El concepto de derecha e izquierda está casi con total seguridad anticuado; dos ejes que no valor sobre las posiciones políticas y/o ideológicas de un partido, una asociación o un individuo. Pese a esto, va a ser empleado constantemente durante el texto y, además, el título de este artículo podría ser perfectamente “¿Por qué tenemos la peor derecha de Europa?, buscando el clickbait o, usando una fórmula ya más que desgastada, “Right is the new left”, además en inglés, para generar más engagement y demostrar que soy un pedante.
Actualmente, en España, pese a habernos caracterizado en democracia por tener un único partido de derechas, existen dos partidos que se ubican dentro de este rango del espectro político: el PP y VOX. Cuando empecé a pergeñar este escrito me plantee incluir un párrafo para desbarrar sobre SALF (Se acabó la fiesta) pero no merece la pena, además de que calificarlos de partido es mucho decir y asignarle un pensamiento a quien no realiza esa acción es imposible. La idea es intentar resumir en este texto lo que es el PP y qué esperar de ellos y, en un segundo, qué es VOX y qué limitaciones tiene o qué podría ser en base a movimientos que suceden en el mundo.
Lo más importante para entender al PP a día de hoy es la visión que tienen de VOX, su propia incapacidad para definirse y su concepción del sistema político.
VOX es una escisión del PP debido a sus posicionamientos sobre los nacionalismos periféricos y como reacción a las políticas de Mariano Rajoy en cuanto a su ausencia de guía moral. Este nacimiento por citocinesis marca la forma que tiene de ver el PP al partido verde BRAT, al que ven como un parásito que está usando de prestado sus votos para impedir su vuelta al poder y, ahora, como el medio para mantener el Sanchismo. Esta forma de ver a VOX se aprecia claramente tras todo los sucedido entre el anuncio de las elecciones de 2023 y el no-gobierno de Alberto Nuñez Feijóo, en las que eran las elecciones más fáciles de ganar de la historia y que solo un líder carente de cualquier capacidad para ejercer dicha posición podría haber perdido. En las elecciones autonómicas el PP y VOX, consiguen unos resultados que les otorgan el control de la mayoría de las Comunidades Autónomas del país, ¿que pasó en los dos meses siguientes hasta las elecciones? El PP de Albertito, una vez más, empeñado en que esos votos deberían ser suyos, decide brillantemente (sic) centrar la campaña en que ellos no van a pactar con VOX, que ellos no son ultraderecha y mil y una tonterías (mención especial aquí a María Guardiola que, bajo un liderazgo serio, debería haber sido expulsada del partido el mismo día que se pone delante de un micrófono o, mejor todavía, no haber llegado hasta el cargo que ocupa). El resultado de todo esto es que la derecha, entiéndase como suma de votos de PP y VOX, consiguen unos resultados históricos, pero la distribución de los mismos condena a Alberto a irse a dormir cada día pensando que “no es presidente porque no quiere”. Tengo una nula simpatía hacia este personaje, cuyo bagaje es haber ganado con cuatro mayorías absolutas en Galicia; neno, lo jodido sería que las hubieses perdido. En estos actos se ve que, al contrario que el PSOE, el PP elige no blanquear a su rival y prefiere fagocitarlo. En el otro lado del espectro tenemos a Podemos/Unidas Podemos/Sumar, un partido con ascendencia terrorista como Bildu o partidos independentistas catalanes; todos ellos convertidos ahora en partidos de progreso, ¿progreso hacia qué? Este mismo ejercicio tampoco está siendo capaz de hacerlo el partido Torie con Reform, o en Alemania la CDU con AfD, por lo que mi duda es, de nuevo, si es incapacidad o ceguera ante la situación en la que cada uno de esos partidos tiene que enfrentar.
El PP es un partido que tiene miedo que le llamen de derechas. Son el perfecto ejemplo de lo que dice Ricardo de la Cierva: “Casi todo el mundo prefiere titularse de izquierdas; solo la extrema derecha se confiesa normalmente de derechas, mientras la derecha se refugia en el cómodo disfraz de centro e incluso proclama impúdicamente su condición de izquierdas”. El PP es ese niño chico que tiene miedo de decir lo que piensa, si es que piensa, para ser aceptado por gente que le odia. Soy consciente que es una forma de meme, prefiero pensar que es un elemento de cobardía, pero la realidad puede ser más cercana a que el partido se sitúa en posturas alejadas de lo que espero de un partido de derechas. No buscan generar confrontación en ningún tema ya que aceptan las posturas actuales marcadas por la izquierda: aceptación de la vision de políticas de género (ejemplo de las leyes gallegas), el aborto aparcado durante años como debate mientras existía una mayoría conservadora en el constitucional, políticas migratorias, etc. El PP de Feijóo, como extensión del PP de Mariano, es un partido cuya única ideología es la de estar tranquilos. La existencia de la caja pone de manifiesto que las posturas del PP están alejadas de lo que una parte del electorado de derechas puede esperar. La estrategia, al final, se trata de ofrecer un producto que sea capaz de atraer gente descontenta con el PSOE actual, el centro y la derecha que no quiere líos y vivir tranquila; el problema de esto es que deja un flanco abierto a su derecha para crecer. Esto nos lleva a un partido que puede ser ser indistinguible del PSOE en muchos temas y sin capacidad de ofrecer medidas novedosas por miedo/cobardía y que, por ello, ve que VOX les roba votos e intenta fidelizarlos generando malestar en Génova.
Como resumen, si me preguntan qué defiende el PP, creo, que sólo diría que aspira a gestionar, sea lo que sea eso, tener el poder por el simple hecho de tenerlo y, obviamente, generar las menores perturbaciones posibles para mantenerlo y, por lo tanto, no llevar a cabo ninguna de las varias reformas que necesita el país. Todo esto hace que, a día de hoy, por mucho que haya nacido de una escisión, VOX, al contrario que Ciudadanos, tiene capacidad de permanecer en el tiempo por atacar un espacio que el PP no puede cubrir, extremo que aún no ha sido aceptada por las gaviotas.
El último punto para entender al PP es su visión del sistema político. Alianza Popular nunca consiguió ganar unas elecciones y no fue hasta 1996, cuando Aznar llegó al poder donde se mantuvo hasta 2004, para volver en 2011 de la mano de la última mayoría absoluta que ha visto este país y la que fue, sin duda, la última oportunidad desperdiciada de este país para ponerse en orden. Ambos gobiernos tienen como punto en común que el PP llega a gestionar lo que el PSOE ha desmontado. La visión del PP actual es que el Sanchismo —ya que no existe el PSOE y tras Sánchez se asoma la nada—, está agotado y le toca a ellos tomar el poder para poner las cosas en orden. El PP, como apunta Pedro Goznález Cuevas, vive mentalmente en el marco de la Restauración, donde España es un país en el que dos partidos se reparten el poder. Este sistema, además, les es muy cómodo porque les exime de proponer. Actualmente, el PP no tiene una sola propuesta que esté enfocada al futuro del país y su prosperidad, todo es mucho lío. Esto tampoco es de extrañar, cuando se ve que su base de votantes tiene mucha más vida por detrás que la que les queda por vivir; nadie quiere sacrificar su bienestar por el futuro del país cuando sabe que no va a estar ahí: nadie menor de treinta y cinco años que se considere “de derechas” debería votar al PP salvo que sea porque va a obtener un cargo por ello.
Un día el sabio Sorel dijo en un grupo de Telegram algo así como que el PP son los que deberían ser los nuestros pero es imposible votarles. Mi padre es militante, ha sido concejal y diputado nacional; mi tía ha sido miembro activo del partido en su provincia; sin embargo para mí, mi generación y las venideras, el PP es un partido que no tiene una propuesta para la España que vamos a vivir (aunque sea verla desde la distancia en mi caso), sus altos cargos son seres carentes de ideas y lo que viene por debajo es el abismo. Urge, por lo tanto, tener una alternativa.