Doblan las campanas

Entre las grietas de los corazones rotos sale a la luz el espíritu de España. Esa que está siempre dispuesta a tender una mano.

Suenan las pisadas de los supervivientes buscando a sus familiares sobre los restos de barro y lodo que ha dejado DANA. Nombre maldito de hoy en adelante en la zona de Valencia, aunque en realidad lo será en toda España. DANA se ha llevado consigo bienes materiales, ha destrozado negocios e inundado hogares, pero lo más importante ha sido que ha arrastrado a otro mundo muchas vidas humanas. Gente que caminaba por la calle lejos de casa, gente que estaba de viaje, niños que regresaban de sus extraescolares, camioneros y repartidores. Hoy doblan las campanas y ayer España se fue enmudecida a la cama, con un pellizco en el alma y la imagen de un torrente de agua que arrasaba con todo a su paso. La naturaleza en su estado más salvaje. La Tierra mostrando a sus habitantes una fuerza que no entiende de consecuencias ni maldades. No hay consuelo ante tanto desastre, ante tanto dolor, ante semejante masacre. No importa si uno vive en Madrid, Oviedo o Cádiz. Hoy España duele igual en todos los corazones y los afectados están presentes en todos los hogares, en todas las oraciones.

El sonido de las pisadas se camufla entre las voces de los nombres de sus familiares. Un último grito de esperanza que busca no confirmar la catástrofe, un último aliento que clama por la vida de quienes no sabemos dónde están porque no tienen cómo hacerlo o porque ya no pueden. Son minutos que se han convertido en horas y horas que ya van camino de días donde la angustia y el dolor van ganando a la vida. 

No hay consuelo. Hay daños que no son reparables porque quien se va de este mundo lo hace para siempre. Qué importan los coches o los muebles si no puedes volver a mirar a los ojos a tus familiares o a ese amigo con el que pasabas la tarde. Qué importan los puentes destrozados, las vías de tren rotas y las coches apelotonados en la calle. Solo hay lugar para el sonido de la lluvia sobre nuestros corazones.

En uno de los pasillos del Teatro Villamarta de Jerez de la Frontera el agua se filtra desde el techo y va ganando metros, me recuerda al Titanic. Quizá nunca estuvimos tan cerca de serlo a pesar de nuestros escándalos, aunque ese fango es mucho más sucio que el nuestro. Aquí sólo hay miseria y llantos que desgarran almas mientras el torrente sigue llevándose todo a su paso. Pero entre las grietas de los corazones rotos sale a la luz el espíritu de España. Esa que está siempre dispuesta a tender una mano, dar un abrazo, escuchar a quienes necesitan un hombro para sus llantos, mandar mantas, comida, abrigos y todo lo que haga falta desde cualquier parte de la Península con tal de ayudar a sus hermanos. Todos estamos mojados por el agua de DANA y solo nuestra solidaridad nos permitirá secarnos y hacer que este invierno no haga tanto frío, duelan menos las ausencias y podamos limpiarnos el barro.

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*La foto de la portada es la agencia EFE

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Doblan las campanas

Entre las grietas de los corazones rotos sale a la luz el espíritu de España. Esa que está siempre dispuesta a tender una mano.

Suenan las pisadas de los supervivientes buscando a sus familiares sobre los restos de barro y lodo que ha dejado DANA. Nombre maldito de hoy en adelante en la zona de Valencia, aunque en realidad lo será en toda España. DANA se ha llevado consigo bienes materiales, ha destrozado negocios e inundado hogares, pero lo más importante ha sido que ha arrastrado a otro mundo muchas vidas humanas. Gente que caminaba por la calle lejos de casa, gente que estaba de viaje, niños que regresaban de sus extraescolares, camioneros y repartidores. Hoy doblan las campanas y ayer España se fue enmudecida a la cama, con un pellizco en el alma y la imagen de un torrente de agua que arrasaba con todo a su paso. La naturaleza en su estado más salvaje. La Tierra mostrando a sus habitantes una fuerza que no entiende de consecuencias ni maldades. No hay consuelo ante tanto desastre, ante tanto dolor, ante semejante masacre. No importa si uno vive en Madrid, Oviedo o Cádiz. Hoy España duele igual en todos los corazones y los afectados están presentes en todos los hogares, en todas las oraciones.

El sonido de las pisadas se camufla entre las voces de los nombres de sus familiares. Un último grito de esperanza que busca no confirmar la catástrofe, un último aliento que clama por la vida de quienes no sabemos dónde están porque no tienen cómo hacerlo o porque ya no pueden. Son minutos que se han convertido en horas y horas que ya van camino de días donde la angustia y el dolor van ganando a la vida. 

No hay consuelo. Hay daños que no son reparables porque quien se va de este mundo lo hace para siempre. Qué importan los coches o los muebles si no puedes volver a mirar a los ojos a tus familiares o a ese amigo con el que pasabas la tarde. Qué importan los puentes destrozados, las vías de tren rotas y las coches apelotonados en la calle. Solo hay lugar para el sonido de la lluvia sobre nuestros corazones.

En uno de los pasillos del Teatro Villamarta de Jerez de la Frontera el agua se filtra desde el techo y va ganando metros, me recuerda al Titanic. Quizá nunca estuvimos tan cerca de serlo a pesar de nuestros escándalos, aunque ese fango es mucho más sucio que el nuestro. Aquí sólo hay miseria y llantos que desgarran almas mientras el torrente sigue llevándose todo a su paso. Pero entre las grietas de los corazones rotos sale a la luz el espíritu de España. Esa que está siempre dispuesta a tender una mano, dar un abrazo, escuchar a quienes necesitan un hombro para sus llantos, mandar mantas, comida, abrigos y todo lo que haga falta desde cualquier parte de la Península con tal de ayudar a sus hermanos. Todos estamos mojados por el agua de DANA y solo nuestra solidaridad nos permitirá secarnos y hacer que este invierno no haga tanto frío, duelan menos las ausencias y podamos limpiarnos el barro.

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*La foto de la portada es la agencia EFE

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