A favor del pasado

De los recientes artículos de Pierre y Fernando se sigue, forzosamente, que ambos están a favor del pasado. Es su único punto de intersección. Mirad, hasta he hecho un dibujo:

Bien. Es perfectamente natural que tipos tan audaces estén de acuerdo en esto - al fin, great minds think alike, y alguien también dijo una vez que quien pasó infancia feliz tiene un tesoro. El pasado es lo único que tenemos. Todo lo demás es perecedero: este mismo móvil en que tecleo con poco acierto, la cartera que me pesa en el vaquero y hasta la casa que mis padres pagaron con tanto esfuerzo o los amigos y la gente a la que quiero se irán, invariablemente, más tarde o más temprano. Sólo nuestra memoria permanece, mientras lo hacemos nosotros en la mayoría de casos y excepcionalmente incluso después de largo tiempo. Es por eso que tantos se empeñan en sobrevivir a este sprint a contrarreloj, con hijos y obras; es por eso que el alzheimer es tan despiadado, porque borra lo que en esencia somos; y es por eso, quizá, también, que de todo lo previo la miel es con diferencia lo más duradero, millones de años, porque el pasado, en efecto, es dulce.

El pasado actualiza lo que decían mis dos colegas. Cuando se es niño uno está firmemente amarrado al presente, por un lado; supongo que el córtex prefrontal no está todavía desarrollado y por eso somos incapaces de concebir planes, el medio plazo. Los días se estiran por semanas y las semanas por años, y así es que todos conservamos de nuestra infancia la imagen de un verano largo y luminoso -y que yo soy, al fin, junista y no setembrista-.

Por otro lado, y siguiendo con Pierre, nunca el futuro es tan amplio y prometedor como en el pasado: es ahí que soñamos con destinos grandes -astronauta; príncipe; piloto de rally- que luego decaen a medida que el córtex antedicho toma forma. Entonces ya somos ganadores del Euromillón -y aquí estoy de acuerdo con Fernando-: no hay mayor lotería para el niño que chutar un punteirolo en la plaza o el jardín de la abuela; que volver corriendo y sudado a casa a por el bocata de Nocilla.

Dejó dicho Baudelaire que “el genio no es sino la infancia recobrada a voluntad”. Sirvan sus palabras para cerrar mi alegato a favor del pasado.

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