—Rápido, escríbete cualquier chorrada sobre lo de Oasis, aprovechando el impulso del café.
—Pero son dos ideas.
—Bueno, vístelas bien y arreando. Hay que alimentar al monstruo.
No me gustaban Oasis
Nunca me gustaron muchísimo. No compré sus CDs en su día, de hecho compré Parklife de Blur y supe que había medio pelea. Después me fui directo a Arctic Monkeys y luego, aún peor, a Radiohead1, y olvidé este capítulo. Cuando lo recuperé, me encontré una banda con melodías y guitarras pegadizas, aunque demasiado familiares. Un grupo disfrutable para beber con amigos o conducir con amigos o hacer cosas con amigos. No están tan mal. Pero desde luego no tienen nada de intelectual u original o bailable. Siempre fueron, al contrario, más bien elementales y nostálgicos (nostálgico es un eufemismo de copiones, ya me entendéis) y estáticos.
Ahora me gusta lo que representan
1. Son un grupo completamente representativo del norte de Inglaterra, para bien o para mal. La gente es así, o quiere ser así. El acento incomprensible, innit. Se comportan como tal y escriben como tal. Ahogados en performatividades y artistas místicos-líquidos, las bandas tan de su ciudad como ellos están en peligro de extinción. Alguien que lo hace —y se parecen en más de una cosa para construir esta idea de autenticidad—, son nuestros queridos hasta-en-la-sopa Alcalá Norte. Este pequeño plagio a T Rex es la canción más británica jamás grabada:
2. Son un banda. Sí, tal cual. Como cuenta en el vídeo de debajo ese simpático señor, las bandas ya no están en las listas de éxitos británicos. La posibilidad de hacer música en casa, internet y, sobre todo, cuán más barato para un sello y una gira es ser un solista que una banda están acabando con los grupos. Tan triste como suena, es una cuestión de excel, de packs, de contabilidad.
Por ello, aunque en este caso no vayamos a sacar a nadie de la pobreza (excepto quizá a los empleados de Stone Island), tiene sentido apoyar a las bandas. Caras, imperfectas, llenas de egos, difíciles de vender como un solo producto digerible por la masa. Aquí Liam, en la cumbre de la comedia, quejándose de que en los 90 había 4 tíos para prepararle una taza de té. Y ahora se lo hace tiene que hacer él solito:
3. El sentido de comunión total-social. Una historia: en mi primer viaje a Inglaterra, con 15 años o así, fui testigo de algo que me sacudió tanto que me hizo cambiar de rumbo. En un bus lleno de chavales de mi edad, todo el mundo se puso a cantar, al unísono, a pelo, Don’t look back in anger. Yo no entendía nada. Más adelante, viviendo en las islas, me di cuenta: Oasis es canon, se canta en grupo y a chorrovoz, sus melodías sencillas y letras medio épicas son perfectas para la comunión social. O incluso después de un minuto de silencio por un ataque terrorista:
Desde España, país en el que ni siquiera nos sabemos más de una estrofa todos juntos, en el que en los autobuses de vuelta de las bodas hay que hacer esfuerzos heroicos para cantar nada al unísono, esto produce una envidia transparente. Qué ganas de la cohesión, de tomarse 5 pintas antes y 15 después del concierto, gritando que no vamos a vivir para siempre y que no queremos ver cómo crece el jardín sino más bien volar. Vencimos al cinismo. Tomad mi dinero, hermanos idiotas e inaguantables y ladrones de melodías y de corazones.
—
1 Lo cual, según Liam, me convertía en alguien feo y aburrido… una mente preclara