Éramos bonitos, estábamos condenados 

Las condiciones no podrían haber sido mejores. Los Campesinos! tocaban ante 3000 personas, todas ellas fans acérrimas que habían agotado las entradas en minutos, en la londinense sala Troxy, lo que constituía su concierto más grande hasta la fecha. La sala sonaba bien, los teloneros (Martha, uno de los muchos grupos que conocí a través de mi devoción por LC!) habían estado brillantes. Se palpaba la motivación desaforada del público. Esta vez, además, iba acompañado de mi novia, tras casi una década de peregrinar religiosamente a sus conciertos yo solo. La anterior vez que había visto a LC!, en febrero de 2020, fue probablemente el mejor concierto de mi vida, y todo indicaba que este estaba a punto de superarlo. Y sin embargo no fue así. Algo había cambiado. 

Lo primero que tengo que aclarar es que un concierto de Los Campesinos! no es un concierto cualquiera, igual que Los Campesinos! no son un grupo cualquiera. La frase más cliché que se usa para definirlos es una cita del (increíblemente formativo para algunos, entre quienes me incluyo) cómic independiente Phonogram, en el que un personaje dice que “nunca van a ser grandes-grandes, pero van a ser grandes para alguna gente”. Sin dejar de ser verdad, a mí me gusta más otra frase del glosario incluido al final del mismo cómic: “si alguna vez has tenido la tentación de escribir un manifiesto sobre algo que a nadie más le importa mucho, probablemente sean el grupo adecuado para ti”. Que no dejan de ser un puñado de palabras para decir simplemente que LC! son un grupo para intensos, para gente que habla demasiado (como demuestran sus extremadamente verbosas letras), que siente demasiado, y que habla demasiado de lo mucho que siente. Un fandom de intensos tiene que ser, por lógica, un fandom intenso. Alguien que siente las cosas tan fuerte, que se identifica con estas letras sobre cómo lo peor que puede hacer una persona es tener el gusto musical equivocado y cómo que te deje la novia es casi lo mismo que estar literalmente muerto, es alguien que no va a ser capaz de que simplemente le guste un grupo, sino que va a hacer de ello su personalidad entera, con un fervor obsesivo. 

Como persona que tenía 16 años en 2010, (cuando el grupo lanzó Romance Is Boring, su disco más exitoso) con tendencia a la depresión y suficientemente emocionalmente reprimido como para solo ser capaz de relacionarse con el mundo a través de referencias pop, yo era carne de cañón. Desde el momento en el que los escuché por primera vez (descubriéndolos de manera encantadoramente retro, a través de un CD que le había regalado a un amigo el novio americano moderno de su hermana mayor), me quedé enganchado. Los Campesinos! fueron una influencia enorme en mí no solo por su música, sino por todo lo que los rodeaba. Les debo, entre otras cosas, unas nociones románticas sobre la sinceridad y la vulnerabilidad, el descubrimiento de varios de mis grupos favoritos, como Trust Fund o Kenickie, algunos de mis primeros pasos a la hora de interesarme por el feminismo en un momento en el que éste no estaba tan presente en la conversación general como ahora y en general un cierto orgullo al respecto de mi manera de encarar la masculinidad. Muchas de estas cosas no las inventaron ni son exclusivas de ellos, pero LC! fueron mi vía de entrada. Como hijo único, ese rol de hermano mayor que te enseña música guay y en general Cómo Vivir lo cubrieron siete ingleses (o seis u ocho, dependiendo del momento) que no me conocían de nada.

Al poco de empezar a escucharlos tuve la gran suerte de que vinieran a mi Vigo natal, en un breve momento en el que la ciudad apoyaba iniciativas culturales que no implicasen alumbrado navideño, pero desde entonces apenas han vuelto a tocar en España, así que tuve que esperar unos años, hasta que empecé a tener un sueldo y una autonomía propios, para volver a verlos en directo. Desde 2017, he viajado a Londres para verlos cada vez que han actuado, a veces yendo y volviendo en el propio día, con una excepción en 2022, cuando me lo impidieron las restricciones pandémicas. Al principio pensaba que estos desplazamientos me marcaban como uno de sus mayores fans, un verdadero devoto dispuesto a volar desde otro país solo para verlos, pero pronto comprobé que no, al conocer en uno de los conciertos a un grupo de gente que había ido desde Australia. Y eso era lo bonito: un concierto de Los Campesinos! es un lugar seguro, en el que te sientes rodeado de personas con las mismas taras que tú y la misma relación problemáticamente parasocial con el grupo que tú tienes. Todas las veces que había ido a Londres a verlos hasta ahora habían sido por mi cuenta, y ninguna de ellas había sentido la incomodidad que aun me suele resultar inevitable de estar en un concierto sin amigos. No diría que todas las personas que tenía alrededor eran mis amigos o alguna ñoñez por el estilo, pero tampoco eran desconocidos. Todos estábamos ahí para lo mismo, nos unía la catarsis de gritar en grupo lo de “we kid ourselves there’s future in the fucking BUT THERE IS NO FUCKING FUTURE” y saber que la persona de al lado lo sentía de la misma manera de la que lo sentías tú. Saber que todas esas palabras eran importantísimas para cada uno de nosotros, la constatación física, empírica, incuestionable de que otras personas sentían lo mismo que tú y con la misma intensidad y lo canalizaban a través de las mismas obsesiones ultraespecíficas. Es aburrido y cliché compararlo con la religión, pero no por ello es mentira. 

Parte del la motivación de mis viajes constantes a Londres también era el miedo a que el grupo se separara en cualquier momento, ya que, después de su momento álgido a principios de los 2010, habían ido ralentizando su carrera, sacando música más esporádicamente y apenas tocando un par de veces al año. Sin embargo, en la pandemia todo cambió: un youtuber/streamer/algo así británico llamado Soot empezó a llevar merchandising del grupo en sus vídeos, disparando su popularidad entre un segmento del público al que me referiré en general como los Chavales. Por lo poco que entiendo de la persona pública de Soot (me niego a ver un vídeo suyo como documentación para escribir esto porque siento que sería traicionar la propia intención del texto, que pasa por explorar las maneras en las que esto no es para nada mi tipo de cosa), su rol dentro del ecosistema twitchero es el de chaval sensible, conectando con un público que no es necesariamente el más típicamente masculino-niñorratil de este tipo de contenido, sino también con chavales queer, otakus y en general aquellos que están, en cierta manera, en los márgenes. Más allá de su faceta gamer, Soot ha demostrado que lo que le interesa de verdad es la música, primero lanzando canciones en solitario en clave de comedia, y más adelante fundando el grupo Lovejoy, con el que versionó Knee Deep At ATP, una de mis canciones favoritas del primer disco de LC!. Escuchar esta versión sí me pareció pertinente como documentación para este texto, y debo decir, con todo el dolor de quien se sabe ya fuera del zeitgeist juvenil, que me horrorizó bastante. Vi en ella lo que sus críticos han visto a menudo en Los Campesinos!: un narcisismo victimista, una excesiva performance de la vulnerabilidad y la tristeza afectada, depresión carpetera para chavales dramáticos. No sé cuánto de eso ya estaba en la canción original, que siempre me ha parecido precisamente muy efectiva en su contención, un microrrelato de desamor y de los peligros de darle más valor del debido a la cultura que nos gusta que no necesita de aspavientos exagerados para comunicar un profundo dolor. ¿Podría la versión sacar todo esto de ella si no estuviera, al menos en parte, ya ahí? Me da mucha pena no saberlo. 

Encuentra a Fidel Ojea

En todo caso, este nuevo tipo de público ha revitalizado a Los Campesinos!, permitiendo la existencia de este último concierto en el Troxy, que como ya he mencionado es el más grande que han dado jamás, y animándoles a volver a dedicarle tiempo al grupo. Durante el concierto, incluso anunciarán su nuevo disco, el primero en siete años. El cambio demográfico es evidente, y se ve ya antes de entrar a la sala: por primera vez, aun llegando a la hora a la que se abren las puertas, tengo que hacer unos buenos 15 minutos de cola. Me horroriza comprobar que, a mis 29 años, soy de las personas más viejas de la cola: la edad media está más cerca de los 20 justitos. Los Chavales llevan pelos de colores, piercings que jamás me haría y hasta veo algunos mitones de rejilla y pulseras de pinchos, nada más alejado de la estética indie un poco twee que cultivaba el grupo en sus orígenes dosmileros. Desde que me di cuenta de este relevo generacional en el fandom de Los Campesinos! he intentado ser abierto y comprensivo, no comportarme como un pureta gatekeepeador, no solo porque me parezca lo ideológicamente correcto, sino porque genuinamente me da ternura ver a las nuevas generaciones disfrutar con algo de lo que yo ya he disfrutado tanto. Sin embargo, el veinteañero pedante que llevo dentro no puede evitar que le rechinen los dientes al ver tanta gente yendo a un concierto con merchan del propio grupo que toca, pecado capital de la pretenciosidad indie del que estos posadolescentes no son siquiera conscientes. 

El concierto, de por sí, es excelente. No hay un disco que presentar ni un aniversario que conmemorar, así que el setlist es una pura celebración de su repertorio de auténticos temones. El grupo sale con la confianza y la actitud de quien se encuentra de frente con 3000 personas que lo adoran, y los Chavales corean cada palabra (ensordecedor, como siempre, el momento en el que toda la sala grita “and you could never kiss a Tory boy without wanting to cut off your tongue again”, un recordatorio más de que todo el mundo en la sala comparte, al menos, una ideología vagamente similar). Y, aun así, yo ya no siento lo mismo. En parte es por algo que nunca había pasado en un concierto de LC!: constantes pogos y circle pits que empujan a quien no quiere o no puede participar hacia atrás. Es evidente, y es algo de lo que el propio grupo ha hablado más de una vez, a quién pertenecen los cuerpos que se ven desplazados: predominantemente a mujeres y a gente con físicos no normativos. Yo soy alto y bastante grandote en general, podría sobrevivir en el pit, pero me dan mucha rabia las dinámicas que instaura. Nunca pensé que en un concierto de Los Campesinos! me fuera a ver desplazado por un lad sin camiseta dando puñetazos. También hay que decir que por cada uno de estos hay una persona de pronombres ambiguos que va acompañada por un adulto porque no tiene edad para entrar sola, y esto restaura un poco mi fe en los Chavales. Así que lo de los pogos es un problema, pero no es el problema. El problema soy yo. Este ya no es mi espacio, las palabras sobre las que colgué mi vida entera de repente ya no me dicen nada. Canto todas las canciones, me lo paso generalmente bien, pero hay un algo que ya no está ahí, ahora que veo cómo todos sus significados han cambiado, cómo otra generación los ha convertido en lo que sea que necesitan ellos. No puedo evitar preguntarme (y buena rabia que me da) si cuando repiten las palabras de Gareth, el cantante, sobre una camiseta de K Records entienden las implicaciones, si saben que lo de “bedroom dancing” viene de una canción de Le Tigre o si conocen siquiera a Le Tigre. Pero lo que sé, en el fondo, es que no importa, y que está bien así. Siempre que se habla de envejecer digo que a mí no es algo que mepreocupe demasiado, porque a mis casi treinta estoy mucho más cómodo conmigo mismo que diez o quince años antes. Para mí crecer ha sido ir desprendiéndome de todas las cosas que me lastraban y me atenazaban y me impedían ser yo mismo, y no volvería atrás por nada del mundo. Hubo un momento en el que necesitaba a Los Campesinos!, y me salvaron la vida, literal y figuradamente, en más de una ocasión. Es buen momento para que hagan eso por otros. Yo ya los he tenido suficiente tiempo, como cuando donas tus juguetes viejos. Como dicen ellos mismos en 5 Flucloxacillin, de su último disco, “depression is a young man’s game”.

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