Del verano

Me acuerdo de lo mucho que me esforzaba jugando al fútbol en las praderas para impresionarle.

Me acuerdo de las cabañas que hacíamos cada agosto. La nuestra decidimos levantarla entre el muro de piedra del tío Juan y los cuatro árboles de alrededor. Con ramas y cuerdas hacíamos un cerco lo suficientemente grande como para caber los siete, con puerta y todo. Colocábamos unas ruedas de neumático a modo de sillones y bebíamos fanta de naranja de una cantimplora. Era la única chica y eso me gustaba. Todos me trataban bien. Cuando llovía, la cabaña se inundaba por la parte de atrás y se llenaba de barro. Carlos y Diego levantaron un muro de piedra como de medio metro, pero el agua entraba igualmente. Lo que más me gustaba cuando llovía era el tener que reconstruirlo todo una y otra vez.

Me acuerdo de las Converse rosas que me regaló la tía Nuria y que todavía me pongo. Me acuerdo de la madre de Coral diciéndole a la mía que de mayor sería una estupenda G.E.O por eso de que siempre estaba trepando a los árboles. Me acuerdo del día que se perdió Serranillo y la abuela lloraba. Dijo que los perros de Santiago lo mataron en una pelea, pero siempre pensé que algún día aparecería por la puerta de atrás.

Me acuerdo del abuelo subiendo del huerto con un sombrero de paja y un cubo de patatas.

Me acuerdo del día que Jaime se cayó con la bici y nos quedamos sin vacaciones en la playa. Me acuerdo de sus zapatillas manchadas de sangre en el baño y de no entender nada. La abuela me dijo que estaban todos en Aranda. Cuando volvieron, Jaime solo preguntaba por su bici rota y por ver el mar.

Me acuerdo de lo mucho que me esforzaba jugando al fútbol en las praderas para impresionarle. Nos gustábamos; siempre me pedía en su equipo. Por las noches nos tumbábamos en la carretera - por la que nunca pasaban coches - a mirar las estrellas. El asfalto estaba caliente del día, así que no pasábamos frío. Poníamos música que nos gustaba en el móvil, (posiblemente el primer móvil) y ahí nos quedábamos tumbados hasta las tres de la mañana. Una vez me dormí, media hora no más, y cuando me desperté, él me miraba muy cerca.

Me acuerdo de los bocadillos de queso con tomate.

Me acuerdo del abuelo viendo los Simpson en el salón con las persianas bajadas.

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Costumbres

Del verano

Me acuerdo de lo mucho que me esforzaba jugando al fútbol en las praderas para impresionarle.

Me acuerdo de las cabañas que hacíamos cada agosto. La nuestra decidimos levantarla entre el muro de piedra del tío Juan y los cuatro árboles de alrededor. Con ramas y cuerdas hacíamos un cerco lo suficientemente grande como para caber los siete, con puerta y todo. Colocábamos unas ruedas de neumático a modo de sillones y bebíamos fanta de naranja de una cantimplora. Era la única chica y eso me gustaba. Todos me trataban bien. Cuando llovía, la cabaña se inundaba por la parte de atrás y se llenaba de barro. Carlos y Diego levantaron un muro de piedra como de medio metro, pero el agua entraba igualmente. Lo que más me gustaba cuando llovía era el tener que reconstruirlo todo una y otra vez.

Me acuerdo de las Converse rosas que me regaló la tía Nuria y que todavía me pongo. Me acuerdo de la madre de Coral diciéndole a la mía que de mayor sería una estupenda G.E.O por eso de que siempre estaba trepando a los árboles. Me acuerdo del día que se perdió Serranillo y la abuela lloraba. Dijo que los perros de Santiago lo mataron en una pelea, pero siempre pensé que algún día aparecería por la puerta de atrás.

Me acuerdo del abuelo subiendo del huerto con un sombrero de paja y un cubo de patatas.

Me acuerdo del día que Jaime se cayó con la bici y nos quedamos sin vacaciones en la playa. Me acuerdo de sus zapatillas manchadas de sangre en el baño y de no entender nada. La abuela me dijo que estaban todos en Aranda. Cuando volvieron, Jaime solo preguntaba por su bici rota y por ver el mar.

Me acuerdo de lo mucho que me esforzaba jugando al fútbol en las praderas para impresionarle. Nos gustábamos; siempre me pedía en su equipo. Por las noches nos tumbábamos en la carretera - por la que nunca pasaban coches - a mirar las estrellas. El asfalto estaba caliente del día, así que no pasábamos frío. Poníamos música que nos gustaba en el móvil, (posiblemente el primer móvil) y ahí nos quedábamos tumbados hasta las tres de la mañana. Una vez me dormí, media hora no más, y cuando me desperté, él me miraba muy cerca.

Me acuerdo de los bocadillos de queso con tomate.

Me acuerdo del abuelo viendo los Simpson en el salón con las persianas bajadas.

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