Siempre me había considerado una persona valiente, pero dejé de serlo hace poco. Y lo hice en el instante en que conocí los tramos de la Cuota de Autónomos para 2025. Más de tres millones de personas en este país arriesgan su futuro, su patrimonio y el de su familia para tratar de ganarse la vida y darles trabajo a otros. Porque la cuota de autónomos no es otra cosa que un requisito para poder trabajar, y la consecuencia de que los autónomos tengan éxito es que haya menos gente sin empleo.
La cantinela de la importancia de pagar impuestos la conocemos todos. Y es cierto que es necesario que contribuyamos a nuestro bienestar, el de nuestro país y el de nuestros compatriotas. Habría que profundizar en el cómo, pero no es el asunto de esta columna. Porque lo que me heló la sangre no fue que alguien que gana más de 6000 euros netos al mes pague una cuota de 600 euros. Aunque no deja de ser una cantidad importante por trabajar y darle a otras personas la oportunidad de tener un empleo. Lo que me dejó a cuadros fue que una persona con un rendimiento neto de menos de 900 euros tenga que pagar hasta 250 euros.
No sé cómo de honrado tienes que ser para declarar la cuota y ver cómo te quitan casi un tercio de lo que has generado, pero lo que es evidente es que este sistema está muy mal organizado. Quizás una buena medida sería que hasta cierto umbral no hubiera que pagar nada. Alguien que está generando menos de 900 euros y tiene que pagar una cuota de 250 no tiene dinero para poder vivir. Y no me quiero imaginar si en vez de ser una persona soltera y sin hijos es alguien con responsabilidades. Porque entonces la situación pasa de un país desarrollado a uno en vías de desarrollo, y esto siendo muy generoso.
Pero lo que más me preocupa de estas cuotas es su impacto en el largo plazo. No sé quién querrá lanzarse a la aventura de emprender para ganarse la vida cuando trabajar de forma autónoma sale tan caro. Y me preocupa porque quienes sostienen a este país y a sus ciudadanos son las personas que deciden arriesgarlo todo para montar su negocio. Nadie monta una tienda de ropa y en tres días es Amancio Ortega, o monta un ultramarinos y se convierte en Mercadona. Ojalá fuera más fácil que estos empresarios aparecieran para poder darles más oportunidades a nuestros parados. Urge tratar a estas personas con la dignidad que se merecen antes de que miremos a nuestro alrededor y se hayan esfumado.