¿Y si no votamos?

Todo empezó viendo vídeos de las inundaciones de Valencia. “¿Y si no votamos?” No era un eslogan. No pretendíamos hacer una campaña de marketing.

Nunca pensamos que llegaríamos hasta aquí. Todo empezó en la cafetería de la Facultad. Mario y yo acabábamos de desayunar y estábamos viendo vídeos de las inundaciones de Valencia. De la gestión posterior. Declaraciones de políticos con chalecos de emergencia. Las diferentes fases del caos. Fueron en concreto unas imágenes las que encendieron la mecha. En ellas podía verse a una multitud de ciudadanos cruzando el puente que separa Valencia de las primeras localidades del sur. Llevaban consigo todo tipo de objetos domésticos. Iban con la firme voluntad de ayudar a sus vecinos afectados. Habían pasado tres días desde la tormenta y las asistencias no llegaban. Todos ellos, al paso de las semanas, empezarían a hacerse la misma pregunta que en ese mismo momento nos hicimos nosotros.

“¿Y si no votamos?” No era un eslogan. No pretendíamos hacer una campaña de marketing. Ni crear un movimiento. Solo queríamos expresar nuestro enfado. Pasar del descreimiento a la acción. Así que hicimos el vídeo. Teníamos conocimientos de edición y una buena plataforma en YouTube. No teníamos la sensación de estar jugando, pero tampoco más pretensión que la de alzar la voz. No nos apetecía seguir callados. Queríamos liarla un poco. No entendíamos el silencio de la gente de a pie. Tanto Mario como yo entramos en la Universidad en el 2020, y desde la gestión de la pandemia hasta esos últimos días negros de Valencia, habíamos visto ya demasiadas cosas. Mario venía de una familia de derechas y yo de una de izquierdas. En las últimas elecciones habíamos votado lo que se esperaba de nosotros. Para las próximas todo iba a ser diferente.

Recopilamos imágenes de diferentes momentos de la historia reciente de España en los que los ciudadanos se valieron y gestionaron por sí mismos y las mezclamos con otras tantas explicativas de las diferentes corrupciones, inacciones o abusos de los últimos años. Desde Ayuso hasta Errejón, desde Ciudadanos hasta Vox. No podía ser muy largo, pero tocamos las teclas adecuadas. Imágenes de gente recogiendo chapapote, donando sangre, achicando agua. Y en contraposición, también, las mascarillas, los sobresueldos, las listas de espera. Soberbia, cocaína y coches oficiales. Mentiras, desfalcos y falta de empatía. No fuimos conscientes de la potencia del cóctel hasta que ya no hubo manera de pararlo. Toda la rabia contenida en un minuto.

Alcanzamos los cinco millones de reproducciones en solo dos horas. Aquello fue un absoluto desmadre. Por la tarde empezaron a llamarnos desde algunas televisiones. Al día siguiente el vídeo lo había visto toda España. Se pusieron en contacto con nosotros algunos miembros de instituciones y de diferentes partidos. Nosotros queríamos ir por libre. Estábamos pidiendo algo muy claro, y ese algo excluía de manera tajante la colaboración de ninguna fuerza política. Estábamos pidiéndole a la gente que no fuese a votar. A esas alturas nos dimos cuenta de que la cosa iba en serio y quisimos ir con todo. Queríamos alterar la historia. En dos meses habría nuevas elecciones y teníamos un objetivo muy claro: lograr la abstención más alta de la historia.

La primera manifestación fue el 10 de noviembre en Madrid y acudieron más de 200.000 personas. Pronto fueron llegando las réplicas a las ciudades más importantes. La cobertura de los medios fue total. La gente nos paraba en el supermercado. Nos daba abrazos. Nosotros no éramos conscientes. No habíamos hecho nada. O quizás sí. A menos de una semana para el domingo electoral, la calle era un clamor. Se respiraba un ambiente especial. Ninguno de los dos habíamos vivido nunca nada parecido.

Llegó el día y ocurrió lo que tenía que ocurrir. Los amigos nos mandaban fotos de sus televisores, pero nosotros lo estábamos viendo también. Fue un domingo soleado, pero todo el mundo se quedó en casa. Los colegios electorales estaban vacíos. De vez en cuando, algún político aparecía para votar y no había nadie en la puerta ni para vitorearlo ni para insultarlo. Algunos que aún dudaban, comprendieron ese mismo día lo que estaba pasando y decidieron quedarse finalmente en casa. Cuando se supieron los resultados, todos estábamos con nuestras familias, cenando juntos, abriendo botellas de vino. Las calles siguieron vacías hasta la mañana siguiente. Ningún político salió al balcón aquella noche. Nadie coreó ningún nombre. No había nada que celebrar.

ACTUALIDAD

   ______________________________

La gente da la espalda a los políticos: Abstención histórica del 93%

El PP gana las elecciones con la inusual cifra de 779.002 votos, pero parece difícil que pueda formar gobierno. El histórico dato de abstención ha dirigido el foco hacia la insostenible indignación de la ciudadanía con la clase política. Todos los expertos coinciden en señalar al movimiento 10-N como el germen de estas circunstancias sin precedentes. Sus creadores siguen negándose a hacer declaraciones. En sus redes sociales colgaron esta misma mañana un comunicado desvinculándose totalmente de la posibilidad de crear una formación política que canalice todos los no votos conseguidos. Renunciando así a un liderazgo que rechazan de plano. “Esto lo ha hecho la gente. La gente ha dicho que no necesita líderes. Nosotros somos parte de esa gente”.

Lee a tus autores favoritos y apoya directamente su trabajo independiente y audaz.
VER PLANES
Ficciones

¿Y si no votamos?

Todo empezó viendo vídeos de las inundaciones de Valencia. “¿Y si no votamos?” No era un eslogan. No pretendíamos hacer una campaña de marketing.

Nunca pensamos que llegaríamos hasta aquí. Todo empezó en la cafetería de la Facultad. Mario y yo acabábamos de desayunar y estábamos viendo vídeos de las inundaciones de Valencia. De la gestión posterior. Declaraciones de políticos con chalecos de emergencia. Las diferentes fases del caos. Fueron en concreto unas imágenes las que encendieron la mecha. En ellas podía verse a una multitud de ciudadanos cruzando el puente que separa Valencia de las primeras localidades del sur. Llevaban consigo todo tipo de objetos domésticos. Iban con la firme voluntad de ayudar a sus vecinos afectados. Habían pasado tres días desde la tormenta y las asistencias no llegaban. Todos ellos, al paso de las semanas, empezarían a hacerse la misma pregunta que en ese mismo momento nos hicimos nosotros.

“¿Y si no votamos?” No era un eslogan. No pretendíamos hacer una campaña de marketing. Ni crear un movimiento. Solo queríamos expresar nuestro enfado. Pasar del descreimiento a la acción. Así que hicimos el vídeo. Teníamos conocimientos de edición y una buena plataforma en YouTube. No teníamos la sensación de estar jugando, pero tampoco más pretensión que la de alzar la voz. No nos apetecía seguir callados. Queríamos liarla un poco. No entendíamos el silencio de la gente de a pie. Tanto Mario como yo entramos en la Universidad en el 2020, y desde la gestión de la pandemia hasta esos últimos días negros de Valencia, habíamos visto ya demasiadas cosas. Mario venía de una familia de derechas y yo de una de izquierdas. En las últimas elecciones habíamos votado lo que se esperaba de nosotros. Para las próximas todo iba a ser diferente.

Recopilamos imágenes de diferentes momentos de la historia reciente de España en los que los ciudadanos se valieron y gestionaron por sí mismos y las mezclamos con otras tantas explicativas de las diferentes corrupciones, inacciones o abusos de los últimos años. Desde Ayuso hasta Errejón, desde Ciudadanos hasta Vox. No podía ser muy largo, pero tocamos las teclas adecuadas. Imágenes de gente recogiendo chapapote, donando sangre, achicando agua. Y en contraposición, también, las mascarillas, los sobresueldos, las listas de espera. Soberbia, cocaína y coches oficiales. Mentiras, desfalcos y falta de empatía. No fuimos conscientes de la potencia del cóctel hasta que ya no hubo manera de pararlo. Toda la rabia contenida en un minuto.

Alcanzamos los cinco millones de reproducciones en solo dos horas. Aquello fue un absoluto desmadre. Por la tarde empezaron a llamarnos desde algunas televisiones. Al día siguiente el vídeo lo había visto toda España. Se pusieron en contacto con nosotros algunos miembros de instituciones y de diferentes partidos. Nosotros queríamos ir por libre. Estábamos pidiendo algo muy claro, y ese algo excluía de manera tajante la colaboración de ninguna fuerza política. Estábamos pidiéndole a la gente que no fuese a votar. A esas alturas nos dimos cuenta de que la cosa iba en serio y quisimos ir con todo. Queríamos alterar la historia. En dos meses habría nuevas elecciones y teníamos un objetivo muy claro: lograr la abstención más alta de la historia.

La primera manifestación fue el 10 de noviembre en Madrid y acudieron más de 200.000 personas. Pronto fueron llegando las réplicas a las ciudades más importantes. La cobertura de los medios fue total. La gente nos paraba en el supermercado. Nos daba abrazos. Nosotros no éramos conscientes. No habíamos hecho nada. O quizás sí. A menos de una semana para el domingo electoral, la calle era un clamor. Se respiraba un ambiente especial. Ninguno de los dos habíamos vivido nunca nada parecido.

Llegó el día y ocurrió lo que tenía que ocurrir. Los amigos nos mandaban fotos de sus televisores, pero nosotros lo estábamos viendo también. Fue un domingo soleado, pero todo el mundo se quedó en casa. Los colegios electorales estaban vacíos. De vez en cuando, algún político aparecía para votar y no había nadie en la puerta ni para vitorearlo ni para insultarlo. Algunos que aún dudaban, comprendieron ese mismo día lo que estaba pasando y decidieron quedarse finalmente en casa. Cuando se supieron los resultados, todos estábamos con nuestras familias, cenando juntos, abriendo botellas de vino. Las calles siguieron vacías hasta la mañana siguiente. Ningún político salió al balcón aquella noche. Nadie coreó ningún nombre. No había nada que celebrar.

ACTUALIDAD

   ______________________________

La gente da la espalda a los políticos: Abstención histórica del 93%

El PP gana las elecciones con la inusual cifra de 779.002 votos, pero parece difícil que pueda formar gobierno. El histórico dato de abstención ha dirigido el foco hacia la insostenible indignación de la ciudadanía con la clase política. Todos los expertos coinciden en señalar al movimiento 10-N como el germen de estas circunstancias sin precedentes. Sus creadores siguen negándose a hacer declaraciones. En sus redes sociales colgaron esta misma mañana un comunicado desvinculándose totalmente de la posibilidad de crear una formación política que canalice todos los no votos conseguidos. Renunciando así a un liderazgo que rechazan de plano. “Esto lo ha hecho la gente. La gente ha dicho que no necesita líderes. Nosotros somos parte de esa gente”.

Lee a tus autores favoritos y apoya directamente su trabajo independiente y audaz.
VER PLANES