Animalidades

Lo dijo Fernán Gómez en su día: “Estoy muy capacitado para no hacer nada”, yo también, Fernando, yo también. Por eso me gusta pasear

Conocí a Xuno hará cerca de un año. Tenía apenas un par de meses, pelo negro y largo y unos intensos ojos celestes. Lo adopté por varias razones: por respeto, por conciencia, pero sobre todo en un acto egoísta. 

Otra de las razones fue mi ansia por experimentar todas las formas posibles de amor. Hasta entonces, yo no había conocido el cariño de un animal de compañía. De hecho, los gatos nunca me habían gustado porque me parecían desapegados, fríos e insulsos en comparación con los perros, pero ofrecer un hogar a esa criatura raquítica, que no había aprendido a maullar ni a caminar recto, me nubló la razón y me despertó el impulso.  Antes suponía que, como en todas las formas de amor, la experiencia te curte y te enseña. No sé si es el caso con los animales, pero yo agradecí a la vida que me pusiera en el camino eventos inesperados, casi siempre felices, para los que no estaba preparada y que supe sobrellevar igualmente.  

Cuenta Sabina Urraca en El celo que nombrar es un acto de amor, pero también el primer paso para la domesticación. La Perra, así llama a la coprotagonista de la novela, vive y goza de su animalidad mientras es observada por la Humana, que reflexiona sobre el celo del animal y la posibilidad de castrarla y arrancarle una parte de su condición de Perra. Quién pudiera pasarse las manos por el cuerpo y saberse animal.  

Yo tampoco quisiera humanizar al animal, y ahora pienso que mi humana podría haber sido más animal en ocasiones: las medicinas, las tristezas y los desencuentros pueden castrarte si no proteges tu celo. 

Xuno me recuerda la importancia del instinto y del cuerpo. Y aún a veces me pregunto si me reconoce, si él se sabe gato, si sería más feliz fuera de una casa. Leo que en internet, los gatos representan el 15% del contenido digital y llevan siendo lo más buscado desde hace una década. Estoy segura de que lo que más atrae de estos animales es lo apegados que están a su instinto, incluso en ámbitos como el doméstico. Xuno es torpe y acrobático, ingenuo y desconfiado. Y es prácticamente imposible de escarmentar o dominar.  

Nunca vendrá cuando más cariño necesito,  

nunca dejará de subirse a la estantería de los libros,  

nunca se dormirá cuando apago la luz.  

No me devolverá el afecto, ni correrá detrás de la pelota.  

Hará muchas cosas, pero siempre será gato.

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Lo dijo Fernán Gómez en su día: “Estoy muy capacitado para no hacer nada”, yo también, Fernando, yo también. Por eso me gusta pasear

Conocí a Xuno hará cerca de un año. Tenía apenas un par de meses, pelo negro y largo y unos intensos ojos celestes. Lo adopté por varias razones: por respeto, por conciencia, pero sobre todo en un acto egoísta. 

Otra de las razones fue mi ansia por experimentar todas las formas posibles de amor. Hasta entonces, yo no había conocido el cariño de un animal de compañía. De hecho, los gatos nunca me habían gustado porque me parecían desapegados, fríos e insulsos en comparación con los perros, pero ofrecer un hogar a esa criatura raquítica, que no había aprendido a maullar ni a caminar recto, me nubló la razón y me despertó el impulso.  Antes suponía que, como en todas las formas de amor, la experiencia te curte y te enseña. No sé si es el caso con los animales, pero yo agradecí a la vida que me pusiera en el camino eventos inesperados, casi siempre felices, para los que no estaba preparada y que supe sobrellevar igualmente.  

Cuenta Sabina Urraca en El celo que nombrar es un acto de amor, pero también el primer paso para la domesticación. La Perra, así llama a la coprotagonista de la novela, vive y goza de su animalidad mientras es observada por la Humana, que reflexiona sobre el celo del animal y la posibilidad de castrarla y arrancarle una parte de su condición de Perra. Quién pudiera pasarse las manos por el cuerpo y saberse animal.  

Yo tampoco quisiera humanizar al animal, y ahora pienso que mi humana podría haber sido más animal en ocasiones: las medicinas, las tristezas y los desencuentros pueden castrarte si no proteges tu celo. 

Xuno me recuerda la importancia del instinto y del cuerpo. Y aún a veces me pregunto si me reconoce, si él se sabe gato, si sería más feliz fuera de una casa. Leo que en internet, los gatos representan el 15% del contenido digital y llevan siendo lo más buscado desde hace una década. Estoy segura de que lo que más atrae de estos animales es lo apegados que están a su instinto, incluso en ámbitos como el doméstico. Xuno es torpe y acrobático, ingenuo y desconfiado. Y es prácticamente imposible de escarmentar o dominar.  

Nunca vendrá cuando más cariño necesito,  

nunca dejará de subirse a la estantería de los libros,  

nunca se dormirá cuando apago la luz.  

No me devolverá el afecto, ni correrá detrás de la pelota.  

Hará muchas cosas, pero siempre será gato.

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