Todos somos Kylian

Por eso Kylian no marca goles, porque su corazón es el que está realmente en fuera de juego.

Hay algo peor que esperar. No esperar nada de alguien. Y claro, si estamos hechos de esperanzas de que esa persona vuelva, eche la puerta abajo, nos abrace y nos diga que se equivocó a lo Julia Roberts en Notting Hill, es normal que llenemos el baño de vaho y suspiros en la ducha previa al trabajo. Pero en el caso de nuestro querido Mbappé, ese suspiro solo es recuerdo. Saber que todo lo que vivió no va a volver. Que todo está en su memoria y que el día que se diluyan sus pensamientos podrá seguir palante. Y no es grasa corporal, pero también le pesa a la hora de tirar un desmarque o enchufar un mano a mano.

Parece que últimamente el mundo se le ha venido encima. Dicen que no está dando la talla. Que todo el tiempo que los madridistas han esperado para verle de blanco ha sido en vano. Que no es mejor que Vinicius. Que para qué ha venido. Y sumado a un supuesto lío de faldas en Estocolmo, encima, falla dos penaltis seguidos para ponerle la guinda al pastel de la frustración de los de Chamartín.

Nuestro amigo Kylian (porque sí, todo hombre que dice en público que le rompieron el corazón automáticamente se convierte en nuestro amigo) ha confesado en una entrevista que concedió a CLIQUE que ha estado enamorado de una mujer, pero ya no. Su respuesta termina con un “espero volver a estarlo” que no hace más que revolvernos a todos por dentro. Porque Kylian ahora está melancólico perdido. Se pasa los días viendo comedias románticas y fantaseando con los planes que habría hecho con ella. Por eso no marca goles, porque su corazón es el que está realmente en fuera de juego.

Me imagino las grabaciones futuras de Florentino en cualquier marisquería de la ciudad hablando de Mbappé: “Así que al final iba a ser eso, que estaba enamorado”. Y se lo perdonará. Porque hasta el hombre más poderoso de este país sabe lo que es acostarse cada noche extrañando a alguien. Acordarte de ella con la mínima tontería. Congelar el tiempo pasado juntos en tu cabeza y rezar porque se derrita antes de chocarte con el iceberg de tus recuerdos y hundirte como el Titanic.

Si alguna vez se han preguntado, al igual que yo, qué escuchan los futbolistas en esos cascos enormes que suelen lucir junto a su neceser hortera, con Mbappé ya nos podemos hacer una idea. Me imagino a Kylian en su primera busiana, con el ruido atronador de los aficionados como coristas de una estrofa tonta de Mecano, tarareando para sí mismo aquello de “me cuesta tanto olvidarte” o escuchando ‘Corrientes circulares en el tiempo’ de Los Planetas. Mientras sus compañeros de equipo tiran fueguitos en instagram, Kylian se dedica a leer tuits de Fel_blan o la columna semanal de Carla Mouriño pensando en lo feliz que fue con ella. En cómo se lo pasaban juntos. Recordando lo divertida que era vida a su lado. Preguntándose ese “qué nos ha pasado si no ha pasado nada” que canta Diego Ibáñez y que destroza hasta al galáctico de turno.

Los retretes, el modo ahorro del móvil y el desamor son simples ejemplos de lo mucho que tenemos en común con cualquier futbolista de élite. “Problemas tenemos todos” decía una pegatina que pusieron en la barra del Evohé, garito nocturno gaditano por antonomasia. Todos somos Kylian, porque alguna vez todos fuimos él.

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Todos somos Kylian

Por eso Kylian no marca goles, porque su corazón es el que está realmente en fuera de juego.

Hay algo peor que esperar. No esperar nada de alguien. Y claro, si estamos hechos de esperanzas de que esa persona vuelva, eche la puerta abajo, nos abrace y nos diga que se equivocó a lo Julia Roberts en Notting Hill, es normal que llenemos el baño de vaho y suspiros en la ducha previa al trabajo. Pero en el caso de nuestro querido Mbappé, ese suspiro solo es recuerdo. Saber que todo lo que vivió no va a volver. Que todo está en su memoria y que el día que se diluyan sus pensamientos podrá seguir palante. Y no es grasa corporal, pero también le pesa a la hora de tirar un desmarque o enchufar un mano a mano.

Parece que últimamente el mundo se le ha venido encima. Dicen que no está dando la talla. Que todo el tiempo que los madridistas han esperado para verle de blanco ha sido en vano. Que no es mejor que Vinicius. Que para qué ha venido. Y sumado a un supuesto lío de faldas en Estocolmo, encima, falla dos penaltis seguidos para ponerle la guinda al pastel de la frustración de los de Chamartín.

Nuestro amigo Kylian (porque sí, todo hombre que dice en público que le rompieron el corazón automáticamente se convierte en nuestro amigo) ha confesado en una entrevista que concedió a CLIQUE que ha estado enamorado de una mujer, pero ya no. Su respuesta termina con un “espero volver a estarlo” que no hace más que revolvernos a todos por dentro. Porque Kylian ahora está melancólico perdido. Se pasa los días viendo comedias románticas y fantaseando con los planes que habría hecho con ella. Por eso no marca goles, porque su corazón es el que está realmente en fuera de juego.

Me imagino las grabaciones futuras de Florentino en cualquier marisquería de la ciudad hablando de Mbappé: “Así que al final iba a ser eso, que estaba enamorado”. Y se lo perdonará. Porque hasta el hombre más poderoso de este país sabe lo que es acostarse cada noche extrañando a alguien. Acordarte de ella con la mínima tontería. Congelar el tiempo pasado juntos en tu cabeza y rezar porque se derrita antes de chocarte con el iceberg de tus recuerdos y hundirte como el Titanic.

Si alguna vez se han preguntado, al igual que yo, qué escuchan los futbolistas en esos cascos enormes que suelen lucir junto a su neceser hortera, con Mbappé ya nos podemos hacer una idea. Me imagino a Kylian en su primera busiana, con el ruido atronador de los aficionados como coristas de una estrofa tonta de Mecano, tarareando para sí mismo aquello de “me cuesta tanto olvidarte” o escuchando ‘Corrientes circulares en el tiempo’ de Los Planetas. Mientras sus compañeros de equipo tiran fueguitos en instagram, Kylian se dedica a leer tuits de Fel_blan o la columna semanal de Carla Mouriño pensando en lo feliz que fue con ella. En cómo se lo pasaban juntos. Recordando lo divertida que era vida a su lado. Preguntándose ese “qué nos ha pasado si no ha pasado nada” que canta Diego Ibáñez y que destroza hasta al galáctico de turno.

Los retretes, el modo ahorro del móvil y el desamor son simples ejemplos de lo mucho que tenemos en común con cualquier futbolista de élite. “Problemas tenemos todos” decía una pegatina que pusieron en la barra del Evohé, garito nocturno gaditano por antonomasia. Todos somos Kylian, porque alguna vez todos fuimos él.

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