Por la muerte de Jimmy Giménez-Arnau y Luis Ortiz, maestros del ‘buenvivir’

Me entero de que se han muerto estos dos estandartes del hedonismo

Me entero de que se ha muerto Jimmy Giménez-Arnau, y poco después de que Luis Ortiz, marido de Gunilla, lo ha hecho antes. Estamos ante un fin de raza, el fin de una era, algo jamás visto desde que murió Leopoldo Panero, cumpliendo ese fin de raza que había anunciado Michi en ‘El Desencanto’. El final de una España y unos hombres que manejaban a la perfección el bello arte de la diversión.

Espero que ambos, sea donde sea, estén en algún lugar muy parecido a la Marbella de la jet-set de la que fueron faraones y en la que tanto disfrutaron. Los dos quisieron hacer del casarse bien, que sigue siendo un negocio de lo más lucrativo y lúbrico, su forma de 'buenvivir'. Ellos que hicieron de la noche y la fiesta su territorio habitual, que a lo que los demás llamamos “fiesta” ellos le decían “hogar”.

Sólo a Ortiz le salió bien lo de la bragueta. Luis, que fue el primer calvo despeinado que se paseó por los saraos patrios, logró un amplio sustento sólo con llevar a la condesa tanoréxica del brazo. Con el tiempo rompieron, pero como la gente de bien acabaron de nuevo juntos compartiendo el ocaso de sus vidas.

Jimmy, que era mucho más listo y crápula, rompió pronto con Merry y todo fueron problemas. En este país sabemos bien cómo se las gastan los Franco. Pero qué guapos lucían los dos el día de su boda en la portada de HOLA, portada que él negoció y se llevó un millón de pesetas por la primera exclusiva de España. Giménez-Arnau fue periodista, escritor, poeta, dirigió cine, crápula, ‘bon vivant’ y dicen la inmensa mayoría de los que lo conocieron que fue un tipo genial. Siempre me gustaron sus apariciones televisivas, con ese aire de dandy y sus comentarios inteligentes, sagaces y graciosos. Fue alguien que supo mirar y lograr ver lo que otros muchos son incapaces, haciendo de la alegría y el amor el motor de su vida.

Que la oscuridad, en la que reinaron, les sea leve. Brindaré por los dos. Descansen en paz.

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Por la muerte de Jimmy Giménez-Arnau y Luis Ortiz, maestros del ‘buenvivir’

Me entero de que se han muerto estos dos estandartes del hedonismo

Me entero de que se ha muerto Jimmy Giménez-Arnau, y poco después de que Luis Ortiz, marido de Gunilla, lo ha hecho antes. Estamos ante un fin de raza, el fin de una era, algo jamás visto desde que murió Leopoldo Panero, cumpliendo ese fin de raza que había anunciado Michi en ‘El Desencanto’. El final de una España y unos hombres que manejaban a la perfección el bello arte de la diversión.

Espero que ambos, sea donde sea, estén en algún lugar muy parecido a la Marbella de la jet-set de la que fueron faraones y en la que tanto disfrutaron. Los dos quisieron hacer del casarse bien, que sigue siendo un negocio de lo más lucrativo y lúbrico, su forma de 'buenvivir'. Ellos que hicieron de la noche y la fiesta su territorio habitual, que a lo que los demás llamamos “fiesta” ellos le decían “hogar”.

Sólo a Ortiz le salió bien lo de la bragueta. Luis, que fue el primer calvo despeinado que se paseó por los saraos patrios, logró un amplio sustento sólo con llevar a la condesa tanoréxica del brazo. Con el tiempo rompieron, pero como la gente de bien acabaron de nuevo juntos compartiendo el ocaso de sus vidas.

Jimmy, que era mucho más listo y crápula, rompió pronto con Merry y todo fueron problemas. En este país sabemos bien cómo se las gastan los Franco. Pero qué guapos lucían los dos el día de su boda en la portada de HOLA, portada que él negoció y se llevó un millón de pesetas por la primera exclusiva de España. Giménez-Arnau fue periodista, escritor, poeta, dirigió cine, crápula, ‘bon vivant’ y dicen la inmensa mayoría de los que lo conocieron que fue un tipo genial. Siempre me gustaron sus apariciones televisivas, con ese aire de dandy y sus comentarios inteligentes, sagaces y graciosos. Fue alguien que supo mirar y lograr ver lo que otros muchos son incapaces, haciendo de la alegría y el amor el motor de su vida.

Que la oscuridad, en la que reinaron, les sea leve. Brindaré por los dos. Descansen en paz.

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