A dónde vas con tanta nostalgia

Veo como recientemente ha llenado canciones, películas, teatros, restaurantes de tal manera que alivia el pensar: no eres tú, es lo que se lleva

Empieza el verano y no puedo evitar sentir nostalgia, un poco como la que se siente en fin de año. Será que para los que arrancamos el año con el curso escolar en septiembre, el verano parece una fiesta de fin de año que dura unos meses. Y yo me pregunto si esta nostalgia es solo mía. 

No sé muy bien cómo, pero me da que la nostalgia ha inundado la vida cotidiana, saltándose la superficie e instalándose directamente en zona nuclear. Veo como recientemente ha llenado canciones, películas, teatros, restaurantes de tal manera que alivia el pensar: no eres tú, es lo que se lleva. 

De las primeras películas que se agotaron en el Cinema A La Fresca de Montjuic fue Past Lives, y menos mal. De lo contrario me habría visto en la obligación de ir a verla y llorar a moco tendido delante de unos cuantos desconocidos al aire libre. Se ha hablado mucho sobre Past Lives, muchísimo —las vidas que no vivimos, qué pasa con lo que no pasa y cómo gestionamos lo que no pudo ser—. Por eso, no voy a seguir volcando elogios hacia esta maravilla en forma de película. Si a estas alturas no la habéis visto, vedla. En mi caso, le allanó el terreno emocional a la obra de teatro L’Illa Deserta (en La Villarroel hasta el 7 de julio). Una comedia nostálgica y redonda, en el sentido literal y figurado, que nos enfrenta a las decisiones tomadas, las no tomadas, y al qué hacemos con lo que no fue. ¿Casualidad? Lo dudo. 

El teléfono te recuerda que hace dos años estabas en aquel lugar tan bonito, rodeado de gente que quizá ahora ya no está y de repente, zas. Nostalgia. Todo pasa, lo bonito también. Veo en Instagram que acaba de terminar el rodaje de También esto pasará, la adaptación a la gran pantalla del libro de Milena Busquets. También esto pasará es lo que resuena en mi cabeza en los momentos tristes, pero también en los más felices. Porque, aún siendo consciente de la felicidad plena que estoy viviendo, ya siento nostalgia por el día en que la recuerde desde lejos. 

“La vida no es la que uno vivió, sino la que recuerda y cómo la recuerda para contarla", palabras de García Marquez. Indudablemente, los recuerdos están tintados de un filtro que nunca se ajusta a lo que en realidad fue. Será por eso que en Inside Out 2 (ya en cines) la emoción “nostalgia”, cuya aparición no dura más de 30s y es doblada por nuestra queridísima Gema Cuervo —Vicenta en Aquí No Hay Quien Viva—, es representada con unas gafas de color de rosa. No se les escapa una a estos de Pixar. 

La nostalgia se sienta a la mesa y se sirve con gildas overpriced. Veo en la ciudad nombres de restaurantes poco habituales en Barcelona: Hijos de Javier, Bodega Solera, Colmado Wilmot… nombres que nos hablan de algo más que una simple moda. Cualquier tiempo pasado parece que fue mejor, hasta que nos cansemos y volvamos a lo del gazpacho esferificado con deconstrucción aceleracionista de olivas. Como colofón, una de las reinas de la nostalgia por antonomasia, Amaia, lanza disco pronto y yo ya tengo entradas para su concierto en febrero en Sant Jordi Club, espero que para entonces me quede algún resquicio de esta morriña para poder vivir una experiencia HD. Escribiendo estas líneas dos canciones resuenan en mi cabeza, porque la nostalgia quizá lleva más tiempo del que creía entre nosotros. Maldita sea. Carolina Durante o Delafé ft. La Bien Querida ya me lo venían avisando, y yo sin prestar atención.

Probablemente, y como todas las modas, que la nostalgia sea un producto más no es culpa de la corriente. Simplemente es el resultado de una generación que se hace mayor y no está segura de querer serlo y este huequito es lo suficientemente ancho como para desplegar un contenido que rebosa en nostalgia. Saben dar donde duele. 

Será por todo esto, será por la luna, porque han vuelto la Eurocopa y las Olimpiadas, o por cualquier otra cosa pero llega el verano y me pregunto si habrá más gente con nostalgia. Me dice A. que siente que el verano es el prólogo de la nostalgia mientras suenan fuegos artificiales a lo lejos. Igual tiene razón. 

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Foto de portada: @albertpicola

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A dónde vas con tanta nostalgia

Veo como recientemente ha llenado canciones, películas, teatros, restaurantes de tal manera que alivia el pensar: no eres tú, es lo que se lleva

Empieza el verano y no puedo evitar sentir nostalgia, un poco como la que se siente en fin de año. Será que para los que arrancamos el año con el curso escolar en septiembre, el verano parece una fiesta de fin de año que dura unos meses. Y yo me pregunto si esta nostalgia es solo mía. 

No sé muy bien cómo, pero me da que la nostalgia ha inundado la vida cotidiana, saltándose la superficie e instalándose directamente en zona nuclear. Veo como recientemente ha llenado canciones, películas, teatros, restaurantes de tal manera que alivia el pensar: no eres tú, es lo que se lleva. 

De las primeras películas que se agotaron en el Cinema A La Fresca de Montjuic fue Past Lives, y menos mal. De lo contrario me habría visto en la obligación de ir a verla y llorar a moco tendido delante de unos cuantos desconocidos al aire libre. Se ha hablado mucho sobre Past Lives, muchísimo —las vidas que no vivimos, qué pasa con lo que no pasa y cómo gestionamos lo que no pudo ser—. Por eso, no voy a seguir volcando elogios hacia esta maravilla en forma de película. Si a estas alturas no la habéis visto, vedla. En mi caso, le allanó el terreno emocional a la obra de teatro L’Illa Deserta (en La Villarroel hasta el 7 de julio). Una comedia nostálgica y redonda, en el sentido literal y figurado, que nos enfrenta a las decisiones tomadas, las no tomadas, y al qué hacemos con lo que no fue. ¿Casualidad? Lo dudo. 

El teléfono te recuerda que hace dos años estabas en aquel lugar tan bonito, rodeado de gente que quizá ahora ya no está y de repente, zas. Nostalgia. Todo pasa, lo bonito también. Veo en Instagram que acaba de terminar el rodaje de También esto pasará, la adaptación a la gran pantalla del libro de Milena Busquets. También esto pasará es lo que resuena en mi cabeza en los momentos tristes, pero también en los más felices. Porque, aún siendo consciente de la felicidad plena que estoy viviendo, ya siento nostalgia por el día en que la recuerde desde lejos. 

“La vida no es la que uno vivió, sino la que recuerda y cómo la recuerda para contarla", palabras de García Marquez. Indudablemente, los recuerdos están tintados de un filtro que nunca se ajusta a lo que en realidad fue. Será por eso que en Inside Out 2 (ya en cines) la emoción “nostalgia”, cuya aparición no dura más de 30s y es doblada por nuestra queridísima Gema Cuervo —Vicenta en Aquí No Hay Quien Viva—, es representada con unas gafas de color de rosa. No se les escapa una a estos de Pixar. 

La nostalgia se sienta a la mesa y se sirve con gildas overpriced. Veo en la ciudad nombres de restaurantes poco habituales en Barcelona: Hijos de Javier, Bodega Solera, Colmado Wilmot… nombres que nos hablan de algo más que una simple moda. Cualquier tiempo pasado parece que fue mejor, hasta que nos cansemos y volvamos a lo del gazpacho esferificado con deconstrucción aceleracionista de olivas. Como colofón, una de las reinas de la nostalgia por antonomasia, Amaia, lanza disco pronto y yo ya tengo entradas para su concierto en febrero en Sant Jordi Club, espero que para entonces me quede algún resquicio de esta morriña para poder vivir una experiencia HD. Escribiendo estas líneas dos canciones resuenan en mi cabeza, porque la nostalgia quizá lleva más tiempo del que creía entre nosotros. Maldita sea. Carolina Durante o Delafé ft. La Bien Querida ya me lo venían avisando, y yo sin prestar atención.

Probablemente, y como todas las modas, que la nostalgia sea un producto más no es culpa de la corriente. Simplemente es el resultado de una generación que se hace mayor y no está segura de querer serlo y este huequito es lo suficientemente ancho como para desplegar un contenido que rebosa en nostalgia. Saben dar donde duele. 

Será por todo esto, será por la luna, porque han vuelto la Eurocopa y las Olimpiadas, o por cualquier otra cosa pero llega el verano y me pregunto si habrá más gente con nostalgia. Me dice A. que siente que el verano es el prólogo de la nostalgia mientras suenan fuegos artificiales a lo lejos. Igual tiene razón. 

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Foto de portada: @albertpicola

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