¿Por qué es importante leer a Houellebecq?

Porque describe realidades incómodas constantemente, resultando muy admirable su intención de caminar siempre por el filo de la navaja.

(Antes que nada, es importante realizar un disclaimer. Es un tío que está absolutamente chalado, dicho claramente, y no se corta en mostrarlo a través de su literatura. Su temática, estilo de escritura y afán de polemizar hacen que sus libros no sean para todo el mundo y entendería perfectamente que a muchos lectores les hiciese sentir incómodos y prefiriesen leer otra cosa).

Hay que leer a Houellebecq. Porque es un grandísimo escritor y una personalidad muy relevante en el mundo cultural francés y, sino mundial, al menos europeo. Desde que comenzó a publicar sus novelas, la crítica se ha mostrado casi unánimemente de acuerdo en que, pese a sus desvaríos, su talento es un ciclón innegable y nadie es capaz de tratar ciertos temas como él. Además, siempre he detestado la idea de tener que leer cosas amables y que nos “enganchen”, ya que la lectura es también una buena forma de aproximarnos a realidades tenebrosas e incómodas y que nos pueden afectar de manera negativa (tiene el gran poder de permitirnos vislumbrar durante un rato las partes más oscuras de la naturaleza humana).

Porque describe realidades incómodas constantemente, resultando muy admirable su intención de caminar siempre por el filo de la navaja. En su novela “Plataforma” narra las vivencias de un hombre francés de mediana edad que viaja a Tailandia, lugar donde se da cuenta de que el turismo sexual es una realidad y que puede ser un buen modelo de negocio (de verdad, ¿a quién se le ocurre esto?). Pese a que haya fragmentos repulsivos, como consecuencia de lo que se cuenta, es que es un libro buenísimo e inteligentísimo, pero también incómodo y molesto, lo mismo que sucede con su particular aproximación a las relaciones de pareja y a la muerte en “Expiación”. 

Porque, en su condición de polemista, no se ha cortado absolutamente nada y ha abordado el tema más delicado en la actualidad en Francia, la islamización de esta sociedad, a través de su libro “Sumisión”. Sin embargo, lo hizo como solamente él es capaz de hacer: como un absoluto demente, describiendo un futuro en el cual un partido islamista alcanza el poder y un hombre de mediana edad, completamente harto de la vida, comienza a descubrir las ventajas que puede tener para un hombre la religión musulmana, con una ironía y una claridad inigualables. Además, en una inquietante coincidencia, este libro, que recibió muchas críticas de islamofobia, se comercializó en Francia el 7 de enero de 2015, el mismo día en que tuvo lugar el atentado contra las oficinas de Charlie Hebdo. 

Porque siempre da la sensación de protagonizar sus libros. Una de las cosas que resultan más perturbadoras de Houellebecq, es que el protagonista suele ser un hombre de mediana edad, hastiado y sexualmente frustrado, que no comprende la sociedad en la que vive y se deja arrastrar por el paso del tiempo, hasta que pasa algo sobrecogedor y, de repente, encuentra un motivo para encaminar sus fuerzas a la consecución de un bien superior. Al leer sus novelas y las reflexiones que hacen los protagonistas, es imposible disociar al autor de la obra, y constantemente hace preguntarse al lector si está leyendo una confesión, una broma desagradable o un análisis agudísimo y oscuro del alma humana. El hecho de que sea tan fácil identificarlo con sus protagonistas y aún así estos piensan, digan y hagan actos tan perturbadores no puede si no ser considerado como valiente.

Porque en su vida pública también ha sido notoria su manera errática y extraña de comportarse. Un ejemplo muy bueno de esto último es que accedió a participar en una película pornográfica, firmando un contrato y todo y después demandó al ¿cineasta? Stefan Ruitenbeek con la intención de que se prohibiese el estreno, lo cual no consiguió. Es innegable que le encanta el comportamiento típicamente francés de querer nadar a contracorriente a través de actos escandalosos, revestidos de una pretensión de intelectualidad que esconden la realidad, que no es otra que la pulsión real y humana de querer llevarlos a cabo. Sin embargo, la admisión de ser uno más de la masa que odia, siente y padece, le parece repulsiva.

Houellebecq no es para todo el mundo. Sin embargo, si lo que quieres es sumergirte en aguas turbulentas, asistir a una auténtica demostración de talento y estás preparado para dejarte cautivar, dale una oportunidad.

Finalmente, respecto a por dónde comenzar, mi recomendación sería saltar a la piscina y empezar por Plataforma. Si no te echa para atrás este libro, nada podrá contigo ya.

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¿Por qué es importante leer a Houellebecq?

Porque describe realidades incómodas constantemente, resultando muy admirable su intención de caminar siempre por el filo de la navaja.

(Antes que nada, es importante realizar un disclaimer. Es un tío que está absolutamente chalado, dicho claramente, y no se corta en mostrarlo a través de su literatura. Su temática, estilo de escritura y afán de polemizar hacen que sus libros no sean para todo el mundo y entendería perfectamente que a muchos lectores les hiciese sentir incómodos y prefiriesen leer otra cosa).

Hay que leer a Houellebecq. Porque es un grandísimo escritor y una personalidad muy relevante en el mundo cultural francés y, sino mundial, al menos europeo. Desde que comenzó a publicar sus novelas, la crítica se ha mostrado casi unánimemente de acuerdo en que, pese a sus desvaríos, su talento es un ciclón innegable y nadie es capaz de tratar ciertos temas como él. Además, siempre he detestado la idea de tener que leer cosas amables y que nos “enganchen”, ya que la lectura es también una buena forma de aproximarnos a realidades tenebrosas e incómodas y que nos pueden afectar de manera negativa (tiene el gran poder de permitirnos vislumbrar durante un rato las partes más oscuras de la naturaleza humana).

Porque describe realidades incómodas constantemente, resultando muy admirable su intención de caminar siempre por el filo de la navaja. En su novela “Plataforma” narra las vivencias de un hombre francés de mediana edad que viaja a Tailandia, lugar donde se da cuenta de que el turismo sexual es una realidad y que puede ser un buen modelo de negocio (de verdad, ¿a quién se le ocurre esto?). Pese a que haya fragmentos repulsivos, como consecuencia de lo que se cuenta, es que es un libro buenísimo e inteligentísimo, pero también incómodo y molesto, lo mismo que sucede con su particular aproximación a las relaciones de pareja y a la muerte en “Expiación”. 

Porque, en su condición de polemista, no se ha cortado absolutamente nada y ha abordado el tema más delicado en la actualidad en Francia, la islamización de esta sociedad, a través de su libro “Sumisión”. Sin embargo, lo hizo como solamente él es capaz de hacer: como un absoluto demente, describiendo un futuro en el cual un partido islamista alcanza el poder y un hombre de mediana edad, completamente harto de la vida, comienza a descubrir las ventajas que puede tener para un hombre la religión musulmana, con una ironía y una claridad inigualables. Además, en una inquietante coincidencia, este libro, que recibió muchas críticas de islamofobia, se comercializó en Francia el 7 de enero de 2015, el mismo día en que tuvo lugar el atentado contra las oficinas de Charlie Hebdo. 

Porque siempre da la sensación de protagonizar sus libros. Una de las cosas que resultan más perturbadoras de Houellebecq, es que el protagonista suele ser un hombre de mediana edad, hastiado y sexualmente frustrado, que no comprende la sociedad en la que vive y se deja arrastrar por el paso del tiempo, hasta que pasa algo sobrecogedor y, de repente, encuentra un motivo para encaminar sus fuerzas a la consecución de un bien superior. Al leer sus novelas y las reflexiones que hacen los protagonistas, es imposible disociar al autor de la obra, y constantemente hace preguntarse al lector si está leyendo una confesión, una broma desagradable o un análisis agudísimo y oscuro del alma humana. El hecho de que sea tan fácil identificarlo con sus protagonistas y aún así estos piensan, digan y hagan actos tan perturbadores no puede si no ser considerado como valiente.

Porque en su vida pública también ha sido notoria su manera errática y extraña de comportarse. Un ejemplo muy bueno de esto último es que accedió a participar en una película pornográfica, firmando un contrato y todo y después demandó al ¿cineasta? Stefan Ruitenbeek con la intención de que se prohibiese el estreno, lo cual no consiguió. Es innegable que le encanta el comportamiento típicamente francés de querer nadar a contracorriente a través de actos escandalosos, revestidos de una pretensión de intelectualidad que esconden la realidad, que no es otra que la pulsión real y humana de querer llevarlos a cabo. Sin embargo, la admisión de ser uno más de la masa que odia, siente y padece, le parece repulsiva.

Houellebecq no es para todo el mundo. Sin embargo, si lo que quieres es sumergirte en aguas turbulentas, asistir a una auténtica demostración de talento y estás preparado para dejarte cautivar, dale una oportunidad.

Finalmente, respecto a por dónde comenzar, mi recomendación sería saltar a la piscina y empezar por Plataforma. Si no te echa para atrás este libro, nada podrá contigo ya.

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