
Artistas como Edward Hopper, Andrew Wyeth o Vilhelm Hammershøi tejieron en sus lienzos ese hilo invisible que conecta miradas, instantes, la soledad, la melancolía en escenas donde el tiempo parece haberse detenido. Fragmentos de historias nunca contadas.
En esta segunda entrega de Gente que piensa, seguimos explorando ese espacio entre la realidad y la ficción, entre lo que vemos y lo que imaginamos. Tres fotografías. Tres vidas posibles. Un viaje a través de la quietud, la nostalgia y lo que queda en los márgenes de lo cotidiano.
Cada quince días una nueva entrega aquí, en sustrato.io.
1º“Los sentimientos, ya sabes, son un arma de doble filo. Se esconden dentro de ti, aparecen, se vuelven a esconder”

—Realmente, hay muy pocas veces en las que vas a saber adonde ir. Y no hablo de caminar ni de llegar a un lugar concreto. Nada de eso. Hablo del proceso de elegir las palabras adecuadas que debes decirte. Algo así como elegir quién eres. O más bien, elegir qué sientes. Los sentimientos, ya sabes, son un arma de doble filo. Se esconden dentro de ti, aparecen, se vuelven a esconder. Juegan en nuestro interior como niños pequeños en un parque. Saltan. Se deslizan. Gritan. Ríen. Y muy pocas veces, muy pocas veces, nos dan alguna respuesta. De modo que cuando muchas veces te preguntan «¿Qué sientes?», el camino más corto es decir: no lo sé. Y no está mal porque la vida también consiste en salir del paso.El asunto reside en que lo que sientes va a seguir jugando dentro de ti porque de ahí no sale. Porque ahí dentro está muy a gustito. Entonces, cuando te persigue el ‘no lo sé’ y te aferres a él como la única opción, debes dedicarte tiempo. Parar. Dejar de caminar. A veces, es lo mejor para seguir avanzando. Vístete con tu mejor versión, sabes de sobra cuál es, y sal a jugar al parque. Diviértete sin miedo a lo que sientes. Sube a lo más alto para verlo todo mejor. Lo importante es dejar de correr, pero no dejar de jugar.
2º “Los dos sabemos que cada vez estamos más lejos, muy lejos, corriendo en el camino de volver a ser desconocidos”

—No tienes por qué sentirte así, de verdad. No tienes la culpa. Quiero decir que todos sabemos cómo eres y que tienes mil cosas dentro de tu vida extraordinaria y que no aguantas ni un segundo en tu piso porque se te vienen encima todas esas movidas que tapas con una sonrisa que nadie se cree. Te lo escribo así y me cuesta escribirlo, pero la vida es así, y ya está. Para qué andarnos con rodeos… Ya somos mayorcitos. Los dos sabemos que cada vez estamos más lejos, muy lejos, corriendo en el camino de volver a ser desconocidos. No entiendo por qué te empeñas en mantener algo de lo que solo te acuerdas una vez al año. Lo pienso y me da la risa. ¿No te das cuenta que no tiene sentido? De verdad, no te sientas mal por no felicitarme. Un cumpleaños es un día más. Un día sin más. Sé que en tu cabeza todo es un poco diferente y que crees que estoy esperando tu felicitación y que crees que el mundo espera tus palabras porque sin ti todo carece de sentido. Madre mía. Si piensas eso tienes que hacértelo mirar. Te vi el otro día. Vi cómo me viste y vi que pasaste al otro lado de la calle. El autoengaño es la peor de las medicinas. Me gustaría que algún díaNo te hagas pasar por esto, de verdad, si no nos soportamos…
No lo hagas por mí. Hazlo por ti. Déjalo pasar.
3º “Si algún día quieres saber de mí, estaré por ahí, no sé dónde, deseando que me llames”

–He acabado Ted Lasso, Blanca. Esa serie que empezamos juntos y nunca terminamos porque había que poner distancia a lo nuestro. Qué cobardes somos para lo que queremos. A la mínima que el amor toca a la puerta, salimos corriendo. Sé que no es fácil, pero se te ha olvidado tener en cuenta qué sienten los demás. Querer entenderlo, nada más. No estoy decepcionado, simplemente me duele ver que te di todo el espacio que necesitabas pero nunca fue suficiente. Tal vez eres tú la que no te permites darte espacio. Y no te culpo.
Si estoy aquí es porque te echo de menos y porque no dejo de recordar el verano pasado. Salgo a dar una vuelta todos los días y pienso en aquellas tardes en las que nos quejábamos del calor asfixiante, en las que no sabíamos qué hacer ni dónde meternos. Comíamos helado una y otra vez, probábamos sabores nuevos… y hasta descubrimos una cafetería que vende granizado de mango. Los viernes entrábamos a la librería a respirar un poco y veíamos las novedades de Alfaguara, Libros del Asteroide y Círculo de Tiza. Luego tomábamos café. Eran tardes asfixiantes, sin grandes planes… pero eran nuestros planes. Nuestros planes en una ciudad inundada por el silencio del verano, el silencio de la hora de la siesta. Estar enamorado es romper las reglas, ir a contracorriente.
Te echo de menos, Blanca. Lo saben mis amigos y cualquier persona que me dirige la palabra, hasta el panadero. Y no es que yo vaya por ahí contándolo, pero se me ve. Noto que lo notan y es una sensación extraña, como estar fuera de mí. Ya ha pasado un año, no te pido que me escribas, no tienes por qué. Solo quiero que te vaya genial, que organices todas esas ideas tuyas del trabajo y eso…Es curioso lo que has hecho conmigo, convirtiendo aquellas tardes insípidas en recuerdos imborrables. Si algún día quieres saber de mí, estaré por ahí, no sé dónde, deseando que me llames