Porque ha hecho que me plantee hacer yoga, escribiendo un libro llamado Yoga pero que no va sobre yoga (o no sólo, al menos). Este libro me ha sacudido por completo el verano y me ha parecido uno de los ejercicios de honestidad más salvajes, raros y personales que he visto en mi vida. Además de todo eso, ha hecho que coquetee con la idea (gracias a Dios, mero coqueteo de momento) de centrarme en mi respiración pese al tabaco, a aprender de una puta vez qué son los chakras y a plantearme si mi vida mejoraría si fuese más consciente de mí mismo, aunque no creo que una mayor lucidez vaya necesariamente acompañada de más felicidad.
Este libro ha sido muy polémico y difícil de sacar a la luz, ya que Carrère se peleó con su exmujer porque ésta le reprochó que hubiese violado un acuerdo que habían firmado tras su divorcio, en el cual se comprometía a no escribir acerca de la relación entre ambos (cosas de escritores franceses, supongo), acuerdo al que evidentemente hizo caso omiso. El bueno de Emmanuel va más allá y, ni corto ni perezoso, defiende a capa y espada ante cualquiera que se lo pregunte su santo derecho a escribir lo que sale de las narices y pone a su exmujer de loca para arriba por atreverse a quejarse de que millones de personas lean sus intimidades matrimoniales. Este tipo de tonterías intelectuales y cansinas me encantan, ya que estoy convencido de que obedecen muchísimo menos a un propósito artístico y mucho más a la comprensible, lógica y humana sensación de querer joder a tu ex; porque sí, por chulo, porque puedes y porque eres un poco gilipollas. Finalmente, la novela deja la frase que considero que ha de ser la absoluta cabecera de cualquier escritor, porque creo que, de cualquier expresión artística, lo mejor que se puede decir es que es genuina “Tengo una convicción, una sola, relativa a la literatura, bueno, al género de literatura que yo practico: es el lugar donde no se miente. Es el imperativo absoluto, todo lo demás es accesorio, y creo haberme atenido siempre a este imperativo. Lo que escribo es quizá narcisista y vanidoso, pero no miento.”
Porque da ganas de ser periodista. Tiene un libro, llamado V-13, absolutamente demoledor y que narra, desde su perspectiva personal, los juicios por los atentados en la sala Bataclán en París. Hago un brevísimo recordatorio de lo que sucedió, ya que entendería que el lector no se acordase, ante la enorme cantidad de barbaridades que suceden todos los días. Lo que pasó aquel día en la sala Bataclán es que un grupo de salvajes (aunque tal vez lo más interesante del libro es que consigue que te lo acabes pensando que quizás no lo sean tanto), entraron en una sala de conciertos abarrotada, se pusieron a disparar a todo el mundo y algunos de ellos se inmolaron, provocando 130 muertos y 415 heridos. Además, también se produjo de manera simultánea el atentado cercano a la Plaza de la Nación y hubo varias explosiones en el Stade de France.
Este libro es, de verdad, de lo que más me ha removido por dentro en mi vida y más ha despertado en mí el sentimiento de querer contar las cosas bajo mi punto de vista, de dar mi chapa y arrojar mi luz y mi ¿verdad? sobre algunos temas. No conozco un tema tan complejo como una matanza de civiles (sobre todo en el contexto en el que tuvo lugar) y que sea tratado con tanta elasticidad por el autor. Me explico. Carrère no se limita a hacer un retrato lacrimógeno y fácil acerca de unos animales que mataron a gente buena, que en todo momento se comportó de manera irreprochable, sino que baja al barro, entrevista a víctimas que utilizaron a otras víctimas como escudo humano y que por tanto preferirían haber muerto ante el recuerdo de lo que han hecho, analiza de manera cuidadosísima los perfiles familiares y sociales de los asaltantes, critica y alaba a los jueces, saca conclusiones… Es decir, se expone, se muestra como es y explica lo que le han parecido las cosas, sin ninguna intención de adoctrinar ni convencer, pero sí con una firme creencia de que lo que cuenta es importante y merece ser escuchado (volvemos a la frase previamente mencionada y que aquí cumple como un reloj: “Lo que escribo es quizá narcisista y vanidoso, pero no miento”)
Porque se ha aproximado al mal. En varios de sus libros, incluido V-13, pero tal vez en el que más en El adversario, Carrère se aproxima al mal, como un observador curioso y distante pero que quiere formarse una opinión autorizada. En este crudo retrato del hombre mentiroso, que asesina de manera brutal a sus seres queridos cuando va a descubrirse la verdad acerca de él mismo (me recuerda en muchos aspectos, aunque sin violencia, al personaje de El impostor, de Javier Cercas), hay un claro interés y un afán de comprensión por parte del autor que me parecen fascinantes. En este libro, como en muchos otros, Carrère se sumerge en aguas oscuras y tarda en salir a la superficie, llegando incluso a cartearse con el asesino y, una vez más, nos da su testimonio sobre las profundidades que ha visitado por nosotros.
Porque me ha descubierto el personaje de Limonov, sin duda alguna, uno de los personajes más interesantes de un siglo XX plagado de personajes interesantes. No digo más, leed el libro, que leer es sanísimo y un muy buen hábito.
Porque es un escritor ameno, dinámico, fácil de leer y que escribe libros rápidos con un marcado estilo periodístico, mostrando de manera clara que la alta literatura no tiene porqué estar reñida con entretener, y que ser un coñazo es malo y punto; es importante no confundir lo profundo con lo enrevesado.
Porque ha escrito una novela brillantísima sobre la fe. Pese a que no quiero recurrir al lugar común de “en estos tiempos modernos, llenos de descreídos, que diría De Prada etc”, sí que me parece tremendamente valiente sacar un libro de 300 y pico páginas (El reino) que versa exclusivamente sobre “la historia más grande jamás contada”, pero lo hace de manera accesible y amena, haciendo unas interesantísimas reflexiones acerca de la figura de Jesucristo y de las diferencias entre fe, dogma y creencia. Deja además una verdad como un templo y que me parece que mucha gente no tiene tan clara: “Las cosas se hacen, al final, siempre que se les permita hacerse”, concepto con el que estoy plenamente de acuerdo. Detesto la resignación y la conformidad, me parecen mediocres y cutres.
Por último, comentar que mi afición por él hizo que me comprase (en el mercadillo de Sant Antoni, que le da un toque cool a este libro y a mí) al verlo de casualidad, la que resultó ser su primera novela, llamada “El jaguar” y que fue reeditada cuando sus libros siguientes alcanzaron un mayor éxito. Está muy bien, es rarísimo y deja pinceladas del absoluto monstruo en el que se convertiría después.
Es absolutamente fundamental leer a Carrère, porque, aunque narcisista y vanidoso, nunca miente.