Montañas de basura (II)

Creo que la han cagado, los dos.

(Puedes leer la primera parte aquí)

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Así que en esas estamos. Hay quien asegura haberle pillado en plena faena. Recogiendo las basuras y eso, ya sabes. El otro día escuché que le habían visto meter a dos tipos en la furgoneta, darles una buena tunda. Llevaba un mono gris de operario y cargaba una de esas pistolas desinfectantes, con mochila, percutor, baterías y todo lo demás. Dicen que los roció vivos: con el desinfectante para murciélagos, se entiende. Introdujo el cuello alargado de la pistola entre las compuertas traseras y prendió el interruptor. Previamente las habría sellado con cinta aislante para evitar cualquier fuga: se oían unos aullidos terribles, inhumanos; como perros a los que sacasen las tripas. Otros hablan del tubo de escape, conectado al interior para asfixiarlos con el monóxido de carbono. No sé. A mi me cuesta creerlo. En estas situaciones la gente se pone a inventar. Parece que la nube de mierda se nos está subiendo a la cabeza.

Lo más probable es que el tipo esté hasta las narices y punto. Como todos los demás, por otro lado. Pero no creo que haya matado a nadie. Quizá partido una crisma o dos, eso es todo. Sería un poco exagerado cargarse a alguien por un puñado de basuras, ¿no crees? En fin. El cuento sí que sirve para acojonar al personal, no obstante. Al alcalde ya no se le ve. Tampoco es que se le viera mucho antes, pero siempre procuraba dejarse caer por alguna inauguración o ilustre evento y saludar, cagar sonrisas. Ahora ni eso. Me lo imagino temblando de miedo en su chalet, separando la persiana con dos dedos a ver si Batman se le ha colado en el jardín, llenado la piscina de murciélagos. Tendrá pesadillas. Y cuando no se haga pis encima andará pegando berridos y maltratando a algún asistente o consejero miserables; encadenando cigarros y fulminando una cajeta tras otra. Le está bien empleado. No hay como plantar a un tipo de estos frente a un político. La horma de su zapato. No miden y calculan como ellos: sólo quieren hacer su trabajo y punto; quitarse cosas de en medio. ¿Que hay que limpiar la calle? pues se limpia la calle, el barrio, la ciudad, el mundo entero si hace falta. Y si para eso hay que pegar un par de sopapos o darle un susto a alguien, pues se le da y tan felices. Creo que la han cagado, los dos. El alcalde y Maidán. Al alcalde le queda medio telediario, te lo digo yo. No va a ser capaz de aguantar la presión de un justiciero repartiendo estopa arriba y abajo, solucionando problemas mientras él espera mano sobre mano. La gente está hasta las narices, ya lo he dicho, y pronto les parecerá bien todo lo que haga nuestro paisano Batman. ¿Que le parte un brazo a un municipal? Bien. ¿Que marcha sobre el Ayuntamiento? también bien. No ha contado con la mala ostia del vecino; en esta ciudad hemos estado siempre medio atontados, de acuerdo: hasta que no lo estamos. Y ver a diario la porquería que vomita la calle ha sido demasiado. Es casi bonito, poético: lo podrido y fétido; la gusanera que roía la entraña de la ciudad ha brotado por fin a la superficie. Así que se terminaron las coñas. Poco importa ya que declare o no la emergencia sanitaria; que limpie o no la mierda. No hay encuesta ni campaña que levante esto. Está acabado. Finito.

Maidán, sin embargo…

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(la foto original del artículo es de César Quián, publicada originalmente en "La voz de Galicia")

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Así que en esas estamos. Hay quien asegura haberle pillado en plena faena. Recogiendo las basuras y eso, ya sabes. El otro día escuché que le habían visto meter a dos tipos en la furgoneta, darles una buena tunda. Llevaba un mono gris de operario y cargaba una de esas pistolas desinfectantes, con mochila, percutor, baterías y todo lo demás. Dicen que los roció vivos: con el desinfectante para murciélagos, se entiende. Introdujo el cuello alargado de la pistola entre las compuertas traseras y prendió el interruptor. Previamente las habría sellado con cinta aislante para evitar cualquier fuga: se oían unos aullidos terribles, inhumanos; como perros a los que sacasen las tripas. Otros hablan del tubo de escape, conectado al interior para asfixiarlos con el monóxido de carbono. No sé. A mi me cuesta creerlo. En estas situaciones la gente se pone a inventar. Parece que la nube de mierda se nos está subiendo a la cabeza.

Lo más probable es que el tipo esté hasta las narices y punto. Como todos los demás, por otro lado. Pero no creo que haya matado a nadie. Quizá partido una crisma o dos, eso es todo. Sería un poco exagerado cargarse a alguien por un puñado de basuras, ¿no crees? En fin. El cuento sí que sirve para acojonar al personal, no obstante. Al alcalde ya no se le ve. Tampoco es que se le viera mucho antes, pero siempre procuraba dejarse caer por alguna inauguración o ilustre evento y saludar, cagar sonrisas. Ahora ni eso. Me lo imagino temblando de miedo en su chalet, separando la persiana con dos dedos a ver si Batman se le ha colado en el jardín, llenado la piscina de murciélagos. Tendrá pesadillas. Y cuando no se haga pis encima andará pegando berridos y maltratando a algún asistente o consejero miserables; encadenando cigarros y fulminando una cajeta tras otra. Le está bien empleado. No hay como plantar a un tipo de estos frente a un político. La horma de su zapato. No miden y calculan como ellos: sólo quieren hacer su trabajo y punto; quitarse cosas de en medio. ¿Que hay que limpiar la calle? pues se limpia la calle, el barrio, la ciudad, el mundo entero si hace falta. Y si para eso hay que pegar un par de sopapos o darle un susto a alguien, pues se le da y tan felices. Creo que la han cagado, los dos. El alcalde y Maidán. Al alcalde le queda medio telediario, te lo digo yo. No va a ser capaz de aguantar la presión de un justiciero repartiendo estopa arriba y abajo, solucionando problemas mientras él espera mano sobre mano. La gente está hasta las narices, ya lo he dicho, y pronto les parecerá bien todo lo que haga nuestro paisano Batman. ¿Que le parte un brazo a un municipal? Bien. ¿Que marcha sobre el Ayuntamiento? también bien. No ha contado con la mala ostia del vecino; en esta ciudad hemos estado siempre medio atontados, de acuerdo: hasta que no lo estamos. Y ver a diario la porquería que vomita la calle ha sido demasiado. Es casi bonito, poético: lo podrido y fétido; la gusanera que roía la entraña de la ciudad ha brotado por fin a la superficie. Así que se terminaron las coñas. Poco importa ya que declare o no la emergencia sanitaria; que limpie o no la mierda. No hay encuesta ni campaña que levante esto. Está acabado. Finito.

Maidán, sin embargo…

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(la foto original del artículo es de César Quián, publicada originalmente en "La voz de Galicia")

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