelas de los zapatos hacen su trabajo si las pisas, las machacas, las pones a prueba varias veces por minuto, y ni siquiera te das cuenta de que soportan tu peso. Tienes que cruzarte de madrugada con un túnel cerrado, con un camión de la basura que corta el paso, para recordar a los que trabajan en la sombra. Tienes que pisar un trozo de mierda para acordarte de tus suelas.

La memoria es caprichosa y aleatoria. Luis Landero cuenta que nunca ha olvidado una frase que escuchó de pequeño en un ultramarinos: "Aquí no guardamos mejillón pequeño". A mi memoria le ha dado por reservar un estante privilegiado para todo lo relacionado con las suelas. Cronológicamente sería algo así:

1. De las películas de mi infancia recuerdo las suelas de Woody y Buzz Lightyear con ANDY escrito en rotulador negro con la N al revés.

2. El día de reyes de mis nueve años di la tabarra con un par de vans, con cualquier par de vans en realidad; lo que me importaba era esa suela con rombos y estrellas, como la que calzaban Tony Alva, Stacey Peralta y Jay Adams en Los Amos de Dogtown

3. Las Munich Gresca molaban —aunque no las llevaran los jugadores de tu equipo favorito— por esa suela marrón que te mantenía pegado al parqué.

4. De entre todas las imágenes icónicas de The Last Dance una se me ha quedado grabada en la retina: la escena en la que Scottie Pippen señala a cámara la suela de sus Air Jordan para pedir a Michael que regrese a los Bulls.

5. Tuve que parar y rebobinar varias veces una secuencia de Kill Bill para comprobar la suela de Beatrix. Al terminar la película me puse a buscar Onitsuka Tiger México 66 amarillas con ese FuckU escrito en la suela de goma, para mi decepción no estaban a la venta.

6. Me tomo un gofre y me viene a la mente la historia de Bill Bowerman (me preocupa no tener que acudir a internet para recordar su nombre) ideando la suela Waffle de Nike con la máquina de hacer gofres de su casa.

No acierto a discernir si lo importante es cuidar dónde pisas, cómo pisas o con qué pisas. La imagen de las suelas desgastadas ha sido utilizada en tantas ocasiones —en la Biblia (“Yo os he conducido durante cuarenta años en el desierto; no se han gastado los vestidos sobre vosotros y no se ha gastado la sandalia en vuestro pie”1), por raperos (“cien mil pasos, más de cien mil pasos en mis pies”2)— que deberíamos estar cansados del cliché. Sin embargo, recupero un par de zapatos antiguos y me hace sonreír ver que las suelas han perdido el dibujo por el uso. Las suelas no engañan, cuentan lo que hemos vivido. Puedes ir a un festival, reventar unas zapatillas, fardar de que llevan un buen trote, pero si miras la suela, ay amigo, las suelas no mienten: las compraste hace dos semanas para frontearlas en el festi.

Quizás el mejor estribillo en castellano de los últimos años dice así: tú te has creído que por ser yo bueno puedes ir pisando por donde friego. Y yo aprovecho y lo completo: pero si lo haces, si me pisas lo fregao, hazlo en condiciones, búscate unos zapatos con una suela decente. Lo que no se ve es lo que más importa.

–––

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