Desamor en Vinted

Vendía en Vinted los “botines monísimos” que le había regalado su ex por 22,00 €. ¿Ese era el precio de su desamor?

¿Se puede poner precio al desamor? Lo sorprendente —o quizá sólo inédito para mí— es que hay gente en el mundo que piensa que sí. Supongo que los últimos acontecimientos que copan la actualidad han demostrado que todo tiene un precio y que siempre estás, tristemente, a tiempo de sacar rédito económico de cualquier cosa; la tragedia ajena no es una excepción. Tal vez lo sorprendente es que solo a unos pocos nos resulte extremadamente absurdo, dramático, exagerado y sobrecogedor, incluso nos haga perder la fe o dudar de la bondad humana.

Por eso no debería asombrarme ver que algunos ponen precio a los recuerdos de una relación. Me hace pensar que, seguramente —y espero—, eso que se intenta vender no era amor. Es muy difícil diferenciar el amor de lo que no lo es, distinguir entre la euforia, la pasión, las prisas, las carcajadas y los días soleados del verdadero amor. Me cuesta creer que no todo el mundo sepa diferenciarlos, porque son sentimientos distintos, incluso opuestos. Para mí, el amor es sacrificio, renuncia y entrega, no solo porque quieras a esa persona. Se trata de una vocación que escapa a nuestra comprensión, una gracia que te invade por dentro porque proviene de algo más grande: tan inmenso como Dios. Entonces, me cuesta creer lo que vieron mis ojos. 

Al principio, me reí. Deslizando mi dedo en Vinted, en modo rastreator, buscando alguna ganga. Además, todo lo que compre con el dinero de la cuenta (de la ropa que ya he vendido) es gratis: girl math. Sólo la pantalla de mi teléfono iluminaba mi cara, esbozando una sonrisa mientras hacía una captura de pantalla de la descripción del artículo: “Botines de piel de Zara sin usar, talla 36. Me costaron 49,99 €. Son monísimos y perfectos para el día a día, ya que el tacón es bajito y permite andar súper cómoda. Con una faldita larga de raso, vaqueros anchitos o pantalones tipo traje quedan muy bien. Los vendo porque me los regaló mi ex y no me apetece tenerlos” (sic). Vendía los “botines monísimos” por 22,00 €; 23,80 € con los gastos de envío. ¿Ese era el precio de su desamor?

Me pregunto en qué pensaba al tasar el artículo; bien es cierto que la misma aplicación te ofrece unos precios a modo de guía, pero ¿sería suficiente? Quizá ni siquiera lo pensó: venderlos como quien se quita una tirita rápido o se corta el pelo para superar una ruptura. Algo en lo que no he dejado de pensar desde entonces. ¿Es necesario acabar con todo, de cuajo, a destajo? ¿Tirar, vender o quemar todos los recuerdos?

El amor que entregó en el pasado, ahora en venta por el módico precio de 22,00 €. La crisis afecta también a los suspiros más profundos de nuestro corazón, y entiendo que el precio de unos botines de segunda mano de Zara no puede revalorizarse mucho más, pero me apena que así queden a la venta los restos de un amor. Quiero pensar que ese “ex” se convirtió en una tortura, que todo sucedió muy rápido, muy violento, muy triste. Una relación lo suficientemente larga como para regalarse cosas, pero tan corta como para darse cuenta de que ese camino no era el correcto, que tenía un final. ¿Quién dejó a quién? Esas cosas nunca importan, a veces ni el porqué ni el cuándo. Supuestamente, siempre hay uno de los dos que lleva mejor el duelo, simplemente porque lo vivió antes de la melodramática ruptura. ¿Sería ella? Quiero pensar que ella sabe que esa relación no fue amor, solo una historia con sus luces y sombras. Pero espero que no guarde rencor a nadie y que sea capaz de enamorarse de nuevo, con alguien con quien quiera seguir caminando sin fin; y que nunca se vea en la necesidad de tasar de nuevo los recuerdos de su amor. Que le encomienden una vocación honesta y por la que sienta que merece la pena desvivirse.

Tal vez me siento un poco radical, pero me sería imposible haber hecho lo mismo en cualquier momento de mi vida. Sentarme mientras hago limpieza de armario, balance entre lo bueno y lo malo, y pensar: “Los vendo porque me los regaló mi ex y no me apetece tenerlos”. Y no por afán de volver ni por una reconciliación, simplemente porque no se le puede poner precio al amor. Porque me parece inútil borrar las huellas del camino. Tan absurdo como dar explicaciones de más, o tan burdo como querer ponerle precio al pasado, al tiempo, a algo que ni siquiera es tuyo. Y ya no será de nadie, ¿alguna vez te pertenece el amor? Será eso, que simplemente nunca lo posees y por eso no se debería poder poner precio al amor.

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Vendía en Vinted los “botines monísimos” que le había regalado su ex por 22,00 €. ¿Ese era el precio de su desamor?

¿Se puede poner precio al desamor? Lo sorprendente —o quizá sólo inédito para mí— es que hay gente en el mundo que piensa que sí. Supongo que los últimos acontecimientos que copan la actualidad han demostrado que todo tiene un precio y que siempre estás, tristemente, a tiempo de sacar rédito económico de cualquier cosa; la tragedia ajena no es una excepción. Tal vez lo sorprendente es que solo a unos pocos nos resulte extremadamente absurdo, dramático, exagerado y sobrecogedor, incluso nos haga perder la fe o dudar de la bondad humana.

Por eso no debería asombrarme ver que algunos ponen precio a los recuerdos de una relación. Me hace pensar que, seguramente —y espero—, eso que se intenta vender no era amor. Es muy difícil diferenciar el amor de lo que no lo es, distinguir entre la euforia, la pasión, las prisas, las carcajadas y los días soleados del verdadero amor. Me cuesta creer que no todo el mundo sepa diferenciarlos, porque son sentimientos distintos, incluso opuestos. Para mí, el amor es sacrificio, renuncia y entrega, no solo porque quieras a esa persona. Se trata de una vocación que escapa a nuestra comprensión, una gracia que te invade por dentro porque proviene de algo más grande: tan inmenso como Dios. Entonces, me cuesta creer lo que vieron mis ojos. 

Al principio, me reí. Deslizando mi dedo en Vinted, en modo rastreator, buscando alguna ganga. Además, todo lo que compre con el dinero de la cuenta (de la ropa que ya he vendido) es gratis: girl math. Sólo la pantalla de mi teléfono iluminaba mi cara, esbozando una sonrisa mientras hacía una captura de pantalla de la descripción del artículo: “Botines de piel de Zara sin usar, talla 36. Me costaron 49,99 €. Son monísimos y perfectos para el día a día, ya que el tacón es bajito y permite andar súper cómoda. Con una faldita larga de raso, vaqueros anchitos o pantalones tipo traje quedan muy bien. Los vendo porque me los regaló mi ex y no me apetece tenerlos” (sic). Vendía los “botines monísimos” por 22,00 €; 23,80 € con los gastos de envío. ¿Ese era el precio de su desamor?

Me pregunto en qué pensaba al tasar el artículo; bien es cierto que la misma aplicación te ofrece unos precios a modo de guía, pero ¿sería suficiente? Quizá ni siquiera lo pensó: venderlos como quien se quita una tirita rápido o se corta el pelo para superar una ruptura. Algo en lo que no he dejado de pensar desde entonces. ¿Es necesario acabar con todo, de cuajo, a destajo? ¿Tirar, vender o quemar todos los recuerdos?

El amor que entregó en el pasado, ahora en venta por el módico precio de 22,00 €. La crisis afecta también a los suspiros más profundos de nuestro corazón, y entiendo que el precio de unos botines de segunda mano de Zara no puede revalorizarse mucho más, pero me apena que así queden a la venta los restos de un amor. Quiero pensar que ese “ex” se convirtió en una tortura, que todo sucedió muy rápido, muy violento, muy triste. Una relación lo suficientemente larga como para regalarse cosas, pero tan corta como para darse cuenta de que ese camino no era el correcto, que tenía un final. ¿Quién dejó a quién? Esas cosas nunca importan, a veces ni el porqué ni el cuándo. Supuestamente, siempre hay uno de los dos que lleva mejor el duelo, simplemente porque lo vivió antes de la melodramática ruptura. ¿Sería ella? Quiero pensar que ella sabe que esa relación no fue amor, solo una historia con sus luces y sombras. Pero espero que no guarde rencor a nadie y que sea capaz de enamorarse de nuevo, con alguien con quien quiera seguir caminando sin fin; y que nunca se vea en la necesidad de tasar de nuevo los recuerdos de su amor. Que le encomienden una vocación honesta y por la que sienta que merece la pena desvivirse.

Tal vez me siento un poco radical, pero me sería imposible haber hecho lo mismo en cualquier momento de mi vida. Sentarme mientras hago limpieza de armario, balance entre lo bueno y lo malo, y pensar: “Los vendo porque me los regaló mi ex y no me apetece tenerlos”. Y no por afán de volver ni por una reconciliación, simplemente porque no se le puede poner precio al amor. Porque me parece inútil borrar las huellas del camino. Tan absurdo como dar explicaciones de más, o tan burdo como querer ponerle precio al pasado, al tiempo, a algo que ni siquiera es tuyo. Y ya no será de nadie, ¿alguna vez te pertenece el amor? Será eso, que simplemente nunca lo posees y por eso no se debería poder poner precio al amor.

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