Un audio de 10 minutos

Un podcast de casi un cuarto de hora me mandó la tía.

Le pregunté a una amiga qué tal y la muy psicópata me lo contó. Fue todo un espectáculo digno de merecer capítulo entero en Teoría de la Comunicación. Qué digo capítulo, ¡asignatura! McLuhan está ya muy pasado y en las facultades de todo el mundo se reclama con vehemencia una Teoría del Whatsapp y de paso la paz en Palestina.

Cuando alguien pregunta por WhatsApp qué tal sin aparente motivo previo, no es fruto de una especial inquietud sobre el estado anímico del receptor, sino porque espera que, por mera cortesía, el otro añada de manera automática al burocrático todo bien su correspondiente y tu qué? con el que mantener viva la ficción de un interés recíproco. Ahí está la clave, preguntar qué tal y así tener excusa para contar lo propio, que era a lo que veníamos.

Cuando yo le tiré de vuelta a mi amiga el qué tal de cortesía, un poco a lo Negro Enrique devolviéndole la pared a Maradona para que siguiese dejando en el camino a tanto inglés, lo hice sin esperar nada a cambio ni reparar en la ventana de posibilidades que acababa de abrir. 

Lo que no sospechó mi adormilada intención fue que en aquella amiga pudiese nacer la tentación de tomarse en serio mi pregunta, y mucho menos que su respuesta se materializase en forma de audio de 10 minutos. Un audio de 10 minutos me mandó la tía. Concretamente, 10 minutos y 12 segundos. Casi se me cae el móvil de la mano de lo que pesaba aquello. A ojo de buen cubero estimo que el teléfono pasó de dar en báscula 200 gramos a unos 10 kilos, uno por minuto. ¿Qué quiere decir un audio de 10 minutos? ¿Es constitucional un audio de 10 minutos? ¿hay fascismo en un audio de 10 minutos?

Qué significa un audio de 10 minutos. Lo más básico, que esa persona te quiere. Hay muchas maneras de decir te quiero sin decirlo, mis favoritas son mandar canciones porque sí y dejar de beber por amor. Pero esto es diferente. No será la forma más erótica ni tierna de acercarse a alguien, de acuerdo, pero ahí hay una voluntad de abrirse, de desnudarse al fin y al cabo.

Qué quiere decir un audio de 10 minutos. 10 minutos dan para muchas interpretaciones, la mayoría perfectamente compatibles entre ellas. 10 minutos de mensaje de voz implican en el emisor no tanto la necesidad de ser escuchado como de ser dicho, es decir, la facultad liberadora de las palabras en voz alta. El poder de verbalizar, de hacer el esfuerzo de estructurar pensamientos, ponerlos todos en fila india, soltarlos uno por uno y sobre todo escuchártelos. Cuando uno se tira 10 minutos hablando solo no lo hace por el deseo de recibir consejo, a estas alturas el receptor importa poco, sino por ordenarse a uno mismo, por conocerse mejor. El simple gesto de pulsar el micrófono del teclado y ponerse a perorar es en sí mismo una legitimación al acto de hablar solo sin que asome la sospecha de la locura propia. La misma situación que podría parecer signo de enajenación cambia radicalmente si el sujeto introduce en la escena un móvil al que hablarle con pose de querer comerse una tostada.

10 minutos de audio no es un mensaje, es un secuestro. Paradójicamente, no es una falta de respeto al tiempo ajeno, como en un principio pueda parecer o como sí lo es un audio de, pongamos, dos minutos. Porque lo que se dice en esos dos minutos generalmente puede sintetizarse si el emisor hace el esfuerzo de no contar sino escribir, porque el tiempo empleado en la lectura de ese whatsapp escrito será significativamente menor que esos dos minutos de nota de voz, por mucho x1,5 al que se reproduzca. Únicamente se requiere del esfuerzo, la atención y el tiempo del primero para teclear. Es decir, justo lo contrario del audio, que exige al receptor todo aquello de lo que ha prescindido el emisor.

Así que sí, un audio de dos minutos es una falta de consideración con tu tiempo, que no deja de ser tu bien más valioso. Pero un audio de 10 minutazos es otra cosa. Para empezar, el destinatario es una persona distinta cuando empieza a escucharlo de cuando lo termina. Han pasado 10 minutos pero es como si hubiese pasado una adolescencia entera en ese lapso. ¿Y qué es lo que ha pasado realmente? Pues la vida. La demoledora sencillez de las tareas cotidianas, las rutinas del día a día con las que el destinatario habrá acompañado la escucha del mensaje. La atención puesta en el inicio del mensaje será muy diferente a la del sexto minuto, del mismo modo que el tema tratado en el minuto tres no tendrá nada que ver con lo que se diga en el ocho.

Nos perdemos entre las infinitas lecturas e interpretaciones que caben en un audio de 10 minutos, todas ellas perfectamente válidas, y obviamos la más sencilla de todas. Un audio de 10 minutos es siempre un grito desesperado que se puede resumir en un mensaje de dos palabras: necesito verte.



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* La foto del artículo fue tomada en Fuengirola, Málaga, en 1996 por Joel Meyerowitz, y luego difundida por la cuenta de twitter Mythical Iberia.

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Un podcast de casi un cuarto de hora me mandó la tía.

Le pregunté a una amiga qué tal y la muy psicópata me lo contó. Fue todo un espectáculo digno de merecer capítulo entero en Teoría de la Comunicación. Qué digo capítulo, ¡asignatura! McLuhan está ya muy pasado y en las facultades de todo el mundo se reclama con vehemencia una Teoría del Whatsapp y de paso la paz en Palestina.

Cuando alguien pregunta por WhatsApp qué tal sin aparente motivo previo, no es fruto de una especial inquietud sobre el estado anímico del receptor, sino porque espera que, por mera cortesía, el otro añada de manera automática al burocrático todo bien su correspondiente y tu qué? con el que mantener viva la ficción de un interés recíproco. Ahí está la clave, preguntar qué tal y así tener excusa para contar lo propio, que era a lo que veníamos.

Cuando yo le tiré de vuelta a mi amiga el qué tal de cortesía, un poco a lo Negro Enrique devolviéndole la pared a Maradona para que siguiese dejando en el camino a tanto inglés, lo hice sin esperar nada a cambio ni reparar en la ventana de posibilidades que acababa de abrir. 

Lo que no sospechó mi adormilada intención fue que en aquella amiga pudiese nacer la tentación de tomarse en serio mi pregunta, y mucho menos que su respuesta se materializase en forma de audio de 10 minutos. Un audio de 10 minutos me mandó la tía. Concretamente, 10 minutos y 12 segundos. Casi se me cae el móvil de la mano de lo que pesaba aquello. A ojo de buen cubero estimo que el teléfono pasó de dar en báscula 200 gramos a unos 10 kilos, uno por minuto. ¿Qué quiere decir un audio de 10 minutos? ¿Es constitucional un audio de 10 minutos? ¿hay fascismo en un audio de 10 minutos?

Qué significa un audio de 10 minutos. Lo más básico, que esa persona te quiere. Hay muchas maneras de decir te quiero sin decirlo, mis favoritas son mandar canciones porque sí y dejar de beber por amor. Pero esto es diferente. No será la forma más erótica ni tierna de acercarse a alguien, de acuerdo, pero ahí hay una voluntad de abrirse, de desnudarse al fin y al cabo.

Qué quiere decir un audio de 10 minutos. 10 minutos dan para muchas interpretaciones, la mayoría perfectamente compatibles entre ellas. 10 minutos de mensaje de voz implican en el emisor no tanto la necesidad de ser escuchado como de ser dicho, es decir, la facultad liberadora de las palabras en voz alta. El poder de verbalizar, de hacer el esfuerzo de estructurar pensamientos, ponerlos todos en fila india, soltarlos uno por uno y sobre todo escuchártelos. Cuando uno se tira 10 minutos hablando solo no lo hace por el deseo de recibir consejo, a estas alturas el receptor importa poco, sino por ordenarse a uno mismo, por conocerse mejor. El simple gesto de pulsar el micrófono del teclado y ponerse a perorar es en sí mismo una legitimación al acto de hablar solo sin que asome la sospecha de la locura propia. La misma situación que podría parecer signo de enajenación cambia radicalmente si el sujeto introduce en la escena un móvil al que hablarle con pose de querer comerse una tostada.

10 minutos de audio no es un mensaje, es un secuestro. Paradójicamente, no es una falta de respeto al tiempo ajeno, como en un principio pueda parecer o como sí lo es un audio de, pongamos, dos minutos. Porque lo que se dice en esos dos minutos generalmente puede sintetizarse si el emisor hace el esfuerzo de no contar sino escribir, porque el tiempo empleado en la lectura de ese whatsapp escrito será significativamente menor que esos dos minutos de nota de voz, por mucho x1,5 al que se reproduzca. Únicamente se requiere del esfuerzo, la atención y el tiempo del primero para teclear. Es decir, justo lo contrario del audio, que exige al receptor todo aquello de lo que ha prescindido el emisor.

Así que sí, un audio de dos minutos es una falta de consideración con tu tiempo, que no deja de ser tu bien más valioso. Pero un audio de 10 minutazos es otra cosa. Para empezar, el destinatario es una persona distinta cuando empieza a escucharlo de cuando lo termina. Han pasado 10 minutos pero es como si hubiese pasado una adolescencia entera en ese lapso. ¿Y qué es lo que ha pasado realmente? Pues la vida. La demoledora sencillez de las tareas cotidianas, las rutinas del día a día con las que el destinatario habrá acompañado la escucha del mensaje. La atención puesta en el inicio del mensaje será muy diferente a la del sexto minuto, del mismo modo que el tema tratado en el minuto tres no tendrá nada que ver con lo que se diga en el ocho.

Nos perdemos entre las infinitas lecturas e interpretaciones que caben en un audio de 10 minutos, todas ellas perfectamente válidas, y obviamos la más sencilla de todas. Un audio de 10 minutos es siempre un grito desesperado que se puede resumir en un mensaje de dos palabras: necesito verte.



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* La foto del artículo fue tomada en Fuengirola, Málaga, en 1996 por Joel Meyerowitz, y luego difundida por la cuenta de twitter Mythical Iberia.

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