Mañanas exigentes

Se habla mucho de las terribles consecuencias de hacerse mayor olvidando una de las más importantes: el dejar de dormir a pierna suelta, como cuando eras pequeño.

Pi-pi-pi-pí. Pi-pi-pi-pí. Detén la alarma. No la pospongas. Cuenta hacia atrás: cinco, cuatro, tres, dos, uno. Salta de la cama. Abre la ventana, que ventile. Bebe un gran vaso de agua. Haz la cama. Lávate la cara, mírate al espejo, sonríete y chócate la palma con el espejo. Tómate el shot de jengibre —que preparaste previamente el domingo—. Ponte unas mallas y sal a la calle. Que te dé el aire. Ve al gym. Vuelve. Dúchate. Prepara el desayuno. Aprovecha mientras se hace el café, haz journaling. Respira profundo. Agradece la vida maravillosa que tienes. Desayuna. Ahora sí. Ya estás lista para empezar el día. 

¿Perdón? No, no y no. Nadie va a convencerme de que levantarse antes para hacer todas estas cosas me va a gustar o va a mejorar mi vida, va en contra de mi ritmo circadiano, mi cronotipo y, sobre todo, en contra de mis principios. Detesto por encima de todas las cosas madrugar —entendiendo el madrugar como el despertarse con alarma, sean las seis o sean las diez—. En el momento de abrir los ojos y levantarme, me dan igual las vacaciones, los vuelos, los planes, las citas, los amigos, las amigas, me da igual todo. Imagínate ‘hacer deporte’. 

Cualquiera que haya estado encerrado en una cueva en los últimos meses (¿años?) me dirá que no madrugue y ya está. Que qué más da. Pero no, no es tan fácil dejar ir este tema cuando tienes a cientos de Pepitos Grillos en el feed enseñándote lo bien que sienta hacerlo. Como si querer dormir fuera el fracaso absoluto, el error más garrafal a cometer y posponer la alarma fuera atentar directamente contra tu salud. Venga, hombre. 

En la lista de cosas que nos definen como el horóscopo, el eneagrama y quéséyo, alguien se inventó un día que había dos tipos de personas: las alondras y los búhos. Gente de mañanas y gente de noches. Esta clasificación tiene una base científica: el cronotipo de cada individuo está determinado por factores biológicos que influyen en la energía durante el día. Sin embargo, en la narrativa del éxito, las alondras se han visto favorecidas hasta el punto de convertir el madrugar en sinónimo de virtud y el trasnochar—y consecuentemente el despertarse tarde— en señal de desorden*. ¿En qué momento tomaron tanto poder las primeras? Seguramente fue mientras dormíamos. 

Yo sé que lo del club de las 5 de la mañana no es nuevo. Los gurús tecnológicos y demás personajes de Hollywood han sido los propulsores de estas prácticas y ritos. Pero cuando te toca de cerca y tienes amigas que empiezan a hacerlo también te empiezas a preguntar ¿por qué no lo estaré haciendo yo también? ¿será que debería?

En el podcast de Mel Robbins —uno de los más escuchados a nivel mundial, lo cual nos habla de lo regular que estamos—, se nos plantea una rutina de 6 pasos (sólo 6) para tener “unas mañanas más productivas”.  

  • Step #1: Get up when the alarm rings.
  • Step #2: Make your bed. 
  • Step #3: High-five yourself in the mirror.
  • Step #4: Drink water before you drink anything else.
  • Step #5: Take in the morning light. 
  • Step #6: Move your body. 

De todas las morning routines que he leído, reconozco que ésta no me parece desproporcionada del todo. A simple vista es inofensiva, pero subyace en ella una idea preocupante: la de que cualquier desviación del esquema implica una pérdida de potencial. Que el objetivo final sea aumentar mi productividad me molesta y que fallar en uno de ellos presuponga un fracaso a primera hora de la mañana, me molesta aún más. Si un día —porque estoy cansada, porque tengo sueño, ¡¡porque soy humana!!— no lo cumplo, no sólo no habré tenido una mañana productiva, sino que encima habré fracasado antes de las 9. Gracias, Mel. 

La productividad como herramienta de pulso es demasiado estadounidense para nuestros cuerpos. La idea “levantarse temprano es sinónimo de éxito” bebe de la cultura del hustle —el trabajo constante como propósito e identidad— y compite (a mi parecer) de lleno con la nuestra. Así que te diré una cosa, pídeme que reduzca el tiempo que paso mirando el móvil, pero no me pidas que madrugue para ganarle horas al día, por favor. Me hace gracia, porque algunas reseñas de esta rutina son espectaculares. Hay una chica que la siguió durante una semana y al séptimo día concluyó así: “I woke up at 7 a.m., did the six steps, worked out, volunteered, and had a productive day”. Vamos que si le damos un mes más, soluciona el conflicto en oriente medio, eh. 

Todo esto lo veo un poco Mr. Wonderful, casi rozando la toxicidad de la persona vitamina. Traigo este tema porque estoy cansada, y no de practicar estas rutinas especialmente, sino de veros seguirlas. Lo peor de todo es que el tema no se queda ahí: a la fiebre por tener mañanas más productivas, se le suman también las noches productivas. La gente se está tomando muy en serio lo de “Tomorrow Starts Today” llevando a cabo rutinas despampanantes para obtener resultados de belleza de manera “no invasiva”. 

no invasiva, ¿sabes?

Irse a dormir fea para despertarse guapa, lo que faltaba. Como si no fuera suficiente la férula para el bruxismo, ahora he de embadurnarme cual cadáver embalsamado, colocarme tiras en frente y surco nasogeniano para prevenir arrugas, ponerme unos tubos de satén en el pelo para hacerme las ondas e irme a dormir con esparadrapo en la boca –sinceramente, buena suerte al que le toque dormir con semejante cuadro al lado–. Es tan ridículo todo, yo sólo quiero dormir, como siempre, como antes. Se habla mucho de las terribles consecuencias de hacerse mayor olvidando una de las más importantes: el dejar de dormir a pierna suelta, como cuando eras pequeño. Una vez más, maldito paso del tiempo.

Madre, Sorolla 1985

* Si esto no fuera cierto, que a Dakota Johnson le guste dormir no sería una noticia digna del Wall Street Journal o Vogue

sustrato, como te habrás dado cuenta ya, es un espacio diferente. No hacemos negocio con tus datos y aquí puedes leer con tranquilidad, porque no te van a asaltar banners con publicidad.

Estamos construyendo el futuro de leer online en el que creemos: ni clickbait ni algoritmo, sino relación directa con escritores sorprendentes. Si te lo puedes permitir y crees en ello, te contamos cómo apoyarnos aquí:

Más en Tendencias

Lee a tus autores favoritos y apoya directamente su trabajo independiente y audaz.
VER PLANES
Tendencias

Mañanas exigentes

Se habla mucho de las terribles consecuencias de hacerse mayor olvidando una de las más importantes: el dejar de dormir a pierna suelta, como cuando eras pequeño.

Pi-pi-pi-pí. Pi-pi-pi-pí. Detén la alarma. No la pospongas. Cuenta hacia atrás: cinco, cuatro, tres, dos, uno. Salta de la cama. Abre la ventana, que ventile. Bebe un gran vaso de agua. Haz la cama. Lávate la cara, mírate al espejo, sonríete y chócate la palma con el espejo. Tómate el shot de jengibre —que preparaste previamente el domingo—. Ponte unas mallas y sal a la calle. Que te dé el aire. Ve al gym. Vuelve. Dúchate. Prepara el desayuno. Aprovecha mientras se hace el café, haz journaling. Respira profundo. Agradece la vida maravillosa que tienes. Desayuna. Ahora sí. Ya estás lista para empezar el día. 

¿Perdón? No, no y no. Nadie va a convencerme de que levantarse antes para hacer todas estas cosas me va a gustar o va a mejorar mi vida, va en contra de mi ritmo circadiano, mi cronotipo y, sobre todo, en contra de mis principios. Detesto por encima de todas las cosas madrugar —entendiendo el madrugar como el despertarse con alarma, sean las seis o sean las diez—. En el momento de abrir los ojos y levantarme, me dan igual las vacaciones, los vuelos, los planes, las citas, los amigos, las amigas, me da igual todo. Imagínate ‘hacer deporte’. 

Cualquiera que haya estado encerrado en una cueva en los últimos meses (¿años?) me dirá que no madrugue y ya está. Que qué más da. Pero no, no es tan fácil dejar ir este tema cuando tienes a cientos de Pepitos Grillos en el feed enseñándote lo bien que sienta hacerlo. Como si querer dormir fuera el fracaso absoluto, el error más garrafal a cometer y posponer la alarma fuera atentar directamente contra tu salud. Venga, hombre. 

En la lista de cosas que nos definen como el horóscopo, el eneagrama y quéséyo, alguien se inventó un día que había dos tipos de personas: las alondras y los búhos. Gente de mañanas y gente de noches. Esta clasificación tiene una base científica: el cronotipo de cada individuo está determinado por factores biológicos que influyen en la energía durante el día. Sin embargo, en la narrativa del éxito, las alondras se han visto favorecidas hasta el punto de convertir el madrugar en sinónimo de virtud y el trasnochar—y consecuentemente el despertarse tarde— en señal de desorden*. ¿En qué momento tomaron tanto poder las primeras? Seguramente fue mientras dormíamos. 

Yo sé que lo del club de las 5 de la mañana no es nuevo. Los gurús tecnológicos y demás personajes de Hollywood han sido los propulsores de estas prácticas y ritos. Pero cuando te toca de cerca y tienes amigas que empiezan a hacerlo también te empiezas a preguntar ¿por qué no lo estaré haciendo yo también? ¿será que debería?

En el podcast de Mel Robbins —uno de los más escuchados a nivel mundial, lo cual nos habla de lo regular que estamos—, se nos plantea una rutina de 6 pasos (sólo 6) para tener “unas mañanas más productivas”.  

  • Step #1: Get up when the alarm rings.
  • Step #2: Make your bed. 
  • Step #3: High-five yourself in the mirror.
  • Step #4: Drink water before you drink anything else.
  • Step #5: Take in the morning light. 
  • Step #6: Move your body. 

De todas las morning routines que he leído, reconozco que ésta no me parece desproporcionada del todo. A simple vista es inofensiva, pero subyace en ella una idea preocupante: la de que cualquier desviación del esquema implica una pérdida de potencial. Que el objetivo final sea aumentar mi productividad me molesta y que fallar en uno de ellos presuponga un fracaso a primera hora de la mañana, me molesta aún más. Si un día —porque estoy cansada, porque tengo sueño, ¡¡porque soy humana!!— no lo cumplo, no sólo no habré tenido una mañana productiva, sino que encima habré fracasado antes de las 9. Gracias, Mel. 

La productividad como herramienta de pulso es demasiado estadounidense para nuestros cuerpos. La idea “levantarse temprano es sinónimo de éxito” bebe de la cultura del hustle —el trabajo constante como propósito e identidad— y compite (a mi parecer) de lleno con la nuestra. Así que te diré una cosa, pídeme que reduzca el tiempo que paso mirando el móvil, pero no me pidas que madrugue para ganarle horas al día, por favor. Me hace gracia, porque algunas reseñas de esta rutina son espectaculares. Hay una chica que la siguió durante una semana y al séptimo día concluyó así: “I woke up at 7 a.m., did the six steps, worked out, volunteered, and had a productive day”. Vamos que si le damos un mes más, soluciona el conflicto en oriente medio, eh. 

Todo esto lo veo un poco Mr. Wonderful, casi rozando la toxicidad de la persona vitamina. Traigo este tema porque estoy cansada, y no de practicar estas rutinas especialmente, sino de veros seguirlas. Lo peor de todo es que el tema no se queda ahí: a la fiebre por tener mañanas más productivas, se le suman también las noches productivas. La gente se está tomando muy en serio lo de “Tomorrow Starts Today” llevando a cabo rutinas despampanantes para obtener resultados de belleza de manera “no invasiva”. 

no invasiva, ¿sabes?

Irse a dormir fea para despertarse guapa, lo que faltaba. Como si no fuera suficiente la férula para el bruxismo, ahora he de embadurnarme cual cadáver embalsamado, colocarme tiras en frente y surco nasogeniano para prevenir arrugas, ponerme unos tubos de satén en el pelo para hacerme las ondas e irme a dormir con esparadrapo en la boca –sinceramente, buena suerte al que le toque dormir con semejante cuadro al lado–. Es tan ridículo todo, yo sólo quiero dormir, como siempre, como antes. Se habla mucho de las terribles consecuencias de hacerse mayor olvidando una de las más importantes: el dejar de dormir a pierna suelta, como cuando eras pequeño. Una vez más, maldito paso del tiempo.

Madre, Sorolla 1985

* Si esto no fuera cierto, que a Dakota Johnson le guste dormir no sería una noticia digna del Wall Street Journal o Vogue

sustrato, como te habrás dado cuenta ya, es un espacio diferente. No hacemos negocio con tus datos y aquí puedes leer con tranquilidad, porque no te van a asaltar banners con publicidad.

Estamos construyendo el futuro de leer online en el que creemos: ni clickbait ni algoritmo, sino relación directa con escritores sorprendentes. Si te lo puedes permitir y crees en ello, te contamos cómo apoyarnos aquí:

Más en Tendencias

Lee a tus autores favoritos y apoya directamente su trabajo independiente y audaz.
VER PLANES