Un topolino para estrenar la primavera

La estación de las flores trae consigo la feria y los primeros días comiendo en la playa.

Parece un día normal. Salgo del gimnasio con cara de cansado pero satisfecho por quemar lo bebido el fin de semana, o al menos un tercio (de lo bebido, que nos conocemos). El sol pega en la cara pero de verdad. Este clima me suena. Hace casi un año que no lo veía, pero puedo reconocerlo en un santiamén. La luz que se refleja directamente en las fachadas de la calle Ancha me dice que se acerca la primavera. Este año viene con puntualidad inglesa. Asomó antes de lo esperado. 

Pagaría por recibir a la primavera con un negroni, pero estoy con antibióticos. Qué le vamos a hacer. Otro día será. Pero paseando por la Calle Ancha, lamentándome por no poder estrenar la estación al estilo Garci, me topé con la heladería “los italianos”. Había cancelado el plan del negroni, pero la vida me puso delante de mis narices un manjar exquisito. “Un topolino, por favor” le pedí a Arturo, nieto de los fundadores y actual encargado del negocio. Comerse un topolino en marzo es como tocar la primavera con las manos. Y aunque este negocio vive del verano, es muy conocido por dar el pistoletazo de salida a la primavera regalando este producto autóctono en su primer día de apertura. El topolino es un helado compuesto por una bola de nata bañada en una fina capa de chocolate crujiente asentada sobre un cucurucho. En este establecimiento lleva vendiéndolos desde hace más de sesenta años, así que podríamos decir que el topolino es un helado atemporal. Algo indispensable para los nostálgicos. Porque da igual el tiempo que lleves sin venir a Cádiz, el placer de tomarte un topolino te hace volver a aquellos tiempos de balones y plazoletas.

La primavera nos adentra en el verano poco a poco. Es más, le gana en importancia, porque esta nos regala los primeros días de buen tiempo. Es algo parecido a empezar una relación. Disfrutas de los primeros días como un niño con zapatos nuevos y te ilusionas con lo que está por venir, porque sí, una de las razones por las que la primavera es tan especial se debe a que nos llena el corazoncito de primeras veces. Para mí el  primer helado y el primer baño del año en la playa vienen siempre de la mano de marzo. También la manga corta y las chanclas. Aquí la primavera le abre la puerta al lino como el otoño al jersey de lana. Abraza tanto a la lectura ligera como a la simplicidad de bañar una bola de helado de nata en chocolate. Las terrazas se llenan, la gente se empieza poner morena y sonríe. 

La primavera trae consigo la feria y los primeros días comiendo en la playa. Las primeras ciruelas y nectarinas. Los caracoles. Las eliminatorias de Champions. La final de copa. ¿Qué más se le puede pedir a una estación? Coño, en primavera apetece hasta echarse una novia. Incluso dos.

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Costumbres

Un topolino para estrenar la primavera

La estación de las flores trae consigo la feria y los primeros días comiendo en la playa.

Parece un día normal. Salgo del gimnasio con cara de cansado pero satisfecho por quemar lo bebido el fin de semana, o al menos un tercio (de lo bebido, que nos conocemos). El sol pega en la cara pero de verdad. Este clima me suena. Hace casi un año que no lo veía, pero puedo reconocerlo en un santiamén. La luz que se refleja directamente en las fachadas de la calle Ancha me dice que se acerca la primavera. Este año viene con puntualidad inglesa. Asomó antes de lo esperado. 

Pagaría por recibir a la primavera con un negroni, pero estoy con antibióticos. Qué le vamos a hacer. Otro día será. Pero paseando por la Calle Ancha, lamentándome por no poder estrenar la estación al estilo Garci, me topé con la heladería “los italianos”. Había cancelado el plan del negroni, pero la vida me puso delante de mis narices un manjar exquisito. “Un topolino, por favor” le pedí a Arturo, nieto de los fundadores y actual encargado del negocio. Comerse un topolino en marzo es como tocar la primavera con las manos. Y aunque este negocio vive del verano, es muy conocido por dar el pistoletazo de salida a la primavera regalando este producto autóctono en su primer día de apertura. El topolino es un helado compuesto por una bola de nata bañada en una fina capa de chocolate crujiente asentada sobre un cucurucho. En este establecimiento lleva vendiéndolos desde hace más de sesenta años, así que podríamos decir que el topolino es un helado atemporal. Algo indispensable para los nostálgicos. Porque da igual el tiempo que lleves sin venir a Cádiz, el placer de tomarte un topolino te hace volver a aquellos tiempos de balones y plazoletas.

La primavera nos adentra en el verano poco a poco. Es más, le gana en importancia, porque esta nos regala los primeros días de buen tiempo. Es algo parecido a empezar una relación. Disfrutas de los primeros días como un niño con zapatos nuevos y te ilusionas con lo que está por venir, porque sí, una de las razones por las que la primavera es tan especial se debe a que nos llena el corazoncito de primeras veces. Para mí el  primer helado y el primer baño del año en la playa vienen siempre de la mano de marzo. También la manga corta y las chanclas. Aquí la primavera le abre la puerta al lino como el otoño al jersey de lana. Abraza tanto a la lectura ligera como a la simplicidad de bañar una bola de helado de nata en chocolate. Las terrazas se llenan, la gente se empieza poner morena y sonríe. 

La primavera trae consigo la feria y los primeros días comiendo en la playa. Las primeras ciruelas y nectarinas. Los caracoles. Las eliminatorias de Champions. La final de copa. ¿Qué más se le puede pedir a una estación? Coño, en primavera apetece hasta echarse una novia. Incluso dos.

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