Era julio de 2017 cuando fui por primera y última vez a un macro festival. Tenía 25 años y pensaba que hacerse mayor era eso, dormir tres días en una tienda para dos recién estrenada en el camping del NOS Alive. Hoy puedo reconocer sin vergüenza que lo que me atraía de aquello no eran ni la música ni el plan: era la posibilidad de empezar a decidir en qué tipo de persona me quería convertir. Por supuesto, me equivocaba en casi todo.
Plantamos nuestras cuatro tiendas verdes Decathlon en mitad de un mar de tiendas verdes Decathlon y nos abrimos unas Superbock. Todavía puedo verlo, sentado en la neverita de playa azul. Clubmaster de sol graduadas, Old Skool, camiseta de Joy Division y un sombrerito de paja de propaganda de alguna compañía telefónica. Estaba loca por él. Por él y por las historias que contaba, que a veces vienen a ser la misma cosa.
Empezó por el principio – ojalá toquen Taro. Yo no la conocía, ni la canción ni la banda que la iba a tocar. A los que sean un poco más indie OG que yo en aquella época no se les habrá escapado que hablaba de Alt-J y de aquella canción sobre Gerda Taro. ¿O sobre Robert Capa? Tomé nota mental de cada detalle. Era importante recordarlo todo para aprender a hablar como él.
Robert Capa es la historia conjunta de Endre Ernő Friedmann y Gerta Pohorylle. Él nace en Hungría en 1913. Ella en Alemania en 1910. Se conocen en París, ambos judíos exiliados. Un día Gerta acompaña a una amiga a una sesión de fotos comerciales en un parque del Montparnasse. Endre es el fotógrafo. Los biógrafos no se ponen de acuerdo en establecer si fue amor a primera vista. Por cómo se sucedió todo, me gusta pensar que no.
Endre enseña a Gerta todo lo que sabe sobre fotografía. Empiezan a trabajar juntos. Gerta no tarda en darse cuenta, sus apellidos no los van a llevar lejos en la Europa de los años treinta. Entonces inventa a Robert Capa, un supuesto fotógrafo estadounidense muy reputado, muy ocupado y muy bien pagado tras el que se esconderían los dos para firmar sus trabajos.
En el 36 los tortolitos viajan a España como reporteros de guerra. Por entonces, Gerta se hace llamar Gerda Taro. Endre absorbe la identidad de Capa por completo. Lo interrumpí, indignada – ¿Cómo, cómo?, ¿Él le roba el pseudónimo y se queda con la fama? Él sonrió como si estuviera esperando la pregunta. Y me rebatió – No te equivoques, Capa le propuso matrimonio y Taro lo rechazó y le cedió el pseudónimo, porque quería empezar a trabajar por su cuenta.
Aquello sí que no me lo esperaba. ¿No es el amor lo más importante?, ¿lo que nos empuja a renunciar a casi cualquier cosa?, ¿lo que todo disculpa, todo cree, todo espera, todo soporta? ¿No es el amor ese puto único motivo de seguir vivo y a la mierda con la autodestrucción? ¿A qué está renunciando Taro entonces? O mejor, ¿por qué?
Empezó un debate ineludible: ¿se rechaza una propuesta de matrimonio por un futuro de fama, de reconocimiento?, ¿se declina un proyecto de vida en torno a un gran amor por la promesa de una gloria mediática? Él se levantó y nos enseñó algunas de sus fotos favoritas. Descartamos a coro nuestra primera teoría, por simplista y porque decidimos depositar un poco más de esperanza en las motivaciones de Taro.

Entonces seguimos: ¿se renuncia al amor por el arte?, ¿por el compromiso con un proyecto de fotografía?, ¿por la esperanza de convertirlo en un motor de cambio? Aquí sí había una grieta a la que nos queríamos asomar. Otra vez estábamos de acuerdo. Taro no está documentando la guerra, está tomando partido. Por eso necesita usar su voz, abandonar el pseudónimo, renunciar al matrimonio.
Su postura se confirma en los últimos términos: Gerda Taro muere a los 26 años en la Batalla de Brunete, atropellada por accidente por un tanque republicano. Se dice que en sus últimas palabras pregunta por los negativos. Lo que pregunta, en realidad, es si su obra iba a correr la misma suerte que ella. Si sus fotografías la iban a sobrevivir. Lo que pregunta es cuál iba a ser su legado. Lo que pregunta, a fin de cuentas, es si ha valido la pena la renuncia.
Después de aquello Robert Capa recopila sus trabajos conjuntos en Death in the Making. «For Gerda Taro, who spent one year at the Spanish front — and stayed on». Pasa los siguientes años con una foto de Taro siempre en la cartera. Muere a los cuarenta cubriendo la primera guerra de Indochina, después de pisar una mina antipersona.
¿También murió en el frente? ¿Y cuáles fueron sus últimas palabras? A esta altura de la conversación todos apoyábamos la causa de ella y lamentábamos la de él. – De eso se trata.
Re-united with his leg
And with you, Taro, oh
Pienso ahora hacia dónde apuntaría mi pregunta si me estuviera desangrando en un hospital de campaña. Dónde encontraría descanso, dónde posaría la última atención. Querría saber si mi vida ha importado, creo. Querría saber si he ayudado a alguien, si he conseguido usar mi voz. Querría saber cómo voy a ser recordada, y hasta cuándo. Querría saber si mi arte también me va a sobrevivir. Si he colocado el amor en los lugares correctos.