El amor siempre vuelve

Nuestros corazones siguen bombeando a un ritmo que sólo quienes lo han vivido saben cómo es.

Debe de andar Fernando, que es quien edita estos textos, un poco hasta lo más sagrado de tener que esperar por ellos. Desde que salí en el podcast de Javier y Luis diciendo que los enviaba con días de antelación, no he hecho otra cosa que entregarlos sobre la bocina, que no son otras horas que esas a las que lo mejor que puede hacer uno es el amor o estar durmiendo. Llevo varios días pensando sobre qué escribir. No sé si tratar de explicar por qué no me gusta hablar de lo que publico para que así entiendas mejor que esto no tiene nada que ver con las visitas ni con nada parecido. Esto tiene que ver con uno mismo, con sentirse como realmente eres en la soledad de un folio en blanco bajo la luz de una lampara en medio de la noche o a la luz de la tarde de un domingo, pero sin amaneramientos. Va de volcarse en cada articulo como si no fuera a ver otro la semana siguiente o a los pocos días porque, por suerte, el Real Oviedo juega casi todos los fines de semana y con la excusa del fútbol puedo seguir conociéndome a mí mismo y seguir discutiendo con mi hermano pequeño. Él que es más listo, no se cansa de decir que no comparte ni una coma de lo que dejo por escrito. Y a mí me alegra saber que, sin ser consciente porque no pienso en él cuando escribo, puedo querer tanto a alguien que piensa distinto. Aunque he de confesar que a veces él tiene la razón y cambio de opinión. Pero por algo él es el listo, el cerebro de un científico loco nutrido por un corazón al que le apasiona Calamaro y la poesía, que vienen a ser un poco lo mismo.

Después pensé en escribir sobre la gente del MIR, pero no para compararlo con otras oposiciones. Siempre he pensado que las comparaciones son de mediocres, que aquí cada uno torea con lo que quiere o con lo que buenamente puede y que lo último que uno debe de hacer en esta vida o lo único que no debe de hacer, es estar pendiente de la opinión de terceros. Porque el que tiene que decidir sobre tu vida eres tú y qué más dará lo que opinen Paco, Chema, María o Carlota. Incluso cuando no sepas que es lo que quieres, porque eso es lo más difícil. Empieza por descartar lo que no quieres ser, donde no quieres estar y con que gente no te quieres ver. A veces hay que tomar decisiones. Y de todo lo anterior lo único que tenía que ver con el MIR era la primera frase. El resto de las cosas sirve para cualquier aspecto de la vida sin tener que estar sufriendo un periodo de tiempo para tratar de aprobar un examen o conseguir una nota de corte. En realidad, de lo que sí que quería escribir sobre el MIR es que en medio de un fin de semana donde las nubes, la lluvia y el frío quisieron su parte de protagonismo, el amor de vuestros amigos y familiares mantuvo vivo el calor de vuestro corazón en esos instantes donde uno trata de encontrar consuelo a tanto sufrimiento entre los brazos de un ser querido.

Y, cuando ya pensaba que tenía todo listo para empezar a escribir, saltó la noticia más importante de enero: Álvaro Morata y Alice Campello habían vuelto. Para uno que ya se ha acostumbrado a vivir esto del amor a través de sus amigos cuando le comunican que se casan o, simplemente, viendo como pasean por la calle o como se miran en una terraza, fue muy sencillo ponerse contento. Porque en un mundo donde parece que nada puede ser eterno, que no merece la pena pelear por reconstruir sobre las ruinas que un día fueron la mejor obra de nuestro tiempo, triunfa la concordia y el amor y pierden el rencor, el odio y el miedo. Pienso en aquellos niños que ya no tendrán que pasar una temporada con mamá y otra con papá y sonrío. Pienso en esos adultos que han sabido limar sus perezas, anteponer lo común a lo individual, lo propio a lo ajeno y lo celebro. 

En definitiva, que había muchas cosas de las que hablar y poco tiempo, pero lo más importante de todo es que en el sufrimiento, en la pelea y los desencuentros siempre hay lugar para el amor. Y no importa si es en la familia, en la amistad o en una relación. Cuando dos personas se quieren y ponen de su parte el hat-trick de Mbappe o que el Oviedo esté a un punto del ascenso directo son noticias que pasan a un segundo plano para dejar que nuestros corazones sigan bombeando a un ritmo que sólo quienes lo han vivido saben cómo se pueden sentir otros por dentro.   

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Debe de andar Fernando, que es quien edita estos textos, un poco hasta lo más sagrado de tener que esperar por ellos. Desde que salí en el podcast de Javier y Luis diciendo que los enviaba con días de antelación, no he hecho otra cosa que entregarlos sobre la bocina, que no son otras horas que esas a las que lo mejor que puede hacer uno es el amor o estar durmiendo. Llevo varios días pensando sobre qué escribir. No sé si tratar de explicar por qué no me gusta hablar de lo que publico para que así entiendas mejor que esto no tiene nada que ver con las visitas ni con nada parecido. Esto tiene que ver con uno mismo, con sentirse como realmente eres en la soledad de un folio en blanco bajo la luz de una lampara en medio de la noche o a la luz de la tarde de un domingo, pero sin amaneramientos. Va de volcarse en cada articulo como si no fuera a ver otro la semana siguiente o a los pocos días porque, por suerte, el Real Oviedo juega casi todos los fines de semana y con la excusa del fútbol puedo seguir conociéndome a mí mismo y seguir discutiendo con mi hermano pequeño. Él que es más listo, no se cansa de decir que no comparte ni una coma de lo que dejo por escrito. Y a mí me alegra saber que, sin ser consciente porque no pienso en él cuando escribo, puedo querer tanto a alguien que piensa distinto. Aunque he de confesar que a veces él tiene la razón y cambio de opinión. Pero por algo él es el listo, el cerebro de un científico loco nutrido por un corazón al que le apasiona Calamaro y la poesía, que vienen a ser un poco lo mismo.

Después pensé en escribir sobre la gente del MIR, pero no para compararlo con otras oposiciones. Siempre he pensado que las comparaciones son de mediocres, que aquí cada uno torea con lo que quiere o con lo que buenamente puede y que lo último que uno debe de hacer en esta vida o lo único que no debe de hacer, es estar pendiente de la opinión de terceros. Porque el que tiene que decidir sobre tu vida eres tú y qué más dará lo que opinen Paco, Chema, María o Carlota. Incluso cuando no sepas que es lo que quieres, porque eso es lo más difícil. Empieza por descartar lo que no quieres ser, donde no quieres estar y con que gente no te quieres ver. A veces hay que tomar decisiones. Y de todo lo anterior lo único que tenía que ver con el MIR era la primera frase. El resto de las cosas sirve para cualquier aspecto de la vida sin tener que estar sufriendo un periodo de tiempo para tratar de aprobar un examen o conseguir una nota de corte. En realidad, de lo que sí que quería escribir sobre el MIR es que en medio de un fin de semana donde las nubes, la lluvia y el frío quisieron su parte de protagonismo, el amor de vuestros amigos y familiares mantuvo vivo el calor de vuestro corazón en esos instantes donde uno trata de encontrar consuelo a tanto sufrimiento entre los brazos de un ser querido.

Y, cuando ya pensaba que tenía todo listo para empezar a escribir, saltó la noticia más importante de enero: Álvaro Morata y Alice Campello habían vuelto. Para uno que ya se ha acostumbrado a vivir esto del amor a través de sus amigos cuando le comunican que se casan o, simplemente, viendo como pasean por la calle o como se miran en una terraza, fue muy sencillo ponerse contento. Porque en un mundo donde parece que nada puede ser eterno, que no merece la pena pelear por reconstruir sobre las ruinas que un día fueron la mejor obra de nuestro tiempo, triunfa la concordia y el amor y pierden el rencor, el odio y el miedo. Pienso en aquellos niños que ya no tendrán que pasar una temporada con mamá y otra con papá y sonrío. Pienso en esos adultos que han sabido limar sus perezas, anteponer lo común a lo individual, lo propio a lo ajeno y lo celebro. 

En definitiva, que había muchas cosas de las que hablar y poco tiempo, pero lo más importante de todo es que en el sufrimiento, en la pelea y los desencuentros siempre hay lugar para el amor. Y no importa si es en la familia, en la amistad o en una relación. Cuando dos personas se quieren y ponen de su parte el hat-trick de Mbappe o que el Oviedo esté a un punto del ascenso directo son noticias que pasan a un segundo plano para dejar que nuestros corazones sigan bombeando a un ritmo que sólo quienes lo han vivido saben cómo se pueden sentir otros por dentro.   

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