Los veo muy de vez en cuando, no solemos compartir espacio u horarios. Sus horas de salir coinciden de pleno con mi jornada laboral y los lugares que ocupan son los que intento evitar —el banco, la farmacia o cualquier oficina de la administración— por eso nuestros encuentros son poco frecuentes, pero cuando pasan. Oh, cuando pasan.
Van despacio pero pisan con firmeza para no caerse. Ocupan aceras enteras con su lento paso, a veces acompañados de un bastón. No les falta detalle. Son mayores, pero no lo suficiente como para dejar que el chándal vista sus días. Vestirse bien a su edad lo veo como un acto de resistencia, es negarse a aceptar esa edad en la que todo te da lo suficientemente igual como para ir en pijama a todas partes —Marías ya lo dejó por escrito allá por 2016 en este impecable texto—. El último señor al que vi que iba hecho un pincel llevaba un traje gris marengo con chaleco y boina incluida. Bajaba Gran de Gràcia y llevaba un maletín de los de antes. De haber tenido el descaro, lo hubiera fotografiado. Están en peligro de extinción.
Ya no veo a hombres así por la calle, o al menos no tan a menudo, pero sí inundan mis pantallas. Últimamente recibo mucho más contenido relativo a la sastrería y a la moda masculina que a la femenina, y a mí me divierte todo: se hacen recomendaciones, se establecen los síes y los noes impepinables y se dicta sentencia firmemente. El enfoque desde el que se aborda es poco flexible, o al menos esa es mi sensación. Me comenta mi amiga estilista que hay mucho más mercado para las personas que se especializan en moda masculina, básicamente porque ellos van más perdidos. Sólo así puedo llegar a entender esa falta de laxitud, así hay menos riesgo de equivocarse.
Dicho interés lo capitanea Derek Guy, el periodista canadiense cuyo contenido se basa en comentar, alabar y defenestrar la buena o mala planta de personajes célebres. ¿De sus últimas comentadas relevantes? Ni más ni menos que Felipe VI —a quien pone en un pedestal en términos estilísticos—. Atesora más de un millón de seguidores y escribe en grandes cabeceras como The New York Times, The Washington Post, Financial Times, Esquire y Mr. Porter, lo cual no es poca cosa. Lo siguen tanto hombres como mujeres y su gancho reside en su habilidad para condensar conocimiento, ironía y buen gusto en pocas palabras. Habla con propiedad de lo que se lleva y entra al trapo a comentar atuendos ajenos sin ningún tipo de corte.
Cualquiera que se haya paseado por según qué barrios en según que ciudades me dirá que no es difícil ver a hombres en traje. Basta con acercarse a cualquier zona empresarial para deleitarse. Pero es que no, no todo vale. No todos los que van en traje van bien vestidos ni todos los que van bien vestidos van en traje. Me encantaría que Derek Guy inspeccionara la zona y lanzara alguna que otra recomendación, como quien no quiere la cosa. La elegancia va más allá de un traje-pantalón. Dicen que ellos lo tienen siempre más fácil para vestirse, que hay menos opciones, que los conjuntos ya vienen prácticamente hechos y que no hay tanto margen de error. Pero luego compruebas que sí, lo hay y es bien grande.
De vez en cuando revive en mi feed de Twitter el artículo de Milena Busquets sobre los hombres elegantes y creo que viene bien dejarlo caer por aquí. En su lista de los indispensables que configuraban a un hombre elegante incluía:
(...) Un hombre elegante lee. Un hombre elegante es generoso y lleva ropa vieja. Un hombre elegante no vocifera en Twitter. Un hombre elegante no usa tirantes ni chalecos, a no ser que sea un hombre elegante corpulento (...)
Ves, aquí no pone nada de trajes. Ella misma dijo que la lista puede ser actualizada y mutar según se crezca, pero hay algo que para mí, con permiso de Milena, no admite discusión y es que la elegancia no está reñida con la moda pero la moda sí está reñida con la elegancia. No digo que haya prendas más elegantes que otras, que también, es que me parece elegante que un hombre haya prestado atención a lo que lleva puesto, que le importe cómo se ve y el mensaje que lanza con ello1 —porque la moda es una forma más de expresión y el discurso que ya nos sabemos todos de memoria—.
Resulta que no soy la única que ha decidido hacer del auge e interés por la sastrería masculina un algo. La Met Gala de 2025, que se celebrará el próximo 5 de mayo, tiene cómo temática la siguiente exposición: "Superfine: Tailoring Black Style". Dicha exposición aborda el papel de la moda en el dandismo negro y su capacidad de configurar identidades.
Y tú dirás, ¿esto que tiene que ver con el señor que bajaba Gran de Gràcia? A eso voy.
El código de vestimenta —lo que a todos nos importa y que evaluaremos fervientemente en la alfombra roja el día siguiente como si fuéramos expertos en materia— es “Tailored for you”, y pretende ser un guiño a la capacidad formadora y transformadora del atuendo, en este caso masculino, reflejando la identidad y estilo de cada uno jugando con estampados, tejidos y formas. Es gracioso que en la Met Gala hayan tenido que elegir un tema específicamente apelando al género masculino para que salgan del binomio esmoquínnegro-pajarita, veremos qué tal sale la jugada.
Bromas aparte, y siendo consciente del triple salto mortal que estoy haciendo al comparar semejante temática —profunda e histórica— con los hombres que me cruzo de camino al trabajo, te diré que soy capaz de percibir ciertas similitudes. Ese señor básicamente le está diciendo al mundo que su paseo no es baladí, que se toma la vida en serio, que las ocasiones no importantes también merecen un atuendo importante y así nos lo hace saber, sin abrir la boca. La próxima vez que vea a uno, se lo diré, porque hacen falta más hombres bien vestidos, pero de verdad. Mientras, seguiré fascinándome con los antiguos catálogos de J. Crew o Polo Ralph Lauren, cuyas fotos abundan en las cuentas de inspiración.
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1 Nota del editor. Si vais un poco perdidos con lo que quiere decir Marina aquí (a mi me pasó), podéis consultar el croquis de abajo. Un apunte paradójico: aunque parezca lo contrario en la tabla, es más fácil aspirar a elegante desde pasota que desde hortera.
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