Estar contigo es como ir sin bragas

Me sabe la boca a tristeza. Es pegajoso. Y aún así me levanto de la cama. Porque soy una tipa arrogante y no me gana la partida ni Dios.

A veces pienso que la vida sería más fácil si me encendiese un cigarro. De brazos cruzados, como hacen las más grandes superestrellas. En la primera calada dejaría salir una voz nasal e insoportable a partes iguales:

La verdad que estamos jodidos… 

*Ffen…* (onomatopeya que se utiliza para soltar el humo al fumar).

Sería la tipa más presuntuosa de la cafetería. Y ningún asunto sería lo suficientemente bueno e interesante para mí.

Oye, que siento mucho lo de la muerte de tu abuelita. Yo tengo una. ¿Sabes? Está llena de vida a sus 90 años.

*Ffen…*

Terminaría la cita con un enunciado presuntuoso, tipo:

Vaya, me tengo que ir. Es que, me esperan en otro sitio y tengo que ir a casa a ducharme, cambiarme de ropa. Ya sabes, no me dejarían entrar así, con estas pintas. Jajá. 

Me levantaría, y entonces:

*Pumba…* (onomatopeya que se utiliza para una caída).

Hostia ¡Mi libro de Camus! Perdona, eh. Es que mi ex era un apasionado de la moral y la política. Yo, de vez en cuando… le compro papeletas al que va en silla de ruedas, en Cascorro. ¿Le conoces? 

Y con el cláclá de mis Marypaz beige, me largaría por la puerta grande. Porque así funcionan las superestrellas.

Pienso que mi vida sería más fácil si me diese a la bebida. Es decir, yo me levanto por las mañanas como siempre, me lavo la cara en el espejo, me acicalo (un poco, no mucho), y me bajo al bar. Cojo un periódico y me leo el titular: Errejón sufre bullying en redes sociales porque varias chicas no dijeron ni que sí, ni que no (eso entendería si me diese a la cerveza, claro).

Joder con el Mitú, como andan las chavalas de alteradas hoy en día.

*Gloop…* (onomatopeya que se utiliza para tragar)

Eso en mi época era sexo del bueno. Yo a la Cindy Crawford no le hubiera dicho ni pío.

*Gloop…*

Pues claro que sí, seguramente mi vida sería más fácil si funcionase igual que el mecanismo de un chupete. Pero acepto mi responsabilidad y mi condición de persona severamente deprimida según el “Test de Depresión 100% fiable” que hice en internet.

Me la suda la belleza. Si puedo salir a la calle con la camiseta del pijama voy a hacerlo. 

Me sabe la boca a tristeza. Es pegajoso.

Y aún así me levanto de la cama. Porque soy una tipa arrogante y no me gana la partida ni Dios.

Cómo sería la vida de acojonante si pudiera despertar y fundirme una tarjeta Visa Gold. Te haría la mujer más caprichosa e insoportable de la faz de la tierra. ¿Qué bolso quieres, babe?

*Clin…*

Todo lo que tengo es tuyo. El mundo circunda entre los cristales tintados de nuestro Cadillac. Los pobres no arañan lo que no conocen.

Otras veces pienso en morirme. Esto no tiene más explicación que morir. Tal cual. Palmarla. Pienso en las maneras. Si salto por la ventana tengo que calcular no caer en el patio del vecino de abajo para no mancharle la ropa que tiene tendida. Si me clavo un cuchillo en la yugular tiene que ser uno que esté bien afilado para así no tener que explicarle a todo el mundo de dónde sale la cicatriz que tengo en la garganta. Si me hago un cóctel de pastillas entonces tengo que escoger algo bien de fuerte, bien de tóxico, algo capaz de dormir hasta a un elefante. 

Oye, que morir no es tarea fácil. 

Pero todo ese tiempo que pasa entre planear morir y morir es un vacío legal. Sé que no voy a morirme y que pensar en hacerlo es solo un acto más dentro de mi abanico de arrogancia. No soy tan importante para morir. Hay que merecer morir. Yo no lo merezco todavía.

Chicas tristes hay en todas partes. Se me hace hasta vulgar.

La vida no está tan mal cuando te enamoras. Despertar con el amor de tu vida. No es tan trágico.

La primera vez que me enamoré tenía nueve años. Fue de mi monitor de campamento. Un chico alto, guapo, con pecas y el ombligo en espiral. Él entraba en sus 30 y yo me ponía celosa de la chica que tenía en el fondo de pantalla de su Nokia 112. Yo se lo pedía para jugar al snake y buscaba en sus sms qué cosas se decían la chica del flequillo y él.

- Tq wapo ♡

- Yo +

Me rompía el corazón cada vez. Yo pensaba que me quería. Al fin y al cabo era la única que me sabía el pin de la SIM. 

La segunda vez que me enamoré fue en Habbo. Yo me hacía pasar por chico e iniciaba sesión para romperle el corazón a las demás chicas. Les decía que las quería y después abandonaba. Ellas me encontraban en otras salas con novias nuevas. Yo cerraba la sesión, me hacía un avatar nuevo y volvía a consolarlas. 

Mi contraseña del iPod pasó por varios cumpleaños: 26022000. Ahorré para gastar en McMenús y GB en la tarjeta SIM de mi Samsung Galaxy Mini. Me escondí para dar besos y salir corriendo después. Suspendí Física y Química. Me eché un novio feo y aburrido. Me enviaron mi primera fotopolla. Sentí la culpa por primera vez. Bloqueé un par de números de teléfono. Vomité de desamor. Confieso que he bebido. Mon dieu. De lo demás no me acuerdo.

Porque todo lo que ocurre entre pensar que estás enamorada y enamorarte es un vacío legal. Otro más. Hasta que un día empiezas a caminar por la calle como si te grabasen. Te paras a mirar las ambulancias porque la sangre ya no te asusta. Llevas tacones plata del mercado y te paseas en bolsos grandes para que te quepan los aguacates robados del Mercadona. Y saltas los muros. 

Que me maten de pícara y no de miedo. 

Ahora araño rasca y gana con la calderilla de su bolso. Los domingos pollo asado. Los lunes Dios me libre. Quiero más a mi abuela. No le temo al tarot. Compro chocoflakes cuando aún me deben dinero del trabajo. Creo en los viajes en cisne salvaje y subo las escaleras de dos en dos. Soy ambiciosa como un broker. Pinto su nombre en las mesas del colegio. Me sonríen los bebés en el metro.

Nadia,

Cuando te duermes no pasan muchas cosas: el tiempo, tus ronquidos, las caricias. Respiras profundo a veces, otras no tanto. Y yo pienso en la dureza de tu pelo. Ese que roza frente y cabeza y del que no me había dado cuenta antes hasta que dormimos en la misma cama. 

Todavía quedan cosas por ver, pienso. ¿Y si no quedaran?. En eso pienso. No me asusta. El tiempo pasa y los restos se quedarán en este sofá. En nuestra cama, las paredes. Y como tú dices. Como siempre has dicho. Yo me quedare aquí tumbada. En este espacio de aquí. En este sofá que fue de otros. Como si quedarme aquí tumbada fuera una señal de protesta.

Dice el Manzanita: 

Por si algún día me muero

Y tú lees este papel

Que sepan lo que te quiero

Aunque no te vuelva a ver

Imagen

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Me sabe la boca a tristeza. Es pegajoso. Y aún así me levanto de la cama. Porque soy una tipa arrogante y no me gana la partida ni Dios.

A veces pienso que la vida sería más fácil si me encendiese un cigarro. De brazos cruzados, como hacen las más grandes superestrellas. En la primera calada dejaría salir una voz nasal e insoportable a partes iguales:

La verdad que estamos jodidos… 

*Ffen…* (onomatopeya que se utiliza para soltar el humo al fumar).

Sería la tipa más presuntuosa de la cafetería. Y ningún asunto sería lo suficientemente bueno e interesante para mí.

Oye, que siento mucho lo de la muerte de tu abuelita. Yo tengo una. ¿Sabes? Está llena de vida a sus 90 años.

*Ffen…*

Terminaría la cita con un enunciado presuntuoso, tipo:

Vaya, me tengo que ir. Es que, me esperan en otro sitio y tengo que ir a casa a ducharme, cambiarme de ropa. Ya sabes, no me dejarían entrar así, con estas pintas. Jajá. 

Me levantaría, y entonces:

*Pumba…* (onomatopeya que se utiliza para una caída).

Hostia ¡Mi libro de Camus! Perdona, eh. Es que mi ex era un apasionado de la moral y la política. Yo, de vez en cuando… le compro papeletas al que va en silla de ruedas, en Cascorro. ¿Le conoces? 

Y con el cláclá de mis Marypaz beige, me largaría por la puerta grande. Porque así funcionan las superestrellas.

Pienso que mi vida sería más fácil si me diese a la bebida. Es decir, yo me levanto por las mañanas como siempre, me lavo la cara en el espejo, me acicalo (un poco, no mucho), y me bajo al bar. Cojo un periódico y me leo el titular: Errejón sufre bullying en redes sociales porque varias chicas no dijeron ni que sí, ni que no (eso entendería si me diese a la cerveza, claro).

Joder con el Mitú, como andan las chavalas de alteradas hoy en día.

*Gloop…* (onomatopeya que se utiliza para tragar)

Eso en mi época era sexo del bueno. Yo a la Cindy Crawford no le hubiera dicho ni pío.

*Gloop…*

Pues claro que sí, seguramente mi vida sería más fácil si funcionase igual que el mecanismo de un chupete. Pero acepto mi responsabilidad y mi condición de persona severamente deprimida según el “Test de Depresión 100% fiable” que hice en internet.

Me la suda la belleza. Si puedo salir a la calle con la camiseta del pijama voy a hacerlo. 

Me sabe la boca a tristeza. Es pegajoso.

Y aún así me levanto de la cama. Porque soy una tipa arrogante y no me gana la partida ni Dios.

Cómo sería la vida de acojonante si pudiera despertar y fundirme una tarjeta Visa Gold. Te haría la mujer más caprichosa e insoportable de la faz de la tierra. ¿Qué bolso quieres, babe?

*Clin…*

Todo lo que tengo es tuyo. El mundo circunda entre los cristales tintados de nuestro Cadillac. Los pobres no arañan lo que no conocen.

Otras veces pienso en morirme. Esto no tiene más explicación que morir. Tal cual. Palmarla. Pienso en las maneras. Si salto por la ventana tengo que calcular no caer en el patio del vecino de abajo para no mancharle la ropa que tiene tendida. Si me clavo un cuchillo en la yugular tiene que ser uno que esté bien afilado para así no tener que explicarle a todo el mundo de dónde sale la cicatriz que tengo en la garganta. Si me hago un cóctel de pastillas entonces tengo que escoger algo bien de fuerte, bien de tóxico, algo capaz de dormir hasta a un elefante. 

Oye, que morir no es tarea fácil. 

Pero todo ese tiempo que pasa entre planear morir y morir es un vacío legal. Sé que no voy a morirme y que pensar en hacerlo es solo un acto más dentro de mi abanico de arrogancia. No soy tan importante para morir. Hay que merecer morir. Yo no lo merezco todavía.

Chicas tristes hay en todas partes. Se me hace hasta vulgar.

La vida no está tan mal cuando te enamoras. Despertar con el amor de tu vida. No es tan trágico.

La primera vez que me enamoré tenía nueve años. Fue de mi monitor de campamento. Un chico alto, guapo, con pecas y el ombligo en espiral. Él entraba en sus 30 y yo me ponía celosa de la chica que tenía en el fondo de pantalla de su Nokia 112. Yo se lo pedía para jugar al snake y buscaba en sus sms qué cosas se decían la chica del flequillo y él.

- Tq wapo ♡

- Yo +

Me rompía el corazón cada vez. Yo pensaba que me quería. Al fin y al cabo era la única que me sabía el pin de la SIM. 

La segunda vez que me enamoré fue en Habbo. Yo me hacía pasar por chico e iniciaba sesión para romperle el corazón a las demás chicas. Les decía que las quería y después abandonaba. Ellas me encontraban en otras salas con novias nuevas. Yo cerraba la sesión, me hacía un avatar nuevo y volvía a consolarlas. 

Mi contraseña del iPod pasó por varios cumpleaños: 26022000. Ahorré para gastar en McMenús y GB en la tarjeta SIM de mi Samsung Galaxy Mini. Me escondí para dar besos y salir corriendo después. Suspendí Física y Química. Me eché un novio feo y aburrido. Me enviaron mi primera fotopolla. Sentí la culpa por primera vez. Bloqueé un par de números de teléfono. Vomité de desamor. Confieso que he bebido. Mon dieu. De lo demás no me acuerdo.

Porque todo lo que ocurre entre pensar que estás enamorada y enamorarte es un vacío legal. Otro más. Hasta que un día empiezas a caminar por la calle como si te grabasen. Te paras a mirar las ambulancias porque la sangre ya no te asusta. Llevas tacones plata del mercado y te paseas en bolsos grandes para que te quepan los aguacates robados del Mercadona. Y saltas los muros. 

Que me maten de pícara y no de miedo. 

Ahora araño rasca y gana con la calderilla de su bolso. Los domingos pollo asado. Los lunes Dios me libre. Quiero más a mi abuela. No le temo al tarot. Compro chocoflakes cuando aún me deben dinero del trabajo. Creo en los viajes en cisne salvaje y subo las escaleras de dos en dos. Soy ambiciosa como un broker. Pinto su nombre en las mesas del colegio. Me sonríen los bebés en el metro.

Nadia,

Cuando te duermes no pasan muchas cosas: el tiempo, tus ronquidos, las caricias. Respiras profundo a veces, otras no tanto. Y yo pienso en la dureza de tu pelo. Ese que roza frente y cabeza y del que no me había dado cuenta antes hasta que dormimos en la misma cama. 

Todavía quedan cosas por ver, pienso. ¿Y si no quedaran?. En eso pienso. No me asusta. El tiempo pasa y los restos se quedarán en este sofá. En nuestra cama, las paredes. Y como tú dices. Como siempre has dicho. Yo me quedare aquí tumbada. En este espacio de aquí. En este sofá que fue de otros. Como si quedarme aquí tumbada fuera una señal de protesta.

Dice el Manzanita: 

Por si algún día me muero

Y tú lees este papel

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