Lamine, sálvame

It’s coming home. Football is coming. It is coming. Football it is coming.

No deben existir más variedades de la frase más famosa de la canción Three Lions, parte de la banda sonora de la Euro 1996 que organizó Inglaterra, si existen no quiero oírlas, no quiero leerlas, no quiero sentir la melodía de esa canción; mi capacidad de soportar al aficionado local ha ido desapareciendo a medida que en un alarde de supervivencia realmadridesco, en buena hora enseñamos al chico ese que todos quieren a ganar, se han plantado en la final.

Al principio, hace ya un mes aunque parece una vida, tanto que hasta mi novia se ha hecho a la rutina de ver fútbol, estaban confiados eligiendo lugar de celebración pero su transitar por el torneo les llevó a un punto donde llegaron a desear que, de no ganar la copa, que les eliminasen para no tener que sufrir embolias cerebrales intentando entender como con una, teórica, materia prima inigualable lo único que conseguían generar era sopor; un poco como la cocina inglesa, con unos buenos productos su plato más conocido es el English Breakfast.

Mi relación con ellos ha ido evolucionando de la mano de su trayectoria, desde el you’ve the same chances of winning as Albania and Georgia a otras tipo who the fuck is playing for Spain, mate? Tras los primeros partidos pasaron a otro tipo de comentarios más halagadores, Spain is gorgeous, look how they play and move o best team in the tournament, you deserve to win. Cuanto peor estaba Inglaterra mayores eran los elogios.

Pasada Georgia y Francia los comentarios cambiaron, ellos estaban vivos y nosotros también con una hipotética final estaba en el horizonte; aquí es cuando pasaron al look at this arrogant, c’mon be happy o, algunos mejores, look at me, I am Spanish and I don’t care because we are super good.

Aquí estamos, ambos en la final y me han amenazado con la vacilada del siglo, tirarme por la ventana, la oficina está en un sexto, o cualquier cosa que se les ocurra; no hay nada en su fama que sea mentira, calmados y tranquilos hasta que una IPA o una Guinness les baja por la garganta mientras ven el fútbol, momento donde las conexiones neuronales deciden que es momento de tomarse unas vacaciones.

No tengo miedo del partido, tengo miedo de ganar y que mi visado casualmente sea cancelado o que ganen y hacer del teletrabajo mi forma de vida.

Para acabar, volviendo a 1996, una Inglaterra donde jugaba Southgate eliminó en los penaltis, atraco arbitral mediante, a la España de Clemente para luego en las semifinales de su propio torneo ser eliminado por Alemania. En el ciclo mágico de 2008 a 2012 vengamos a todos los que sufrieron antes que nosotros con los desastres de la selección, derrotamos a todos nuestros fantasmas y sólo nos queda uno, nos queda 1996. Esta es la nuestra.

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