Exhortación impertinente a mis hermanas poetisas

Carmen Laforet viene fumando, la olemos desde lejos. Matute sigue deambulando detrás de mí. Nos sentamos, y la cafetería se llena de humo y palabrotas. ‍Los profesores de Lógica II tiemblan al pasar. Analizamos sus andares, su raja del culo, su pelo o la falta de él.

La memoria y el deseo no dejan de actuar. Hay que organizarlos.

A las 8:40 de la mañana, en el último asiento del bus 133, llamémosla Victoria, mantiene una clase de francés online. Yo no domino el idioma. Lo intuyo porque amo a Juliette Binoche. Pero sí me atrevo a decir que su acento es penoso. Un loop de oui’s y una voz de muñequita delicada, hecha de algodón.

Victoria finaliza su videollamada y se encuentra con su compañera de clase, llamémosla Nuria. Ya imagino que en sus apellidos hay algún que otro guion. Viene con el pelo mojado, sube en Callao. Me hace pensar que vive por aquí. Es una de esas niñas que viven en Callao. Ya de primeras me provoca risa. Se juntan y todo es açaí, AOVE, Longchamp.

Desearía otras vistas. 

Que cojan un taxi. Es demasiado pronto para oír memeces. 

Ya no pasan cosas mágicas. Olvidé las fábulas. Todo está milimétricamente estudiado. No hay Spider-Mans en los techos de Madrid. Victoria y Nuria son lo único que se me presenta. Se levantan a las 6 para hacer huevos revueltos. No me lo invento, sólo transcribo. Una amiga de Nuria está en Uganda. Ahora ella tiene una nueva necesidad de ir allí. Es inmenso el deseo de las Nurias y Victorias de ir a lugares agrietados. Es un parque de atracciones. O mejor, una exposición interactiva. El hombre siempre quiere experimentar los lugares donde jamás sufrirá.

La BSO del bus son voces repelentes, agudas, con una ese muy marcada, muy afilada, muy Cruz-Stuart. 

Qué de carteras que robar.

Yo desearía, a poder ser, que Juan José Millás subiese al 133. Junto a él, una mosca que lleva de mascota. 

Mickey Mouse ya desfila por Gran Vía. Se mezclan los olores entre Les Heures de Parfum, Déclaration y axilas sudorosas. No es tremendo, es tremendismo. 

Es sólo entonces cuando se hace la luz. En una de las paradas, desconchada, grafiteada, sube Camilo José Cela de la mano de Mercedes Milá. Los oigo a lo lejos.

ÉL: Tengo la cualidad de absorber un litro de agua por el ano. Te lo puedo demostrar.

Me embadurno en carcajadas. Alguien taconea una bonita canción. Se me desdibujan las Victorias y las Nurias. Empieza el baile. Araceli Zambrano me ofrece un cigarro. Lo acepto con gusto. Ana María Matute me guiña un ojo. Es una niña. Está sentada en los asientos reservados. Sus pies no llegan al suelo. Tiene un plan. Se lo veo en la ceja izquierda. Me propone escapar y mudarnos con unos titiriteros. 

Dura poco. Lo que dura un cigarro en sueños. El humo se desvanece y un frenazo me hace caer en la tenebrosa realidad. 

Es de nuevo una mañana donde no pasa nada.

Victoria y Nuria bajan del bus, zapatitos de charol, bailarinas. Caminan en clac, clac, clac. Al unísono. La siguiente es la mía. Bajo. Mocasines desgastados, una talla más grande. Más bien sueno choc, choc, choc. 

Me siguen en procesión: Camilo, Araceli, Matute, Millás. Los sueño. Los añoro. A veces preferiría vivir en mi pueblo de origen. Bajar a comprar embutido a la charcutería con mi tía Fátima. Dejarme de historias. Comprar un perro negro. Un perro como prolongación de mi luto. 

Es pisar la dichosa academia, esa llamada casa del saber, y pensar en salchichón, 250 gr de mortadela siciliana, el pavo a taquitos, un buen queso. Es pisar el mundo y necesitar imaginar. Todo me empuja aún más hacia mi personal y solidario mundo de papel. 

Sólo es en la cafetería donde imagino que Carmen Conde arrastra sus pies, tacones bajos, vaso de whisky en mano. Carmen Laforet viene fumando, la olemos desde lejos. Matute sigue deambulando detrás de mí. Nos sentamos, y la cafetería se llena de humo y palabrotas. 

Los profesores de Lógica II tiemblan al pasar. Analizamos sus andares, su raja del culo, su pelo o la falta de él. Ni se nos dirigen, ni les interesa. 

LAFORET: Antes pensaba que esta confianza espiritual se debería tener sólo con el marido. Ahora estoy totalmente segura de que ningún hombre la merece ni la quiere ni sabe qué hacer con ella.

Imagen

CONDE: Tuve ganas de bajarme las bragas en el baño de hombres y mear en el suelo. No lo hice porque no me hacía pis en ese momento.

(Trago largo en vaso de tubo)

LAFORET: En tu sufrimiento no hay nada espiritual (como nada espiritual hay en el mío, cuando sufro también) y hay que saberlo, y hay que querer purificarse.

(Suspiro en catalán)

MATUTE: Ay, Carmiña, con lo que hemos vivido y lo que hemos bebido.

LAFORET habla de Lili. El otro día jugaron a tenis con tacones de aguja. CONDE marcha con Amanda al norte, una fuga adelantada y caliente. Y yo me quedo con Paloma, poniendo lavadoras. Es sexy. Tender sus tangas. Ver morir al sol. 

Somos una panda de lesbianas. Bien folladas. Bien armadas.

Imagen

 

MATUTE se queda tomando una copa más recreando fantasmas, bebiendo hasta el cierre. No le apena. Ella sola se basta. 

Yo, sin embargo, veo sombras desvanecerse al girar la cabeza. Y, una vez más, estoy sola. 

Este lugar es una isla. Una isla mujer. 

A esta isla que soy… Ya saben…

Si alguien llega.

Esta soledad deliciosa. Esta soledad amiga. Jugué a inventar hasta olvidar. Siempre y a mi manera. Qué hubiese sido de mí sin ella. Quizás una niña notaria, una niña de colores, una niña de uñas de porcelana, una Nuria, una Victoria. Quizás más feliz, quizás más dicharachera. 

Hice buenas compañeras en la tinieblas. A todas ellas, amigas imaginarias, por las tremendas borracheras. A todas las que tuvimos que sobrevivir así porque no había otra.

Me tendrán que querer así. De tal modo. Jugaré sin descanso hasta la prohibición. A ver qué policía viene a decirme que la ley 34 prohíbe tener amigas imaginarias. 

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Exhortación impertinente a mis hermanas poetisas

Carmen Laforet viene fumando, la olemos desde lejos. Matute sigue deambulando detrás de mí. Nos sentamos, y la cafetería se llena de humo y palabrotas. ‍Los profesores de Lógica II tiemblan al pasar. Analizamos sus andares, su raja del culo, su pelo o la falta de él.

La memoria y el deseo no dejan de actuar. Hay que organizarlos.

A las 8:40 de la mañana, en el último asiento del bus 133, llamémosla Victoria, mantiene una clase de francés online. Yo no domino el idioma. Lo intuyo porque amo a Juliette Binoche. Pero sí me atrevo a decir que su acento es penoso. Un loop de oui’s y una voz de muñequita delicada, hecha de algodón.

Victoria finaliza su videollamada y se encuentra con su compañera de clase, llamémosla Nuria. Ya imagino que en sus apellidos hay algún que otro guion. Viene con el pelo mojado, sube en Callao. Me hace pensar que vive por aquí. Es una de esas niñas que viven en Callao. Ya de primeras me provoca risa. Se juntan y todo es açaí, AOVE, Longchamp.

Desearía otras vistas. 

Que cojan un taxi. Es demasiado pronto para oír memeces. 

Ya no pasan cosas mágicas. Olvidé las fábulas. Todo está milimétricamente estudiado. No hay Spider-Mans en los techos de Madrid. Victoria y Nuria son lo único que se me presenta. Se levantan a las 6 para hacer huevos revueltos. No me lo invento, sólo transcribo. Una amiga de Nuria está en Uganda. Ahora ella tiene una nueva necesidad de ir allí. Es inmenso el deseo de las Nurias y Victorias de ir a lugares agrietados. Es un parque de atracciones. O mejor, una exposición interactiva. El hombre siempre quiere experimentar los lugares donde jamás sufrirá.

La BSO del bus son voces repelentes, agudas, con una ese muy marcada, muy afilada, muy Cruz-Stuart. 

Qué de carteras que robar.

Yo desearía, a poder ser, que Juan José Millás subiese al 133. Junto a él, una mosca que lleva de mascota. 

Mickey Mouse ya desfila por Gran Vía. Se mezclan los olores entre Les Heures de Parfum, Déclaration y axilas sudorosas. No es tremendo, es tremendismo. 

Es sólo entonces cuando se hace la luz. En una de las paradas, desconchada, grafiteada, sube Camilo José Cela de la mano de Mercedes Milá. Los oigo a lo lejos.

ÉL: Tengo la cualidad de absorber un litro de agua por el ano. Te lo puedo demostrar.

Me embadurno en carcajadas. Alguien taconea una bonita canción. Se me desdibujan las Victorias y las Nurias. Empieza el baile. Araceli Zambrano me ofrece un cigarro. Lo acepto con gusto. Ana María Matute me guiña un ojo. Es una niña. Está sentada en los asientos reservados. Sus pies no llegan al suelo. Tiene un plan. Se lo veo en la ceja izquierda. Me propone escapar y mudarnos con unos titiriteros. 

Dura poco. Lo que dura un cigarro en sueños. El humo se desvanece y un frenazo me hace caer en la tenebrosa realidad. 

Es de nuevo una mañana donde no pasa nada.

Victoria y Nuria bajan del bus, zapatitos de charol, bailarinas. Caminan en clac, clac, clac. Al unísono. La siguiente es la mía. Bajo. Mocasines desgastados, una talla más grande. Más bien sueno choc, choc, choc. 

Me siguen en procesión: Camilo, Araceli, Matute, Millás. Los sueño. Los añoro. A veces preferiría vivir en mi pueblo de origen. Bajar a comprar embutido a la charcutería con mi tía Fátima. Dejarme de historias. Comprar un perro negro. Un perro como prolongación de mi luto. 

Es pisar la dichosa academia, esa llamada casa del saber, y pensar en salchichón, 250 gr de mortadela siciliana, el pavo a taquitos, un buen queso. Es pisar el mundo y necesitar imaginar. Todo me empuja aún más hacia mi personal y solidario mundo de papel. 

Sólo es en la cafetería donde imagino que Carmen Conde arrastra sus pies, tacones bajos, vaso de whisky en mano. Carmen Laforet viene fumando, la olemos desde lejos. Matute sigue deambulando detrás de mí. Nos sentamos, y la cafetería se llena de humo y palabrotas. 

Los profesores de Lógica II tiemblan al pasar. Analizamos sus andares, su raja del culo, su pelo o la falta de él. Ni se nos dirigen, ni les interesa. 

LAFORET: Antes pensaba que esta confianza espiritual se debería tener sólo con el marido. Ahora estoy totalmente segura de que ningún hombre la merece ni la quiere ni sabe qué hacer con ella.

Imagen

CONDE: Tuve ganas de bajarme las bragas en el baño de hombres y mear en el suelo. No lo hice porque no me hacía pis en ese momento.

(Trago largo en vaso de tubo)

LAFORET: En tu sufrimiento no hay nada espiritual (como nada espiritual hay en el mío, cuando sufro también) y hay que saberlo, y hay que querer purificarse.

(Suspiro en catalán)

MATUTE: Ay, Carmiña, con lo que hemos vivido y lo que hemos bebido.

LAFORET habla de Lili. El otro día jugaron a tenis con tacones de aguja. CONDE marcha con Amanda al norte, una fuga adelantada y caliente. Y yo me quedo con Paloma, poniendo lavadoras. Es sexy. Tender sus tangas. Ver morir al sol. 

Somos una panda de lesbianas. Bien folladas. Bien armadas.

Imagen

 

MATUTE se queda tomando una copa más recreando fantasmas, bebiendo hasta el cierre. No le apena. Ella sola se basta. 

Yo, sin embargo, veo sombras desvanecerse al girar la cabeza. Y, una vez más, estoy sola. 

Este lugar es una isla. Una isla mujer. 

A esta isla que soy… Ya saben…

Si alguien llega.

Esta soledad deliciosa. Esta soledad amiga. Jugué a inventar hasta olvidar. Siempre y a mi manera. Qué hubiese sido de mí sin ella. Quizás una niña notaria, una niña de colores, una niña de uñas de porcelana, una Nuria, una Victoria. Quizás más feliz, quizás más dicharachera. 

Hice buenas compañeras en la tinieblas. A todas ellas, amigas imaginarias, por las tremendas borracheras. A todas las que tuvimos que sobrevivir así porque no había otra.

Me tendrán que querer así. De tal modo. Jugaré sin descanso hasta la prohibición. A ver qué policía viene a decirme que la ley 34 prohíbe tener amigas imaginarias. 

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