El último libro de la autora favorita de las chicas con gafas grandes y de los chicos que quieren meterse en sus camas se publicó el pasado 26 de Septiembre. Intermezzo, la cuarta novela de Sally Rooney, se proclamaba como un éxito y cumbre de la madurez literaria de la autora irlandesa incluso antes de llegar a las librerías. También se proclamaba como un éxito en ventas el día de la publicación, generando colas para hacerse con un ejemplar y agotando el stock en varias librerías.
No quiero ser yo quien en el más puro estilo “¿cómo puedes ser comunista si tienes un iPhone?” cuestione la decisión de la autora marxista (o, más probablemente, de su equipo) de catalizar la metamorfosis del libro en fetiche acompañándolo de un cuidado merchandising con un código de color sobrio lleno de cerúleos – el color del otoño – y azules de ultramar, digno de los mejores moodboards de Pinterest, pero vaya, sí, aunque apartemos la mirada con cierta tristeza y resignación algo hay ahí.
Rooney se desmarca de su tónica habitual haciendo protagonistas de la novela a dos hombres, dos hermanos que navegan el luto tras la muerte de su padre. Una especie de versión alternativa de Las partículas elementales de Houellebecq para no cafeteros. Peter, el hermano mayor, es un abogado exitoso, muy atractivo, respetado por la gente y con considerable éxito entre las mujeres. Ivan, de veintidós años (diez menos que su hermano) es un genio del ajedrez, socialmente torpe, y nos es presentado como un incel. Digo presentado porque casi todos los personajes de la novela lo describen como alguien atractivo, su experiencia romántica es la estándar para alguien de su edad, tiene amigas con las que existe un respeto mutuo y, además, casi lo primero que hace en la novela es seducir exitosamente a una mujer. La idea de Ivan como incel se sustenta en que lleva brackets y en un comentario machista que realizó hace años en lugar de lo que esperaríamos del 4chanero estándar. Vaya, que en la hipotética adaptación para HBO de Intermezzo quizá incluso podríamos ver a Jacob Elordi interpretándole. La sensitive young men1 loneliness crisis es uno de los muchos temas actuales por los que Rooney pasa por encima en su novela sin adentrarse realmente en ellos, llegando a dar la sensación de que está completando un checklist de temas virales.
Intermezzo se estructura en tres partes intercalando a ambos hermanos en la narración. Hay un claro esfuerzo de Rooney en diferenciar el diálogo interno de ambos, mientras que el soliloquio de Ivan es robótico – a veces dolorosamente caricaturesco como retrato de una persona en el especto autista – el de Peter se convierte en un ágil stream of consciousness, brillando sobre todo en la tercera parte del libro.
El libro es también un ejercicio de estilo de la autora, que continúa con su característica ausencia de signos de puntuación, algo que personalmente no me molesta y creo que beneficia a la narración en esta novela. En Intermezzo fragmenta y distorsiona aún más las frases, suprimiendo sujeto o verbo y dejándolas inacabadas, lo cual, si bien ayuda a construir el soliloquio interno, en algunos fragmentos el resultado se acerca más a un intento de Alt lit que a la gran literatura del canon. Este compromiso con el estilo parece llegar a constreñirle, impidiéndole explorar más en profundidad ciertos temas. Las conversaciones plagadas de “shrugs” “smirks” “mmm” y “i’m sorry” se interrumpen solo para dar paso a páginas de diálogo interno o, a veces, a disertaciones sobre temas políticos – crisis de vivienda, ecologismo, precariedad laboral, etc – que, una vez más, dan la sensación de ser introducidos como una justificación de la novela como obra de izquierdas más que como algo orgánico.
La trama se articula a través de la relación de los hermanos con sus intereses románticos, desempeñando ellas un papel de herramientas narrativas – igual que vemos, de nuevo, en las novelas de Houellebecq –. Las mujeres en Intermezzo aparecen como lienzo sobre el que se proyecta el dolor y la confusión por la pérdida del padre, lo cual resulta en unas mujeres planas, complacientes, con poca agencia. Peter mantiene una relación con Naomi, una chica diez años más joven que él, estudiante y trabajadora sexual (lamentablemente no queda claro a qué se dedica concretamente, entendemos que es escort o modelo de Onlyfans), con la que mantiene una relación entre lo transaccional y lo romántico. Una especie de personaje bimbo/lolita/Dasha-esque2 estereotipado hasta el ridículo. En una escena en la que canta en la ducha “I heard you like the bad girls, honey, is that true?”3 tuve que contener una carcajada porque, por supuesto, un personaje así tenía que ser fan de Lana del Rey. A la vez, mantiene una relación platónica con Sylvia, su ex, que es el contrapunto belleza académica a Naomi, una profesora de literatura que sufrió un accidente con severas secuelas, incluyendo dolor crónico – a pesar de esto siempre la vemos guapa, bien vestida, y capaz de largos paseos –, y que fue el desencadenante del fin de su relación con Peter y el impedimento para volver a retomarla.
Ivan, por su parte, conoce a Margaret en un pueblo al que va a participar en una exhibición de ajedrez. Margaret es catorce años mayor que él y se acaba de divorciar de su ex alcohólico. Su relación – en contraste con la de Peter y Naomi –está protagonizada por la dulzura y la inocencia de Ivan ante su primer amor y, aunque el planteamiento es interesante, pierde credibilidad e interés a lo largo de la novela, revelándose como una relación circunstancial de dos personas creando lazos sobre trauma común.
Ambas relaciones están marcadas por el age gap, no siendo un gran problema en la de Peter pero creando gran estigma y vergüenza sobre Margaret, aunque lamentablemente este tema en ella se disuelve en el sentimiento de culpa y un par de conversaciones. Al final, el peso de la novela acaba recayendo sobre el triángulo Peter-Naomi-Sylvia, incluso llevando a Peter a plantearse el suicidio por no saber a quién elegir – mencionar el suicidio es algo tan chocante que parece que el autor debería ganarse un poco el llegar a ese punto, en Intermezzo resulta demasiado gratuito.
La otra relación turbulenta de la novela es, evidentemente, la de los hermanos. Ivan siempre vio a Peter como un arrogante, y Peter a Ivan como un perdedor. Tale as old as time. Rooney podría habernos ayudado a entender mejor esta relación pero nos deja a oscuras sobre su infancia y durante la mitad de la novela Ivan tiene el teléfono de Peter bloqueado, así que tenemos que hacernos a la idea mediante su verborrea interna y las tres ocasiones en las que hablan. Porque sí, claro, Intermezzo es una novela sobre pasar la vida construyendo puentes hacia el otro y la imposibilidad de cruzarlos mediante el lenguaje, dejándonos aislados y frustrados ante la falta de herramientas para alcanzarnos. (Rooney es tan amable de señalarnos que, efectivamente, es una novela sobre no entenderse cuando menciona en un par de ocasiones el juego del lenguaje de Wittengstein).
Al final, el duelo es una excusa para enmarcar lo que a la autora le interesa, que son estas conversaciones que fallan al intentar comunicar, porque, como sucedía en Normal People, para entender a alguien hay que entender su lenguaje. De hecho, sobre el padre apenas sabemos nada. Quizás, lo más parecido que hay a matar al padre en la novela es cuando uno de los personajes decide romper con las estructuras clásicas abriéndose al poliamor.
El libro acaba de manera anticlimática y ñoña, haciendo un esfuerzo por sacar unas últimas lágrimas al lector al llegar a un final inestable y apresurado en el que no nos da la sensación de habernos quedado a las puertas de lo que realmente iba a ocurrir.
Intermezzo es una novela sólida, más ágil que sus otras obras, y que toma ciertos giros interesantes (más allá de la decisión de que los protagonistas sean masculinos). No, tampoco es la mejor autora de nuestra generación, pero sí que es una retratista sagaz de nuestra época. Es una novela que funciona, que cuando toca aquello que Sally Rooney sabe hacer bien no falla: en sus mejores momentos es un relato esperanzador y reconciliador con los demás, con nosotros mismos y con la incertidumbre. También liberador: sabiendo que nuestras relaciones son circunstanciales y que somos islas entre las cuales siempre habrá algo incomunicable el fracaso es más abordable. En sus peores pasajes, el libro se convierte en una especie de checklist de temas de actualidad y el abuso del lenguaje hiperdescriptivo rooniesco se vuelve torpe y, a pesar de sus muchas y reconocidas referencias literarias, no parece poder llegar a expresar la emoción que hay detrás de sus personajes.
El Intermezzo en música es un interludio entre dos piezas. Quizá el interludio para Peter e Ivan sea atravesar ese purgatorio durante la novela y lo interesante es lo que viene después. O quizás el interludio sea para Sally Rooney, abriendo la puerta a nuevos personajes, tratando de abandonar a los flemáticos y académicos jóvenes sallyrooniescos y de encontrar nuevos lenguajes.
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1 Los sensitive young male son los hombres románticos modernos que inmersos en la hookup culture se encuentran desplazados al no poder desproveerse de su anhelo y deseo. Véase también: dostoyevskiano.
2 Arquetipo femenino inventado derivado de la imagen de Dasha Nekrasova: mujer joven, atractiva, delgada, moralmente ambigua y desacomplejada.
3 Lyrics de Video Games de Lana del Rey