Estimado oficial Castillo,
Voy a saltarme las presentaciones porque, de todas maneras, no deseo darme a conocer. Espero que en el momento de recibir esta carta esté usted teniendo un buen día.
La intención de este escrito no es otra que la de ayudarle con un asunto que debe parecerle raro —o eso espero, si no tendré menos fé si cabe en las fuerzas de seguridad— como es el fallecimiento de varios ancianos sin aparentes rastros de violencia y por simple muerte natural. Sólo en mi nuevo edificio han fallecido dos ancianos en menos de un año y, según tengo entendido, en el barrio de Chamberí se han producido no menos de cinco muertes más de ancianos.
¿Qué tenían en común todos ellos? De nuevo, deseo pensar que se ha hecho esta pregunta. La respuesta es obvia, uno no necesita ser el detective Conan para verlo. Oficial Castillo, está usted en lo cierto si piensa que el nexo entre ellos es la existencia de una nuda propiedad. Este tipo de operaciones inmobiliarias son cada vez más recurrentes y, por lo tanto, no es tan raro pensó usted en su momento y, entiendo que quizás, dejasen de investigar. Sin embargo, aquí estoy yo, como ya he dicho antes, para ayudarle.
¿Por qué puedo ayudarle? Porque sé el quién y el por qué. Según escribo esto me estoy incluso emocionado y sé que no debería porque es un tema serio pues hablamos de vidas humanas y seres dignos de estar emparentados con Raskolnikov. La razón por la cual conozco su identidadn es porque yo me he beneficiado de su trabajo sin yo saberlo y, por miedo a acabar implicada, por eso prefiero mantener el anonimato.
No voy a hacerle esperar más. En esta historia hay implicadas tres personas. La primera de ellas, seguro que le suena, es el señor Eduardo Molet. Sí, el mismo señor que tiene inmobiliarias por el barrio y que hasta Gloria Serra le hizo un Equipo de Investigación hablando del tema de las nudas propiedades. Ese programa es el que provocó que acabase involucrada en todo esto. Los otros dos actores involucrados son una pareja joven, formada por una enfermera, Mercedes Gonzalez Suárez, y su pareja, Coque Collado Garcia, ambos son vecinos del barrio.
Cuando vi con mi novio el programa de Gloria Serra fue una revelación, porque estábamos buscando una casa para poder invertir. La abuela de mi novio -perdona que no de su nombre, de la misma manera que no quiero verme envuelta, tampoco quiero que lo esté él- le dejó una buena suma de dinero, pero no lo suficiente como para poder hacernos con un inmueble. Desde el COVID esto se ha puesto imposible, ni para la gente de bien es posible comprar ya una vivienda. Volviendo al tema. Una vez vimos el programa nos acercamos a la inmobiliaria del señor Molet para entender cómo funciona el tema en cuestión. Realmente, nos costó, especialmente a mí, aceptar que íbamos a estar apostando contra la vida de una persona pero, bueno, son mayores y van a morir igualmente. Creo que vimos un par de ellas y elegimos una con un inquilino de una edad que Eduardo consideraba como “óptima, ni muy mayor ni muy viejo, ni muy enfermo, ni muy sano”. Entiendo que él debe saber mucho porque no es precisamente un jovenzuelo.
Aquí es cuando se produjo el contacto con la pareja. Al poco tiempo de adquirir el inmueble, comenzamos a recibir llamadas ofreciéndonos el tipo de servicio que se está usted imaginando. A veces me llamaban a mí, otras a mi novio. Yo me enteré del servicio por mi novio. Nunca llegué a contestar a esas llamadas, es más, cuando respondo a una llamada que no reconozco el teléfono siempre hago algún ruido extraño para que cuelguen, estoy cansada de que me llamen para ofrecerme cosas. “Imagínate”, me decía mi novio, “hemos pagado muy poco dinero y si pudiésemos entrar pronto en el piso sería fantástico o, mejor todavía, podríamos obtener una buena rentabilidad si pudiésemos alquilarlo”. Me asustó que él pensase en esto, tuvimos una discusión y le dije que no quería saber más al respecto pero él insistía. Me dijo que había hablado tanto con el chico que lo ejecutaba como con su socia, su y novia. No puede usted imaginarse cómo me sentí. Una cosa era comprar una vivienda pero otra el encargar un asesinato, ¡ni que fuésemos narcos!
No volvió a salir el tema y las llamadas cesaron. Todo iba normal hasta que un día, pasados unos cinco meses desde esa conversación o, más bien, discusión con mi novio, recibimos una llamada desde la oficina de Eduardo diciéndonos que el inquilino había sido ingresado en el hospital tras un fallo renal. Pasado un mes, el pobre hombre falleció. Cuando me iba a dormir, se me aparecía la imagen de ese señor desconocido del que únicamente conocía el nombre, se me aparecía con una cara similar a la de mi difunto abuelo.
Durante todo ese mes, mi novio no presentó ningún cambio de comportamiento, nada raro, sin embargo yo sabía que había algo raro. Son de esas cosas que una puede sentir. No, no era sugestión si es lo que está pensando, estaba convencida. Le pregunté en repetidas ocasiones si finalmente había hecho algo. Él lo negó, me juró por sus abuelos que él no había hecho nada pero no conseguía creerle. No dejaba de decir que esto era normal, que los señores mayores enferman y de la noche a la mañana ¡puf! Le creí, o quise creerle.
El proceso de adjudicación no es inmediato, hay que esperar a que se preparen los papeles del testamento, las peleas con la familia que intentan anularlo porque el señor no estaba en sus cabales y, una vez pasado esto, proceder con la reforma y ya la mudanza. Empezaba a olvidarme del tema hasta que, en nuestro edificio, se encontró muerta a una señora -la segunda muerta del edificio contando el nuestro, que le decía al inicio de la carta- que aparentemente también había vendido su casa mediante una nuda propiedad con, efectivamente, el señor Molet. Ese día decidí investigar directamente el móvil de mi pareja, me dió igual el derecho a la intimidad, el confiar y demás tonterías. Cuando abrí el teléfono encontré lo que me imaginaba y algo más. Que bobo es. En serio, los hombres a veces sois tan, tan, básicos, inteligentes para unas cosas pero se os pone una tontita delante y ala; el muy estúpido se había encaprichado con la enfermerita. Cientos y cientos de mensajes. Confieso que fuí hasta el primer mensaje donde se admite la contratación del servicio y los posteriores donde se debate el pago de tres mil euros por el asesinato del anciano y, a partir de ahí, en lugar de coger, borrarlo y a otra cosa, es todo un tonteo absurdo y descarado. El chat tenía lo que todo chat entre dos amantes tiene y, obviamente, me castigue con la lectura de todo, vi todo lo que se mandaron, lo que hicieron y como ha tenido una doble vida estos meses. Que desagradable. Lo que me dolió más fue ver que mi pareja, que pese su soberbia y sus aires de superioridad, usaba frases para ligar dignas de telenovela barata o de futbolista escribiendo a putingas de instagram: “nunca pensé que me enamoraría de una asesina”, “doy gracias de haber encargado la muerte de ese pobre diablo”, hay material de sobra para que ese merluzo no vea nunca más la luz del sol. Me engañó por partida doble.
Volviendo a lo que le importa a usted. El sistema, según entiendo en base a los mensajes, es el siguiente: Eduardo les proporciona a estos dos el listado de compradores de nudas propiedades y ellos empiezan un proceso de generación de demanda para su servicio mediante llamadas y SMS. Como en nuestro caso, el dinero se lo reparten entre los asesinos y Eduardo. Además, ofrecen distintos tipos de fallecimiento, dependiendo de la rapidez o sospechas que se quieran levantar. Le adjunto en un documento estos pantallazos para que pueda usarlos. El novio se dedica a la parte de gestionar el tinglado y hacer el trabajo administrativo, aunque en caso de ser necesario él interviene, pero es ella la que obtiene los medicamentos, los administra o hace modificaciones en los que tienen pautados los pacientes, en caso de ser necesario.
¿Por qué hago esto? Siento decirle que a mi la justicia y la muerte de esos ancianos me da igual, no me siento mal por reconocerlo, además, estoy encantada con mi nueva casa, cada día luce mejor y,al final, nos vamos a mudar a esta y dejar el alquiler que teníamos. Lo que quiero es que esa zorra, esa petarda, esa harpía robanovios esté lo más lejos posible de mi novio. Le odio a él, pero es mi idiota y, en esta vida, todo es perdonable, además, al final ha matado por amor, por mí, por nosotros, ¿no es eso romántico? Con ella en la cárcel todos solucionamos nuestros problemas. Él no sabe que lo sé, así que realmente hará lo que hacen todos los hombres, hacer como que aquí no ha pasado nada. Creo que quizás va a ser el momento de empezar a presionar para la boda, seguro que algo le saco.
En fin, oficial, que con esta breve carta pueda ponerle fin a mi problema y a su problema, e, incluso, hacer justicia, signifique lo que signifique eso.
Un cordial saludo
Una ayudante inesperada