Aprovechar el acqua alta

No hay mayor belleza que saber escuchar y leer el mundo y que hay que saber utilizar tus circunstancias a tu favor

El título de esta publicación encierra en su significado lo que más pereza puede darme en este mundo: la obligación de tener que aprovechar las circunstancias. Servirte de la coyuntura. Hacerte fuerte si el viento no es favorable y después, además, haber tenido que aprender algo. Construir un discurso súper coherente para respaldar cada cosa que haces. Jus-ti-fi-car-te. Qué pereza. Pensaba en esto hace poco a raíz de que una amiga me hablara de una fundación que hay en Venecia, la Fondazione Querini Stampalia

María empezó hablándome de una escultura que ella pensaba que se albergaba en la fondazione para acabar contándome la historia del edificio y lo peculiar de su remodelación. Resulta que la planta baja había estado inutilizada desde hacía mucho tiempo por las numerosas inundaciones que había sufrido al encontrarse por debajo del nivel del agua del canal. Cada vez que la reformaban, acababa inundándose de nuevo. De manera que cuando el dueño de la fondazione se puso en contacto con Carlo Scarpa, el arquitecto al mando de la reforma, lo primero que hizo fue transmitirle su preocupación por la dificultad del proyecto. Le dijo (supongo): “Carlo, tengo un problema con el acqua alta, así que refuerza bien el edificio contra ella, que no entre ni una gota.” A lo que Scarpa le contestó muy chulito que, al revés, que la mejor opción era aprovechar la circunstancia y tirar de resiliencia (qué horror) utilizando el agua como un material más de construcción, dejando que esta formara parte del edificio. 

Así que lo que acabó haciendo Scarpa fue derribar el muro de la planta baja para construir una cámara en la que colocó unas rejas de hierro para que dejaran pasar el agua dentro del edificio  en las épocas en las que había acqua alta. De esta forma, cada vez que subía el nivel del canal, el agua entraba en la habitación como si fuese una pequeña fuente.

Imagen en blanco y negro de la puerta de un edificioDescripción generada automáticamente con confianza baja
El “antes” de la planta baja

Hidden Architecture » Fondazione Querini Stampalia - Hidden Architecture
La cámara de agua que construyó Carlo Scarpa después de la reforma.

Es divertido hablar con mi amiga de estos temas porque siempre te cuenta la visión poética o el mensaje que quería transmitir tal arquitecto con tal proyecto, así que cuando empezó a hablarme de la cámara de Scarpa, supe enseguida por dónde iba a ir la conversación. Literalmente me dijo que no hay mayor belleza que saber escuchar y leer el mundo y que hay que saber utilizar tus circunstancias a tu favor, sean las que sean y blablablá. Inevitablemente todo esto me sonó un poco a la técnica aquella japonesa que consiste en arreglar las piezas de cerámica pegando los trozos rotos con líquido de oro, y entonces todo ello sirve, además de para tener un jarrón mono, para demostrar que de las experiencias malas y de las cosas rotas se sacan otras positivas. Pensé que quizá el bueno de Carlo Scarpa solo había querido que su reforma fuese estéticamente bonita sin necesidad de transmitir ningún mensaje al estilo Mr. Wonderful. O quizá quería demostrar a sus otros amigos arquitectos que había sido más listo que aquellos que previamente se habían enfrentado a esta reforma, aliándose con el enemigo y rindiéndose a que entrara el agua en lugar de luchar contra ella. Toda esa explicación que me dio María me había sonado también a cuando algunas personas tratan de justificar el sentido de un tatuaje que en realidad ha sido fruto de una decisión meramente estética. Y está bien que así sea, imaginad haceros un tatuaje horrible, pero mira qué significado tan bonito.

Justo la semana pasada, por otras circunstancias distintas, supe de la existencia del Museo de arte y de la industria André-Diligent, también conocido como La Piscine. En este caso, la presencia de agua en un edificio en el que también se encuentran obras de arte tiene un origen distinto. La razón es que como su propio nombre indica, La Piscine, antes de ser museo, era simplemente una piscina municipal muy bonita.

Foto en blanco y negro de un grupo de personas en un puenteDescripción generada automáticamente con confianza media
La piscina municipal de Roubaix en la década de 1930.

El edificio se construyó hace unos cien años porque el alcalde de Roubaix (una ciudad cercana a Lille) encargó construir “la piscina más bonita de Francia”. Cuando finalizó su construcción, el edificio hizo las veces de piscina deportiva y también de lo que entonces se conocía como casa de baños, para que las familias que no tuvieran agua corriente en su casa pudieran ducharse. Posteriormente el edificio se cerró al público por razones de seguridad, ya que se temía que la bóveda fuera a desplomarse. Así que no fue hasta finales de los noventa cuando se decidió que era una pena que un edificio así estuviera abandonado, y se aprovechó su singular estilo art decó para abrirlo al público de nuevo como sede del Museo André-Diligent. Es lógico pensar que la estética de un museo deba cuidarse más que la estética de una piscina municipal, pero la idea de que en un momento dado el alcalde de Roubaix decidiera que un establecimiento funcional como una piscina tuviera que ser bonito porque sí, me hizo recordar enseguida por qué me caen mejor los franceses que los italianos.

El otro día me dio rabia la practicidad con la que mis padres están amueblando una habitación. Después de haber intercambiado con mi madre treinta fotos distintas de lámparas industriales de todas las longitudes, con todo tipo de pantallas, colores, y hasta tonos de luz de la bombilla, resultó que, hartos de calentarse la cabeza con el tema, acabaron comprando unas de Ikea bastante normalitas que no dicen demasiado. “Qué más da, si son para lo que son.” Pensé que si a mis padres les hubieran encargado el proyecto de la piscina municipal de Roubaix, habrían construido una piscina de las de azulejo azul marino, con materiales resistentes y por supuesto nada de bóvedas ni decoraciones. Desde luego, no habrían querido oír hablar de ninguna reforma que estuviera acechada por el acqua alta. Probablemente sea exagerado dedicar esfuerzo en cosas en las que nadie va a percatarse, o que directamente nadie va a ver. Como tener una pasta de dientes con un envase bonito por el placer visual que da verla en el tocador del baño o llevar las uñas de los pies pintadas de algún color en pleno invierno, cuando no te quitas los calcetines casi ni para dormir. Nadie lo va a saber. Pero tú sí. Si se cuidan esos detalles, cómo no valorar que se le haya dado importancia a la estética de un edificio que, por muy funcional que sea, está a la vista de todo el que pase por allí. Si algo puede hacerse bonito, por qué no hacerlo bonito, que diría Milena Busquets. Y si puede ser, libre de discursos resilientes. 

Es posible que aquella lección que supuestamente quería dar Scarpa con su reforma de la fondazione no fuera del todo cierta, que simplemente se le hubiera ocurrido a alguien y esa justificación haya trascendido en el tiempo. Pero lo que sí es seguro, es que me puedo imaginar antes a un italiano justificando la reforma con un discurso profundísimo sobre cómo utilizar la coyuntura a tu favor, que a un francés

Una estación de trenesDescripción generada automáticamente con confianza media
El Museo André-Diligent La Piscine en la actualidad.

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Construcciones

Aprovechar el acqua alta

No hay mayor belleza que saber escuchar y leer el mundo y que hay que saber utilizar tus circunstancias a tu favor

El título de esta publicación encierra en su significado lo que más pereza puede darme en este mundo: la obligación de tener que aprovechar las circunstancias. Servirte de la coyuntura. Hacerte fuerte si el viento no es favorable y después, además, haber tenido que aprender algo. Construir un discurso súper coherente para respaldar cada cosa que haces. Jus-ti-fi-car-te. Qué pereza. Pensaba en esto hace poco a raíz de que una amiga me hablara de una fundación que hay en Venecia, la Fondazione Querini Stampalia

María empezó hablándome de una escultura que ella pensaba que se albergaba en la fondazione para acabar contándome la historia del edificio y lo peculiar de su remodelación. Resulta que la planta baja había estado inutilizada desde hacía mucho tiempo por las numerosas inundaciones que había sufrido al encontrarse por debajo del nivel del agua del canal. Cada vez que la reformaban, acababa inundándose de nuevo. De manera que cuando el dueño de la fondazione se puso en contacto con Carlo Scarpa, el arquitecto al mando de la reforma, lo primero que hizo fue transmitirle su preocupación por la dificultad del proyecto. Le dijo (supongo): “Carlo, tengo un problema con el acqua alta, así que refuerza bien el edificio contra ella, que no entre ni una gota.” A lo que Scarpa le contestó muy chulito que, al revés, que la mejor opción era aprovechar la circunstancia y tirar de resiliencia (qué horror) utilizando el agua como un material más de construcción, dejando que esta formara parte del edificio. 

Así que lo que acabó haciendo Scarpa fue derribar el muro de la planta baja para construir una cámara en la que colocó unas rejas de hierro para que dejaran pasar el agua dentro del edificio  en las épocas en las que había acqua alta. De esta forma, cada vez que subía el nivel del canal, el agua entraba en la habitación como si fuese una pequeña fuente.

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El “antes” de la planta baja

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La cámara de agua que construyó Carlo Scarpa después de la reforma.

Es divertido hablar con mi amiga de estos temas porque siempre te cuenta la visión poética o el mensaje que quería transmitir tal arquitecto con tal proyecto, así que cuando empezó a hablarme de la cámara de Scarpa, supe enseguida por dónde iba a ir la conversación. Literalmente me dijo que no hay mayor belleza que saber escuchar y leer el mundo y que hay que saber utilizar tus circunstancias a tu favor, sean las que sean y blablablá. Inevitablemente todo esto me sonó un poco a la técnica aquella japonesa que consiste en arreglar las piezas de cerámica pegando los trozos rotos con líquido de oro, y entonces todo ello sirve, además de para tener un jarrón mono, para demostrar que de las experiencias malas y de las cosas rotas se sacan otras positivas. Pensé que quizá el bueno de Carlo Scarpa solo había querido que su reforma fuese estéticamente bonita sin necesidad de transmitir ningún mensaje al estilo Mr. Wonderful. O quizá quería demostrar a sus otros amigos arquitectos que había sido más listo que aquellos que previamente se habían enfrentado a esta reforma, aliándose con el enemigo y rindiéndose a que entrara el agua en lugar de luchar contra ella. Toda esa explicación que me dio María me había sonado también a cuando algunas personas tratan de justificar el sentido de un tatuaje que en realidad ha sido fruto de una decisión meramente estética. Y está bien que así sea, imaginad haceros un tatuaje horrible, pero mira qué significado tan bonito.

Justo la semana pasada, por otras circunstancias distintas, supe de la existencia del Museo de arte y de la industria André-Diligent, también conocido como La Piscine. En este caso, la presencia de agua en un edificio en el que también se encuentran obras de arte tiene un origen distinto. La razón es que como su propio nombre indica, La Piscine, antes de ser museo, era simplemente una piscina municipal muy bonita.

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La piscina municipal de Roubaix en la década de 1930.

El edificio se construyó hace unos cien años porque el alcalde de Roubaix (una ciudad cercana a Lille) encargó construir “la piscina más bonita de Francia”. Cuando finalizó su construcción, el edificio hizo las veces de piscina deportiva y también de lo que entonces se conocía como casa de baños, para que las familias que no tuvieran agua corriente en su casa pudieran ducharse. Posteriormente el edificio se cerró al público por razones de seguridad, ya que se temía que la bóveda fuera a desplomarse. Así que no fue hasta finales de los noventa cuando se decidió que era una pena que un edificio así estuviera abandonado, y se aprovechó su singular estilo art decó para abrirlo al público de nuevo como sede del Museo André-Diligent. Es lógico pensar que la estética de un museo deba cuidarse más que la estética de una piscina municipal, pero la idea de que en un momento dado el alcalde de Roubaix decidiera que un establecimiento funcional como una piscina tuviera que ser bonito porque sí, me hizo recordar enseguida por qué me caen mejor los franceses que los italianos.

El otro día me dio rabia la practicidad con la que mis padres están amueblando una habitación. Después de haber intercambiado con mi madre treinta fotos distintas de lámparas industriales de todas las longitudes, con todo tipo de pantallas, colores, y hasta tonos de luz de la bombilla, resultó que, hartos de calentarse la cabeza con el tema, acabaron comprando unas de Ikea bastante normalitas que no dicen demasiado. “Qué más da, si son para lo que son.” Pensé que si a mis padres les hubieran encargado el proyecto de la piscina municipal de Roubaix, habrían construido una piscina de las de azulejo azul marino, con materiales resistentes y por supuesto nada de bóvedas ni decoraciones. Desde luego, no habrían querido oír hablar de ninguna reforma que estuviera acechada por el acqua alta. Probablemente sea exagerado dedicar esfuerzo en cosas en las que nadie va a percatarse, o que directamente nadie va a ver. Como tener una pasta de dientes con un envase bonito por el placer visual que da verla en el tocador del baño o llevar las uñas de los pies pintadas de algún color en pleno invierno, cuando no te quitas los calcetines casi ni para dormir. Nadie lo va a saber. Pero tú sí. Si se cuidan esos detalles, cómo no valorar que se le haya dado importancia a la estética de un edificio que, por muy funcional que sea, está a la vista de todo el que pase por allí. Si algo puede hacerse bonito, por qué no hacerlo bonito, que diría Milena Busquets. Y si puede ser, libre de discursos resilientes. 

Es posible que aquella lección que supuestamente quería dar Scarpa con su reforma de la fondazione no fuera del todo cierta, que simplemente se le hubiera ocurrido a alguien y esa justificación haya trascendido en el tiempo. Pero lo que sí es seguro, es que me puedo imaginar antes a un italiano justificando la reforma con un discurso profundísimo sobre cómo utilizar la coyuntura a tu favor, que a un francés

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