La primera frase de La última frase

El mecanismo técnico-tecnológico que Cañeque pone en funcionamiento es radicalmente (e inevitablemente) nuevo y es por esto es el mejor libro de 2024.

“Las citas tienen un interés especial, ya que uno es incapaz de citar algo que no sean sus propias palabras, quienquiera que las haya escrito”.

Sur Plusieurs Beaux Sujects, Wallace Stevens.

1

Desocupado lector1:

La primera frase de La última frase dice: La primera frase es importante2.

¿Por qué se dedicó, Cañeque, entonces, a las últimas frases y no a las primeras?

Camila Cañeque desvela que es cualquier frase la que hace la literatura. Pero que sólo desde esa cualquier frase podemos pensar lo literario, pensar en general.

Esto revela el genial artefacto: un ensayo sobre el concepto del fin y del final, escrito como un diálogo entre las reflexiones de la autora y la última frase de 452 libros que la autora cita, intercaladas a lo largo de su propio discurso. Aquí probaremos con las primeras.

Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así3.

Se ofrece algo así como una práctica posmoderna de la lectura del I Ching (ir al texto con una pregunta, abrir por cualquier página, y encontrar en esa cualquier frase una respuesta), una cábala para el siglo XXI, la verdad revelada en la palabra del Dios texto.

Da igual esa palabra (cuál sea), lo que importa es que es verdad, lo que importa es lo que revela. Como una señal.

Rímini estaba duchándose cuando sonó el portero eléctrico4.

Una cosa era segura: que la gatita blanca no tuvo nada que ver con aquello: toda la culpa fue de la gatita negra5.

De pronto el cielo quedó oscurecido por un águila6.

Como en la mejor terapia, no es lo que te pasa el tema del análisis, es el análisis mismo el tema de la terapia.

Se coge un sueño, el que se quiera, y se empieza a hablar de él. Da igual si has soñado con una mesa o con un árbol, lo importante es qué ocurre cuando empiezas a hablar tú de ese árbol. Así se construye, al hablar del sueño, el sueño, su significado y su misterio, el trauma abismal que señala el árbol soñado y se va circundando a lo largo de sesiones y sesiones, 70€ y 70€, años y años, y sigue contando.

¡Noche oscura!7

No vas a conseguir cerrar el abismo, ni comprenderlo, así que la terapia puede ser infinita (la escritura puede ser infinita), pero quizá vayas acostumbrándote a bordear el abismo y, cuando sea soportable, lo dejas (cierras el libro, lo publicas si hay suerte), si no te has arruinado antes (si no te has suicidado antes).

No nos conocemos a nosotros mismos, nosotros los conocedores8.

2

Haciendo la experiencia de las frases (las últimas, las primeras, qué más da), de ir a los libros, buscarlas, copiarlas, se descubre que hay que decidir cuál es la primera frase de un libro: ¿la dedicatoria?, ¿el prólogo?, ¿la acotación en el teatro?, ¿el primer diálogo?, ¿el título del primer poema?

Caballero, ¿puedo proponerle mis servicios sin correr el riesgo de parecer inoportuno?9

Siempre es quien está escribiendo quien escribe el libro, aunque sea Pierre Menard escribiendo el Quijote de memoria, aunque sea Georges Perec escribiendo Un hombre que duerme, y mientras duerme, todas las frases que sueña son frases de otros, de libros que ha leído y no sueña con sus palabras sino con las de ellos, aunque sea Vila-Matas, que se inventa las frases que copia y son la misma pero ahora es la suya la que cita todo el mundo, haciendo que la frase del diario de Kafka, en España, sobre el día que se declara la Primera Guerra Mundial, sea escrita por Vila-Matas, y no por Kafka.

Una voz llega a alguien en la obscuridad10.

¿Cuál es la primera frase de un libro? ¿Cuál es la última? ¿Por qué pueden decirnos algo o decir algo de nosotros?

Camila Cañeque nos muestra que para llevar la lectura hasta las últimas consecuencias se debe escribir esta lectura. Que para escribir sobre un tema hasta el final, se debe llevar el tema hasta el final. Su tema fue los finales, y su final concluye el tema, el libro, la lectura y su escritura.

La pregunta por el ser hoy ha caído en el olvido11.

El mundo es todo lo que es el caso12.

3

Y sí, la primera frase es más grandilocuente y manida, más conocida y facilonga, hasta que algunas primeras frases, de tan buenas resultan ya aburridas (como ocurre con algunos cuadros, ya insoportables: La noche estrellada, El grito, La Gioconda), pero funcionan para los lectores perezongos que sabemos empezar pero no estamos seguros de poder acabar.

El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo13.

Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada14.

Llamadme Ismael15.

No se pone a prueba aquí la tesis del ensayo de Cañeque, lúcida, más o menos tópica y disponible para aquellos que quieran leer el libro, torpemente simplificada: el ser humano escribe finales para intentar contener lo inconmensurable que le trasciende, cerrar significados para atar el infinito abierto; sino el artefacto literario, la estrategia de lectura/escritura (sístole/diástole, como dice Fresán) que este texto desencripta para nuestras letras, nuestro mundo digital, nuestros tiempos de concentración disuelta en el algoritmo.

La construcción ensayística a partir de la selección arbitraria del objeto desde el que se ensaya. La puesta en juego del tema teorizado en el mundo material. Escribir con finales un ensayo sobre el final. Aquí, comenzar con los comienzos. A ver qué.

Por causa de sí entiendo aquello cuya esencia implica la existencia, o, lo que es lo mismo, aquello cuya naturaleza sólo puede concebirse como existente16.

4

¿Y cómo está escrito el libro? Es esta quizá su mayor aportación. Pues si el ejercicio de la cita literaria como verdad de galletita de la fortuna es exótico pero ya conocido hace décadas en nuestra tradición, el mecanismo técnico-tecnológico que Cañeque pone en funcionamiento (y explica en el desarrollo del propio texto) es radicalmente (e inevitablemente) nuevo —y es por esto es el mejor libro de 2024.

Cañeque cuenta cómo a lo largo de años fue fotografiando con su móvil últimas frases de libros leídos y no leídos, suyos y en librerías, y fue almacenando esas fotos en su email, para más tarde, cuando comenzó este texto sobre el fin, finalmente copiar-pegar esas frases y ensayar sobre el final —sin saber que ensayaba su final.

El artista es el creador de las cosas bellas17.

¡La belleza es una cosa terrible y espantosa!18

Si de alguna forma los avances técnicos del siglo XXI incidirán/incidieron/inciden en la literatura, no es/será/fue con novelas hechas de emojis o con diálogos de whatsapp (fecha, hora y tick azul incluidos), sino dando cuenta del proceso-invento-escritural del tipo que permite el llevar un dispositivo electrónico en el bolsillo, que fotografía mucho y gratis, que permite almacenar los negativos (ya revelados) en un email de espacio infinito (no, pero como si lo fuera) y eterno (no, pero como si lo fuera) para recomponer este mapa de fragmentos en el momento que el deambular de las ideas en la mente lo sintetiza.

Hoy, el dispositivo móvil, nos permite habitar el texto, vivir en la literatura, caminar con los libros en la mano y no dejar de escribir mientras se vive, ni de vivir para escribir. Todo se funde.

No esté usted encerrado todo el día en la biblioteca, mi querido Vivian19.

Como la imprenta o máquina de escribir cambiaron la escritura, o la grabadora, o escribir en Word y no tener que pasar a limpio («¿Qué será la literatura?» Ricardo Piglia), este texto sintetiza literariamente la captura de pantalla/foto a texto, copia-pega, Google Docs, app de notas, la escritura-espasmo del smartphone. Cañeque parece irse, volver dos semanas después. Escribe. Se interrumpe. Charla. Vuelve al móvil-texto. Compra el pan. Llega a casa y vuelve a cogerlo. Lo coge en el metro. Escribe/lee en el móvil-metro. Y para.

Vuelvo, por fin, tras una ausencia de dos semanas20.

Cañeque escribe el primer texto que introduce una innovación estilística a partir de esta innovación tecnológica. 

La cosa empezó así21.

Y el texto que escribo sobre los comienzos empieza a tener sentido.

Hace un rato me estaba paseando por el cuarto y se me ocurrió de golpe que lo veía por primera vez22.

Pues la escritura del ensayo también consiste en ensayar, ir probando y encontrar en la escritura lo que se iba a escribir.

Escribir es descubrir qué escribiríamos si escribiéramos23.

Este texto es, en ese sentido, heredero fuerte del de Cañeque, ya que ha sido escrito de la misma forma. Haciendo fotos a las primeras frases de los libros de los que Cañeque hizo fotos a las últimas (evidentemente no todos). Copiando-pegando el texto con la nueva función del iphone desde la propia foto. Anotando en notas ideas durante un paseo, una comida, una conversación, una noche en vela.

He estado mucho tiempo acostándome temprano24.

Me miro en el espejo25.

5

Y, de repente, un día, fin. Y el final del libro sobre los finales ensaya un final, definitivo, fatal, el final de los finales. Un efecto de escritura que desborda nuestros parámetros del buen gusto y la moderación. La fusión llegó demasiado lejos, la literatura es peligrosa.

Si uno se lo piensa, no hay nada que pueda llevar a desear ser el primero en una carrera de caballos26.

6

Queremos contar la historia de Hans Castorp, no por él mismo (pues el lector ya llegará a conocerle y verá que es un joven sencillo aunque simpático), sino porque su historia, por ella misma, nos parece muy digna de ser contada (aunque en favor del muchacho recordaremos que ésta es su historia, su peripecia, y que no cualquier historia le ocurre a cualquiera)27.

Los medios dijeron que Camila Cañeque no se suicidó, escribió una última frase mucho más vulgar y reveladora: una muerte súbita para firmar el manuscrito, fin del libro sobre el fin, publicación y muerte, muerte y publicación.

El suceso en el que se basa este relato no es considerado imposible por el Dr. Darwin y algunos tratadistas alemanes de fisiología28.

Un contundente final para su libro de finales. Un final ininterpretable. Y por eso, infinitamente interpretable.

¿Y si hubiera escrito un libro sobre los comienzos?

Ahora me muero, pero tengo muchas cosas que decir todavía29.

La última frase de La última frase es “Vale”. Cañeque parece conceder. Como Proust, asume su muerte tras entregar el último volumen del tiempo perdido, y dos meses después muere. O no conceder, sencillamente saberlo, y saber que que cuando llega el final, el final llegó. Y la forma en que está escrito es la más casual, banal o grandilocuente, pero que sea como sea escapa a nosotros, pues es nuestro final. Nosotros ya no. Ya nunca más yo.

Una vez que has entregado el alma, lo demás sigue con absoluta certeza, aun en pleno caos30.

¡Qué feliz estoy de no estar ahí!31

La última frase de La última frase es la muerte de Cañeque. Se ha teorizado mucho sobre la fusión de vida y escritura en los últimos años, décadas, quizá desde hace un siglo. No conozco otro libro que lleve tan lejos la apuesta, no tiene nada que ver con la voluntad, tiene que ver con la presencia de la literatura en la vida, y en la muerte.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé!32

Es un libro sobre los finales, pero con su final Cañeque, abre un comienzo, escribe la primera frase de esta nueva escritura, de esta técnica copia-pega, de la escritura-vida-muerte, del texto hecho de fotos con el móvil, reflexiones a saltos en notas, intercalados espasmódicos del espasmódico movimiento digital.

Sí, podría empezar así, aquí, de un modo un poco pesado y lento, en ese lugar neutro que es de todos y de nadie, donde se cruza la gente casi sin verse, donde resuena lejana y regular la vida de la casa33.

Todo está siempre ya dicho y ya hecho. Es lo mismo escribir las frases de otros que las nuestras.

Pues, si se piensa, ¿acaso son de alguien las frases? 

Y pienso ahora, ¿y si tomáramos el camino contrario?, ¿y si las dejáramos en paz?

No hay nada que hacer34.

---

1 Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes (Alfaguara, 2015).

2 La última frase, Camila Cañeque (La Uña Rota, 2024).

3 El camino, Miguel Delibes (Destino, 1990).

4 El pasado, Alan Pauls (Anagrama, 2003).

5 Al otro lado del espejo, Lewis Carroll (Valdemar, 2006).

6 Ka, Roberto Calasso (Anagrama, 2022).

7 Las lanzas coloradas, Uslar Pietri (Planeta de Agostini, 1985).

8 Genealogía de la moral, Friedrich Nietzsche (Gredos, 2023).

9 La caída, Albert Camus (Alianza, 2000).

10 Compañía, Samuel Beckett (Anagrama, 1980).

11 Ser y tiempo, Martin Heidegger (Trotta, 2022).

12 Tractatus logico-philosophicus Ludwig Wittgenstein (Gredos, 2009).

13 Crónica de una muerte anunciada, Gabriel García Márquez (Random House Mondadori, 2004).

14 Anna Karenina, Lev Tolstoi (Austral, 2010).

15 Moby Dick, Herman Melville (Alianza, 2014).

16 Ética, Spinoza (Alianza, 2022).

17 El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde (Edaf, 2010).

18 Confesiones de una máscara, Yukio Mishima (Alianza, 2020).

19 «La decadencia de la mentira» en Ensayos, Oscar Wilde (Orbis, 1986).

20 El jugador, Fiodor Dostoievski (Bruguera, 1980).

21 Viaje al fin de la noche, Louis-Ferdinand Céline (Edhasa, 2007).

22 El pozo, Juan Carlos Onetti (Debolsillo, 2016).

23 Escribir, Marguerite Duras (Tusquets, 1994).

24 Por el camino de Swann, Marcel Proust (Alianza, 2022).

25 El blues de Beale Street, James Baldwin (Random House, 2019).

26 «Reflexiones para un jinete» en Contemplación, Franz Kafka (Pregunta, 2018).

27 La montaña mágica, Thomas Mann (Edhasa, 2006).

28 Frankenstein o el moderno Prometeo, Mary Shelley (Valdemar, 2021).

29 Nocturno de Chile, Roberto Bolaño (Alfaguara, 2017).

30 Trópico de Capricornio, Henry Miller (Cátedra, 1996).

31 Las desventuras del joven Werther, Johann Wolfgang von Goethe (Cátedra, 1992).

32 «Los heraldos negros» en Obra poética completa, César Vallejo (Alianza Tres, 1982).

33 La vida instrucciones de uso, Georges Perec (Anagrama, 1988).

34 Esperando a Godot, Samuel Beckett (Tusquets, 2000).

sustrato, como te habrás dado cuenta ya, es un espacio diferente. No hacemos negocio con tus datos y aquí puedes leer con tranquilidad, porque no te van a asaltar banners con publicidad.

Estamos construyendo el futuro de leer online en el que creemos: ni clickbait ni algoritmo, sino relación directa con escritores sorprendentes. Si te lo puedes permitir y crees en ello, te contamos cómo apoyarnos aquí:
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La primera frase de La última frase

El mecanismo técnico-tecnológico que Cañeque pone en funcionamiento es radicalmente (e inevitablemente) nuevo y es por esto es el mejor libro de 2024.

“Las citas tienen un interés especial, ya que uno es incapaz de citar algo que no sean sus propias palabras, quienquiera que las haya escrito”.

Sur Plusieurs Beaux Sujects, Wallace Stevens.

1

Desocupado lector1:

La primera frase de La última frase dice: La primera frase es importante2.

¿Por qué se dedicó, Cañeque, entonces, a las últimas frases y no a las primeras?

Camila Cañeque desvela que es cualquier frase la que hace la literatura. Pero que sólo desde esa cualquier frase podemos pensar lo literario, pensar en general.

Esto revela el genial artefacto: un ensayo sobre el concepto del fin y del final, escrito como un diálogo entre las reflexiones de la autora y la última frase de 452 libros que la autora cita, intercaladas a lo largo de su propio discurso. Aquí probaremos con las primeras.

Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así3.

Se ofrece algo así como una práctica posmoderna de la lectura del I Ching (ir al texto con una pregunta, abrir por cualquier página, y encontrar en esa cualquier frase una respuesta), una cábala para el siglo XXI, la verdad revelada en la palabra del Dios texto.

Da igual esa palabra (cuál sea), lo que importa es que es verdad, lo que importa es lo que revela. Como una señal.

Rímini estaba duchándose cuando sonó el portero eléctrico4.

Una cosa era segura: que la gatita blanca no tuvo nada que ver con aquello: toda la culpa fue de la gatita negra5.

De pronto el cielo quedó oscurecido por un águila6.

Como en la mejor terapia, no es lo que te pasa el tema del análisis, es el análisis mismo el tema de la terapia.

Se coge un sueño, el que se quiera, y se empieza a hablar de él. Da igual si has soñado con una mesa o con un árbol, lo importante es qué ocurre cuando empiezas a hablar tú de ese árbol. Así se construye, al hablar del sueño, el sueño, su significado y su misterio, el trauma abismal que señala el árbol soñado y se va circundando a lo largo de sesiones y sesiones, 70€ y 70€, años y años, y sigue contando.

¡Noche oscura!7

No vas a conseguir cerrar el abismo, ni comprenderlo, así que la terapia puede ser infinita (la escritura puede ser infinita), pero quizá vayas acostumbrándote a bordear el abismo y, cuando sea soportable, lo dejas (cierras el libro, lo publicas si hay suerte), si no te has arruinado antes (si no te has suicidado antes).

No nos conocemos a nosotros mismos, nosotros los conocedores8.

2

Haciendo la experiencia de las frases (las últimas, las primeras, qué más da), de ir a los libros, buscarlas, copiarlas, se descubre que hay que decidir cuál es la primera frase de un libro: ¿la dedicatoria?, ¿el prólogo?, ¿la acotación en el teatro?, ¿el primer diálogo?, ¿el título del primer poema?

Caballero, ¿puedo proponerle mis servicios sin correr el riesgo de parecer inoportuno?9

Siempre es quien está escribiendo quien escribe el libro, aunque sea Pierre Menard escribiendo el Quijote de memoria, aunque sea Georges Perec escribiendo Un hombre que duerme, y mientras duerme, todas las frases que sueña son frases de otros, de libros que ha leído y no sueña con sus palabras sino con las de ellos, aunque sea Vila-Matas, que se inventa las frases que copia y son la misma pero ahora es la suya la que cita todo el mundo, haciendo que la frase del diario de Kafka, en España, sobre el día que se declara la Primera Guerra Mundial, sea escrita por Vila-Matas, y no por Kafka.

Una voz llega a alguien en la obscuridad10.

¿Cuál es la primera frase de un libro? ¿Cuál es la última? ¿Por qué pueden decirnos algo o decir algo de nosotros?

Camila Cañeque nos muestra que para llevar la lectura hasta las últimas consecuencias se debe escribir esta lectura. Que para escribir sobre un tema hasta el final, se debe llevar el tema hasta el final. Su tema fue los finales, y su final concluye el tema, el libro, la lectura y su escritura.

La pregunta por el ser hoy ha caído en el olvido11.

El mundo es todo lo que es el caso12.

3

Y sí, la primera frase es más grandilocuente y manida, más conocida y facilonga, hasta que algunas primeras frases, de tan buenas resultan ya aburridas (como ocurre con algunos cuadros, ya insoportables: La noche estrellada, El grito, La Gioconda), pero funcionan para los lectores perezongos que sabemos empezar pero no estamos seguros de poder acabar.

El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo13.

Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada14.

Llamadme Ismael15.

No se pone a prueba aquí la tesis del ensayo de Cañeque, lúcida, más o menos tópica y disponible para aquellos que quieran leer el libro, torpemente simplificada: el ser humano escribe finales para intentar contener lo inconmensurable que le trasciende, cerrar significados para atar el infinito abierto; sino el artefacto literario, la estrategia de lectura/escritura (sístole/diástole, como dice Fresán) que este texto desencripta para nuestras letras, nuestro mundo digital, nuestros tiempos de concentración disuelta en el algoritmo.

La construcción ensayística a partir de la selección arbitraria del objeto desde el que se ensaya. La puesta en juego del tema teorizado en el mundo material. Escribir con finales un ensayo sobre el final. Aquí, comenzar con los comienzos. A ver qué.

Por causa de sí entiendo aquello cuya esencia implica la existencia, o, lo que es lo mismo, aquello cuya naturaleza sólo puede concebirse como existente16.

4

¿Y cómo está escrito el libro? Es esta quizá su mayor aportación. Pues si el ejercicio de la cita literaria como verdad de galletita de la fortuna es exótico pero ya conocido hace décadas en nuestra tradición, el mecanismo técnico-tecnológico que Cañeque pone en funcionamiento (y explica en el desarrollo del propio texto) es radicalmente (e inevitablemente) nuevo —y es por esto es el mejor libro de 2024.

Cañeque cuenta cómo a lo largo de años fue fotografiando con su móvil últimas frases de libros leídos y no leídos, suyos y en librerías, y fue almacenando esas fotos en su email, para más tarde, cuando comenzó este texto sobre el fin, finalmente copiar-pegar esas frases y ensayar sobre el final —sin saber que ensayaba su final.

El artista es el creador de las cosas bellas17.

¡La belleza es una cosa terrible y espantosa!18

Si de alguna forma los avances técnicos del siglo XXI incidirán/incidieron/inciden en la literatura, no es/será/fue con novelas hechas de emojis o con diálogos de whatsapp (fecha, hora y tick azul incluidos), sino dando cuenta del proceso-invento-escritural del tipo que permite el llevar un dispositivo electrónico en el bolsillo, que fotografía mucho y gratis, que permite almacenar los negativos (ya revelados) en un email de espacio infinito (no, pero como si lo fuera) y eterno (no, pero como si lo fuera) para recomponer este mapa de fragmentos en el momento que el deambular de las ideas en la mente lo sintetiza.

Hoy, el dispositivo móvil, nos permite habitar el texto, vivir en la literatura, caminar con los libros en la mano y no dejar de escribir mientras se vive, ni de vivir para escribir. Todo se funde.

No esté usted encerrado todo el día en la biblioteca, mi querido Vivian19.

Como la imprenta o máquina de escribir cambiaron la escritura, o la grabadora, o escribir en Word y no tener que pasar a limpio («¿Qué será la literatura?» Ricardo Piglia), este texto sintetiza literariamente la captura de pantalla/foto a texto, copia-pega, Google Docs, app de notas, la escritura-espasmo del smartphone. Cañeque parece irse, volver dos semanas después. Escribe. Se interrumpe. Charla. Vuelve al móvil-texto. Compra el pan. Llega a casa y vuelve a cogerlo. Lo coge en el metro. Escribe/lee en el móvil-metro. Y para.

Vuelvo, por fin, tras una ausencia de dos semanas20.

Cañeque escribe el primer texto que introduce una innovación estilística a partir de esta innovación tecnológica. 

La cosa empezó así21.

Y el texto que escribo sobre los comienzos empieza a tener sentido.

Hace un rato me estaba paseando por el cuarto y se me ocurrió de golpe que lo veía por primera vez22.

Pues la escritura del ensayo también consiste en ensayar, ir probando y encontrar en la escritura lo que se iba a escribir.

Escribir es descubrir qué escribiríamos si escribiéramos23.

Este texto es, en ese sentido, heredero fuerte del de Cañeque, ya que ha sido escrito de la misma forma. Haciendo fotos a las primeras frases de los libros de los que Cañeque hizo fotos a las últimas (evidentemente no todos). Copiando-pegando el texto con la nueva función del iphone desde la propia foto. Anotando en notas ideas durante un paseo, una comida, una conversación, una noche en vela.

He estado mucho tiempo acostándome temprano24.

Me miro en el espejo25.

5

Y, de repente, un día, fin. Y el final del libro sobre los finales ensaya un final, definitivo, fatal, el final de los finales. Un efecto de escritura que desborda nuestros parámetros del buen gusto y la moderación. La fusión llegó demasiado lejos, la literatura es peligrosa.

Si uno se lo piensa, no hay nada que pueda llevar a desear ser el primero en una carrera de caballos26.

6

Queremos contar la historia de Hans Castorp, no por él mismo (pues el lector ya llegará a conocerle y verá que es un joven sencillo aunque simpático), sino porque su historia, por ella misma, nos parece muy digna de ser contada (aunque en favor del muchacho recordaremos que ésta es su historia, su peripecia, y que no cualquier historia le ocurre a cualquiera)27.

Los medios dijeron que Camila Cañeque no se suicidó, escribió una última frase mucho más vulgar y reveladora: una muerte súbita para firmar el manuscrito, fin del libro sobre el fin, publicación y muerte, muerte y publicación.

El suceso en el que se basa este relato no es considerado imposible por el Dr. Darwin y algunos tratadistas alemanes de fisiología28.

Un contundente final para su libro de finales. Un final ininterpretable. Y por eso, infinitamente interpretable.

¿Y si hubiera escrito un libro sobre los comienzos?

Ahora me muero, pero tengo muchas cosas que decir todavía29.

La última frase de La última frase es “Vale”. Cañeque parece conceder. Como Proust, asume su muerte tras entregar el último volumen del tiempo perdido, y dos meses después muere. O no conceder, sencillamente saberlo, y saber que que cuando llega el final, el final llegó. Y la forma en que está escrito es la más casual, banal o grandilocuente, pero que sea como sea escapa a nosotros, pues es nuestro final. Nosotros ya no. Ya nunca más yo.

Una vez que has entregado el alma, lo demás sigue con absoluta certeza, aun en pleno caos30.

¡Qué feliz estoy de no estar ahí!31

La última frase de La última frase es la muerte de Cañeque. Se ha teorizado mucho sobre la fusión de vida y escritura en los últimos años, décadas, quizá desde hace un siglo. No conozco otro libro que lleve tan lejos la apuesta, no tiene nada que ver con la voluntad, tiene que ver con la presencia de la literatura en la vida, y en la muerte.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé!32

Es un libro sobre los finales, pero con su final Cañeque, abre un comienzo, escribe la primera frase de esta nueva escritura, de esta técnica copia-pega, de la escritura-vida-muerte, del texto hecho de fotos con el móvil, reflexiones a saltos en notas, intercalados espasmódicos del espasmódico movimiento digital.

Sí, podría empezar así, aquí, de un modo un poco pesado y lento, en ese lugar neutro que es de todos y de nadie, donde se cruza la gente casi sin verse, donde resuena lejana y regular la vida de la casa33.

Todo está siempre ya dicho y ya hecho. Es lo mismo escribir las frases de otros que las nuestras.

Pues, si se piensa, ¿acaso son de alguien las frases? 

Y pienso ahora, ¿y si tomáramos el camino contrario?, ¿y si las dejáramos en paz?

No hay nada que hacer34.

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1 Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes (Alfaguara, 2015).

2 La última frase, Camila Cañeque (La Uña Rota, 2024).

3 El camino, Miguel Delibes (Destino, 1990).

4 El pasado, Alan Pauls (Anagrama, 2003).

5 Al otro lado del espejo, Lewis Carroll (Valdemar, 2006).

6 Ka, Roberto Calasso (Anagrama, 2022).

7 Las lanzas coloradas, Uslar Pietri (Planeta de Agostini, 1985).

8 Genealogía de la moral, Friedrich Nietzsche (Gredos, 2023).

9 La caída, Albert Camus (Alianza, 2000).

10 Compañía, Samuel Beckett (Anagrama, 1980).

11 Ser y tiempo, Martin Heidegger (Trotta, 2022).

12 Tractatus logico-philosophicus Ludwig Wittgenstein (Gredos, 2009).

13 Crónica de una muerte anunciada, Gabriel García Márquez (Random House Mondadori, 2004).

14 Anna Karenina, Lev Tolstoi (Austral, 2010).

15 Moby Dick, Herman Melville (Alianza, 2014).

16 Ética, Spinoza (Alianza, 2022).

17 El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde (Edaf, 2010).

18 Confesiones de una máscara, Yukio Mishima (Alianza, 2020).

19 «La decadencia de la mentira» en Ensayos, Oscar Wilde (Orbis, 1986).

20 El jugador, Fiodor Dostoievski (Bruguera, 1980).

21 Viaje al fin de la noche, Louis-Ferdinand Céline (Edhasa, 2007).

22 El pozo, Juan Carlos Onetti (Debolsillo, 2016).

23 Escribir, Marguerite Duras (Tusquets, 1994).

24 Por el camino de Swann, Marcel Proust (Alianza, 2022).

25 El blues de Beale Street, James Baldwin (Random House, 2019).

26 «Reflexiones para un jinete» en Contemplación, Franz Kafka (Pregunta, 2018).

27 La montaña mágica, Thomas Mann (Edhasa, 2006).

28 Frankenstein o el moderno Prometeo, Mary Shelley (Valdemar, 2021).

29 Nocturno de Chile, Roberto Bolaño (Alfaguara, 2017).

30 Trópico de Capricornio, Henry Miller (Cátedra, 1996).

31 Las desventuras del joven Werther, Johann Wolfgang von Goethe (Cátedra, 1992).

32 «Los heraldos negros» en Obra poética completa, César Vallejo (Alianza Tres, 1982).

33 La vida instrucciones de uso, Georges Perec (Anagrama, 1988).

34 Esperando a Godot, Samuel Beckett (Tusquets, 2000).

sustrato, como te habrás dado cuenta ya, es un espacio diferente. No hacemos negocio con tus datos y aquí puedes leer con tranquilidad, porque no te van a asaltar banners con publicidad.

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